[...]
–¿Le traigo la cuenta?
–Sí, por favor.
–Enseguida…
–Un momento…
–¿Qué pasa?
La nueva camarera, cincuentona y de aspecto maternal, lo miró impasible.
–Ehh… Yo estuve hace un par de años acá ya…
–Me alegra que volviera –susurró la mujer.
–Y nos había atendido una chica jóven… –Mientras lo decía pensó que sonaba estúpido, y que probablemente por eso mismo nunca le había gustado hacer ese tipo de cosas ni hablar al respecto–. Esa chica, para ser exactos –indió, señalando la foto–. ¿Sigue trabajando acá…?
–¿Esta chica? –quiso confirmar, poniéndole un dedo en medio de la cara.
–Sísí.
–No, dejó hace varios años… De hecho, creo que yo fui su reemplazo.
–Ah, está bien… –De repente le había agarrado un calorón y sentía que se ponía colorado–. O sea que… o sea que no sabés el nombre ni dónde está, ¿no?
La mujer lo miró con divertida lástima.
–No, corazón, disculpá, no sé nada de ella.
–Listo, entonces me conformo con la cuenta nomás –bromeó, tratando de sacarse la sangre de la cara.
[...]
El corazón tanto esperó y así será.
martes, 7 de abril de 2009
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Sir! Queria dejarle un mantecoso, agradeciendole que me hizo pasar la tarde leyendo sus dialogos y monologos...entre que la rutina mata y uno se la pasa sonriendo a la gente diciendole "buenos dias...buenas tardes...buenas noches" sus notas arman una amplia ventana que dispara hacia cualquier lado.
ResponderEliminarUn abrazo!
Fran