sábado, 4 de abril de 2009

Vueltas de calecita

Por alguna razón hoy comprendí (tal vez también algún día anterior, pero lo olvidé de inmediato, pues no le habré concedido la importancia que merece), como decía: hoy comprendí la belleza inconmensurable de la inocencia, la virginidad, la pureza, la simpleza, la inmaculadez de la naturaleza no pervertida.
Y de romper estas cosas hermosas en mi ser (algunas ya rotas por una práctica paciente y esmerada), ¿perderé la visión de ellas? Espero que no. Quiero reír siempre como niño, quiero ser siempre como el que se enamoró a los cinco años, aún lo recuerda y sonríe al pensar que la vida sonríe también. Así soy: sonrío como niño aunque no entiendo el chiste que la vida me juega. Porque la vida sí: es inocente, virgen, pura y simple, a su manera. A vivirla riendo.


Hacé memoria de esto.
Vamos a dejar de creer en el destino, que aunque bueno al fondo, hasta ahora fue un cretino.

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...