Por alguna razón hoy comprendí (tal vez también algún día anterior, pero lo olvidé de inmediato, pues no le habré concedido la importancia que merece), como decía: hoy comprendí la belleza inconmensurable de la inocencia, la virginidad, la pureza, la simpleza, la inmaculadez de la naturaleza no pervertida.
Y de romper estas cosas hermosas en mi ser (algunas ya rotas por una práctica paciente y esmerada), ¿perderé la visión de ellas? Espero que no. Quiero reír siempre como niño, quiero ser siempre como el que se enamoró a los cinco años, aún lo recuerda y sonríe al pensar que la vida sonríe también. Así soy: sonrío como niño aunque no entiendo el chiste que la vida me juega. Porque la vida sí: es inocente, virgen, pura y simple, a su manera. A vivirla riendo.
Hacé memoria de esto.
Vamos a dejar de creer en el destino, que aunque bueno al fondo, hasta ahora fue un cretino.
sábado, 4 de abril de 2009
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Sos genial.
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