miércoles, 24 de febrero de 2010

Una mezcla

-Bueeeeenas.
-Llegaste.
-Por tu tono pienso que ya sabías de mi llegada y que no te alegra.
-Bingo.
-¿Qué me delató?
-El frío en los pies: me tuve que poner zapatillas.
-¿No más ojotas?
-Por tu culpa.
-¿Y eso solo te molesta?
-No. Sí. Pero a parte me rrrevienta que hayas robado la entrada clásica de mi inspiración.
-Sos medio gil, ¿no?
-Mm... A veces.
-Mirá dónde estás escribiendo. ¿Ya ni me podés reconocer? ¿Tan mal estás?
-¡Uh! Perdoná, es que cuando llega el frío me re caliento, no me deja pensar bien.
-Pero qué irónico.
...
-Che, te falta la fotito.
-No tengo más fotos.

martes, 23 de febrero de 2010

Tadaima

"Si yo no creo en ti, ni tú crees en él, ni él cree en mí aunque yo en él sí, él hará al revés de lo que yo quería hacer, y tú harás contrario a él haciendo lo que yo quería, y al fin yo creeré en ti aunque me cueste la propia vida."
Típico razonamiento que lleva al pequeño nuevo héroe a cometer locuras alocadas y ladinas junto a su inseparable amigo (ese que tiene cabeza de avioneta y maneja una metralleta).
¿De qué trata la historia? Pues de simples marionetas que deciden escapar del escenario pero descubren, para su sorpreta, que entre ellos y la salida hay butacas, y que entre las butacas hay chicos malos que los querrán hacer manteca.


And as every star is a life, I will say goodbye and I will put the gun in my mouth just ready to be my last shooting star. (Lo que sea por un sueño.)

martes, 16 de febrero de 2010

Fugaces

Es difícil ver estrellas fugaces
y lo mismo las luciérnagas.
Hay demasiadas luces en la city
en la noche tras las puertas.
Pero yo tengo la magia
dentro de mi habitación:
una luciérnaga muerta bajo la cama
y estrellas fugaces alrededor.
¿De dónde provienen, de qué son?
Las verdes son del teclado
y las rojas, del ratón.

domingo, 14 de febrero de 2010

Caharuh con Némesis

Némesis hubiera deseado nacer con otro nombre y otro peinado, pero se conformaba con lo que tenía. A decir verdad tanto no le molestaban las malas cosas superficiales de la vida, aunque sí se alegraba con las buenas cosas superficiales de la vida. Y las cosas profundas... lo hacían muy feliz. Generalmente estaba animado: en su casa con su mujer, en el bar, solo o con amigos, en el trabajo estaba animado. Contagiaba su buen humor y no perdía ocasión de detallar esas pequeñas maravillas del mundo cotidiano para que a su alrededor todos estuvieran lo más radiante posible. Y esta faceta encantadora de Némesis no era, como algunos pensaban al conocerlo, una máscara: al llegar a su casa él permanecía igual, y antes de dormirse se alegraba pensando en cuántas cosas buenas había hecho, y analizaba las cosas buenas que no se le había ocurrido hacer, pero contento porque podría hacerlas en el futuro.
Esto no quiere decir que Némesis tuviera una vida perfecta: varias veces lo despidieron, nunca terminó sus estudios universitarios, varias novias lo cagaron a lo largo de su juventud, tenía algún que otro problema de salud y los días húmedos le dolían los riñones. Pero ¿de qué servía amargarse por esas cosas? Él no se engañaba a sí mismo: él no se amargaba de veras.
Lo único que cada tanto le bajaba el ánimo, era la visita de Caharuh. Ese chico sí que traía el sol y la peste en sus hombritos, siempre agotado, siempre sonriente, como el águila hermosa que en la mañana radiante, antes de devorar el hígado regenerado de Prometeo, vuela sobre las montañas y las ciénagas. Como la sonrisa pulida a golpes, como la piel sonrosada de pellizcos crueles.

jueves, 11 de febrero de 2010

Usotsuki

Algunos drogas, otros deportes extremos, pero ambas alternativas requieren mucha plata. Para mí la adrenalina cotidiana que me hace sentir vivo es, simplemente, no frenar en las esquinas cuando voy en bicicleta. (Salvo que, obviamente, venga un auto: digo, sigo derecho sin mirar cuando no escucho nada o no se reconoce ningún motor, lo cual no quiere decir que no venga nada. Muchas veces avancé sin oír el coche que se acercaba, pero las probabilidades son tan bajas que...) En fin, esa es mi cuota mínima de adrenalina.
La otra, la importante que no experimentaba hace mucho, es entrar a casas. Tiene lo suyo si están vacías (y si un compañero idiota te hace sonar el teléfono). Pero de verdad, de verdad es interesante cuando no están vacías. Ahora creo que comprendo a las drogas y a los deportes extremos: las voces, al otro lado de la puerta, la presión, los pasos ahí, al otro lado de esa puerta, más consiente que nunca del sonido de mi propia respiración y de la de mis amigos atrás (siempre soy la cabeza) y tener que gesticularles, resignado: ¡atrás, afuera, afuera!

miércoles, 10 de febrero de 2010

Pirucha zanahoria panfletera IX

Los sicólogos la llamaban el Mal de la Mudanza, pero los neurólogos estudiaron mejor la enfermedad y la bautizaron el Mal de Shemerssën. Yo tengo Mal de Shemerssën. ¿En qué consiste? En que cada día, después de despertarme, sufro cuarenta y siete minutos de terrible amnesia. Me despierto y no sé dónde estoy ni cómo llegué ahí. Es inmediatamente después que me doy cuenta que no sé qué hice anoche, qué hice ayer, qué hice de mi vida ni quién soy. Por algunos minutos, creo, no sé absolutamente nada y me torturo a mí mismo porque tengo el presentimiento de que debería saber esas cosas. A los minutos de estar despierto recuerdo algunas palabras y puedo empezar a hablar conmigo mismo; créanme que cuesta horrores para una mente errante dar sentido a fonemas sueltos y que aparentemente suenan todos parecido. Pero puedo balbucear y preguntar cosas, puedo pedir comida y preguntar dónde está mi mamá (Samanta me asegura que siempre hago eso cuando me levanto). Si al despertar hay una persona al lado mío, la ignoro un rato largo. No lo hago a propósito, sólo es que (Samanta lo descubrió) no recuerdo ni la forma humana ni la de nada, y no soy consiente de que hay otra persona igual a mí. Para cuando veo a ese alguien puedo pronunciar automáticamente mi nombre. Y es entonces que puedo conversar y hacer preguntar más coherentes; y mejor aún: oír respuestas y, generalmente, entenderlas. Si cuando despierto tengo a alguien amistoso como Samanta al lado, los cuarenta y siete minutos de amnesia terrible se hacen algo ameno. Ella responde mis dudas, pacientemente me cuenta mi vida y me explica lo que es el Mal de Shemerssën, asegurándome mientras mira el reloj que pocos minutos después voy a recordar todo y, a su vez, olvidar casi por completo esos cuarenta y siete minutos. Nos llevó muchos, muchos años a Samanta y a mí poder entender, controlar y describir esta divertida (a fin de cuentas al caer la noche es divertida) enfermedad.

Norita se aísla

Victorino de la plaza hizo grandes avances en la Argentina, a parte de terminar con la división entre bavianos y mulanos. Fundó fábricas, fundó pueblos en la patagonia, fundó periódicos en el interior y el exterior, en países limítrofes y Europa, y también apostó mucho dinero en todo tipo de investigaciones científicas; entre ellas, la investigación urbana. Gracias a Victorino, Buenos Aires y Rosario y, en menor medida, la ciudad de Santiago del Estero (antigua capital de mulanos), vieron crecer rascacielos de última tecnología capaces de albergar a enormes cantidades de ciudadanos sin suponer una sobreexplotación social, ambiental ni urbana.
Para entonces Norita vivía todavía en su edificio abandonado. Había dejado de trabajar en el Bar Castelar y había cortado de golpe toda relación con sus nuevas amigas y con aquel chico baviano que la había llevado al cine. A su alrededor no había más que pedazos de papel (Norita había aprendido a leer), mechones de pelo arrancado de su calva y estropeada cabeza y libros. Muchos libros de los cuales Norita leía las primeras páginas y dejaba abandonados. Por la noche Norita salía de su guarida pestilente y robaba libros donde podía. Así pasó dos meses, como al principio, cuando se declaró la paz, encerrada.
Cuando los obreros de la demoledora fueron a ver el predio en el que se construiría la nueva torre de departamentos más grande de Latinoamérica, encontraron a Norita en un estado deplorable y a punto de morir de inanición. Un muchacho robusto se compadeció, la cargó en su espalda y la llevó al hospital. Y mientras ella se recuperaba inició una causa contra el gobierno por la completa desatención de una mulana heroica. Su caso fue publicado en los diarios y, gracias a la habilidad de los abogados y del mismo gobierno de Victorino, Norita se garantizó, sin saberlo ni merecerlo, un departamento de dos ambientes en la torre por construir.

domingo, 7 de febrero de 2010

Coleccionables

Zapa-zapa-zapapá: zapatilla dolca.
(Suuuencanto es el sabor.)

Teatro para infantes

Acto Primero.
Escena 1: En el hospital de las tortugas.

Personajes: Tortuga hija, mamá tortuga, papá tortuga, enfermero puercoespín.
ENFERMERO PUERCOESPÍN:- Su hija está grave, señora: el cáncer de caparazón se le pasó a los demás órganos... con suerte sobrevivirá la noche. Pero no se preocupe: oí decir en Animal Planet que las tortugas llegan a vivir como doscientos años. No debe perder la fe.
La MAMÁ TORTUGA y el PAPÁ TORTUGA lloran abrazados junto a la camilla de la TORTUGA HIJA.
Cae telón.

sábado, 6 de febrero de 2010

Todokanai

Hay una cobra y dos lombrices
en un gallinero.
La cobra amenaza a las gallinas
y no les deja poner huevos.
Las dos lombrices, briosas,
estrangulan a la cobra,
la golpean, la engañan,
y la hacen morder su propia cola.
Las dos lombrices sobreviven
y las gallinas las celebran.
En tranquilidad ponen huevos,
pasa el tiempo y nacen pollos.
Se comen a las dos lombrices.


Todokanai, Bouchard, todokanai. No hay epopeya que valga.

jueves, 4 de febrero de 2010

Shiawase

Él cree que es Buda, pero sólo es gordo (pesa 140 kilos y aumenta). Se hizo budista y suele ir al templo vestido con la sábana naranja de su cama y con su lunar rojo en la frente. Quiere levitar, poder trascender, entrena duro en eso y medita hasta el sudor, pero sus amigos budistas le dicen que tan gordo es que le será más fácil esperar la próxima reencarnación e intentar de nuevo. Él se desanima, pero se ríe del chiste. También le gusta una chica del barrio. Hizo lo posible por gustarle pero siguió pesando 140 kilos. Actualmente son amigos, se saludan si se ven y él le pregunta por sus novios. Aunque no sabe por qué hace eso. Cree que también le gusta una chica de su mismo curso, pero no está seguro porque es menos linda que la otra. De vez en cuando, cuando termina de meditar (o sea, cuando deja de pensar durante horas en jueguitos de rol), se da cuenta que no tiene idea de nada y que eso le molesta, pero que no tiene remedio, y se amarga pensando que ninguna puta reencarnación lo va a hacer más inteligente ni comprensivo.


Esto es de cuando tenía calor.