miércoles, 29 de febrero de 2012

Si me gustara

Me gusta estirar bien la cama. Me gusta el chocolate en rama. Me gusta no escuchar el despertador. Me gusta ver blanco al ver el sol. Me gusta la luna. Me gustan los ríos. Me gusta el calor. Me gusta ver películas en mi casa. Me gusta lo improvisado. Me gusta cuando mi gato ronronea suave. Me gustan las historias de amor. Me gustan los poemas irremediables. Me gusta la estufa en los pies. Me gustan las pestañas largas. Me gustan los colores. Me gusta el tono sepia del otoño. Me gusta sacar fotos. Me gusta dibujar siempre la misma cara. Me gusta cortarme las uñas. Me gusta ver gente cuando viajo. Me gusta contar historias. Me gusta perderme en los atajos. Me gustan mis zapatillas. Me gustan las nubes. Me gusta no tener nada para escribir. Y me gusta escribirlo.

lunes, 27 de febrero de 2012

A moment out loud

Hay que tratar de recordar cómo se sienten las cosas, porque uno después se olvida. Y recordar no es cerrar los ojos, arrugar la frente y decir "tengo que acordarme de esto" porque así no funciona, así no te vas a acordar ni siquiera dónde escondiste el juego extra de llaves. Hay que analizar la situación, analizar el suceso punto por punto, parte por parte; analizar el propio cuerpo, cómo se mueven involuntariamente los músculos, dónde palpita más fuerte el corazón, qué le pasa a la respiración, cuán lejos se siente el piso. Hay que hacerse un retrato mental acabado, real, hay que ponerlo en palabras, hacerse un poema mental de casa acontecimiento vital. El primer día enamorado, la muerte de tu perro, cuando te pasaste de parada por primera vez, el día del accidente, cuando te pidieron una moneda y mentiste, el despertar después de tu mejor sueño, cuando ganaste todos los juegos en el recreo, cuando tu mamá te llamó llorando a mitad de la noche.
Después cuando quieras haberlo olvidado, cuando quieras poner como excusa que no sabés de qué se habla, cuando creas que algo te es indiferente, te va a saltar el recuerdo. Y no una vaga sensación, un recuerdo vívido. Eso nos hace más personas.

domingo, 26 de febrero de 2012

Simple y lindo

Un día tan simple y lindo que cuesta describirlo. El viento baila en las cortinas y desparrama la nieve del sol, el sauce llora hojas sobre la pileta y los pájaros juegan a atrapar lombrices. Mi música suena fuerte y recorre la casa desde los cimientos, el gato duerme moviendo la cola sobre una maceta en la ventana. Dos colibríes recorren las flores vivas del jardín, una arañita va por la cornisa de la terraza en busca de comida. Un bicho bolita se asomó recién desde abajo de una laja y se volvió a meter; tres segundos después toda su familia emergía para rodar por el patio locos de alegría. Un día tan simple y lindo que es difícil de comprender, tan fácil de disfrutar.

Sweet falling sweetheart

-¿No tenés miedo de que se derrumbe de un momento a otro? -preguntó sin mirarme, sin saber exactamente dónde estaba, ocupado en seguir apilando cuadraditos de azúcar.
-Supongo que sí... qué sé yo -fue mi respuesta. Respondí sin mirarla, mientras buscaba entre mis pies los mejores cubitos de azúcar para pasarle.
Tomé un par y los estrujé con suavidad en la misma mano. Como con cariño, como esperando que ronronearan, como si cada granito de azúcar fuera precioso. Uno de los cubitos se rompió, el otro brillaba cuando separé los dedos y parecía sonreírme. Alcé la mano y se la pasé la constructora.
-Uno fuerte -anuncié mientras ella levantaba el cuadradito de mi mano. La miré a los ojos un segundo. -Con azúcar como esta vamos a llegar muy alto, tanto que no va a importar la caída, porque si caemos estos cubitos nos van a salvar.

sábado, 25 de febrero de 2012

La gente necesita caras

La gente necesita caras,
las cosas necesitan nombres.
Y a los amores pasajeros
¿qué carajo les corresponde?
No necesitan cartas,
no necesitan sobres,
ni putas, ni amantes
ni tiempo que les estorbe.
Les basta con ese misterio,
viven en el olvido,
les sobra con un secreto
y un pocito en el olvido.

jueves, 23 de febrero de 2012

Oigo un nene cantar

Oigo a un nene cantar.
No sé si existe, no lo encuentro en ningún lado, pero sé que no es de mi cabeza ni mi imaginación.
Canta bajito, agudo, voz de nene, hace fuerza con la garganta y tiembla como una vara de acero. Oigo al nene cantar cada vez que algo pasa.
O mejor dicho, sé que algo está pasando cuando oigo al nene cantar. No falla.
Canta como un cielo, el lamento del mar y los primeros rayos del invierno. Tiembla el nene ternura al cantar, vibra como una pluma clavada en el viento.
Si mi vida da un giro, el nene canta. Si el mundo da un giro, el nene canta. Cada vez que el camino del destino pierde una capa de misterio, el nene canta para mis oídos.
¿Nadie más lo escucha, al nene que canta con pulmoncitos sedientos? ¿Serán todos tan sordos que no escuchan, un nene canta caña del desierto?
A veces canta riendo. Anoche con las velas, lloraba cantando.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Como pan al sediento

El pescador de perlas moría de hambre a la orilla del mar, cuando creyó que era una alucinación. Pero no: un durazno gigante llegaba flotando hasta él. Lo agarró y lo llevó hasta la sombra, pensando en que podría saciar su hambre, pero cuando lo abrió encontró, dentro del durazno gigante que empezó a evaporarse, un huevo de avestruz. Preparó un fuego para poder cocinarlo, pero cuando lo partió en una gran sartén que tenía, el huevo y la clara se vaporizaron y le dejaron un coco de tamaño considerable. Fue a buscar una piedra afilada y cuando después de muchos golpes pudo partirlo, el coco desapareció en el aire y dejó en sus manos un durazno de tamaño regular. Se encogió de hombros y le dio un mordisco, y al hacerlo el durazno se deshizo y se encontró con un huevo de gallina en la boca. Rápidamente lo rompió sobre la sartén y encontró un pequeño coco. Lo rompió de un golpe y encontró un duraznito todavía verde. Lo mordió y encontró un huevo de colibrí. Cansado y con más hambre que nunca, tiró el pequeño huevo a las piedras de la orilla del mar. Y como se fue caminando de espaldas y refunfuñando, no vio que del huevito fracturado brotaban sin cesar perlas preciosas.

Condición humana L

Hoy se levantó temprano y la cama explotó cuando él se paró. El microondas tuvo un corto y estalló apenas sacó la taza de café, que después se estrelló en el fondo de la pileta cuando la fue a lavar. Juntó los pedazos rotos, los tiró al tacho de basura que explotó de inmediato, y cuando se dio cuenta la pileta de la cocina ya había explotado llevándose la pared que daba al exterior. Por primera vez en el día, el hombre se enojó. Salió de casa dando un portazo, y escuchó que a sus espaldas la puerta volaba en pedazos y la casa, poco a poco mientas él caminaba hacia una esquina, se desplomaba en mil partes. El colectivo chocó a mitad de recorrido contra un avión, hizo el resto a pie mientras puestos de diarios y perros explotaban a su alrededor. Llegó a su oficina y el día anterior todos habían sido despedidos, se encontró con su jefe que le pidió un té. Cuando se lo llevó lo encontró reventado sobre su escritorio con una pistola al lado. Tiró el te con fuerza por la ventana, gritando, y el edificio colapsó mientras él huía. Huyó, huyó mientras podía, cerrando los sentidos, para un lado y para el otro, la ciudad era una marea infinita de reflujos y corrientes imprevistas. Llegó a la noche a su casa, la encontró como estaba la noche anterior. Entró por la puerta, dejó las llaves con cuidado en el llavero, las oyó tintinear suavemente. La cena estaba congelada. El microondas la calentó. Se bañó con agua fría, se secó y se metió en la cama. Con suerte mañana todo fuera mejor.

Ayer el Mangaratiba me mató al Portuga. Hoy el Sarmiento se llevó otras vidas. Mañana, con suerte, será mejor.

lunes, 20 de febrero de 2012

Genética risa

Recuerdo haber tenido un amigo negro. No era un gran amigo, más bien compañero de voley; si hubiera tenido más imaginación a lo mejor hubiera sido diferente. Me acuerdo que era una sensación estar cerca suyo porque te reías mucho, no porque fuera gracioso sino porque era muy ingenuo y simple, y cualquier cosa, cualquier chiste malo o accidente tonto le causaba muchísima gracia. Y se reía así como se ríen los negritos de las películas, con muchas ganas de mostrar los dientes y achicar los ojitos, y si algo le provocaba una carcajada directamente levantaba las manos y se ponía a bailar. Ahí nosotros explotábamos de risa. Debe ser genético se me ocurre, esa forma de reírse y demostrar su alegría. Qué sé yo. Conozco gente que se queda sin aire y se dobla a la mitad, gente que tiene que sentarse. Yo sé que bizqueo y pongo cara de pony enojado, pero se me ocurre que debe ser lindo bailotear espontáneamente cuando a uno no le alcanza con reír.

La última bloggada

ratbatio

Ése fue el último captcha que vi al estilo viejo de blogger. Ahora son distintos. Son como esos captchas que tiene el facebook, los servidores de descarga, las páginas de inscripción a cualquier foro.
Todavía recuerdo el primero que vi, de los captchas viejos. Fue la primera vez que entré a lapizverde.com y comenté qué lindo un dibujito y saltó ese cartelito, pidiéndome el captcha. (Ahora lapiz verde se fue a la concha de la lora, ni recuerdo de los captchas.)
Y recién, hace unos minutos, fui a firmar en un blog de rutina, y me encontré estos nuevos captchas virósicos, invasivos, monopólicos. No me gustan. Son negros, están corroídos. Antes eran verdes, amarillos, azules, ahora están muertos.
Y además son dos palabras. Lo cagan todo.

domingo, 19 de febrero de 2012

Cotard

Dicen que no estoy muerto, que estoy enfermo, que algo falla en mi cerebro. Pero para serles sincero, no tengo cerebro. Se los expliqué mil veces: estoy muerto. Hace ya dieciséis años que estoy muerto y eso no tiene cura. Fallecí durante la noche. A la mañana me di cuenta por primera vez que ya no tenía pulso, a la tarde empecé a oler mal, a descomponerme, a la noche no sentía si un rastro de lo que llaman alma (no puedo explicarles lo vacío que se siente no tener más espíritu, porque uno tampoco puede explicar lo que se siente tenerlo). A los pocos días mi cerebro y mis entrañas se habían licuado, los nervios no respondían, era piel y huesos poniéndose viejos fuera de la tumba, que es donde debían estar. Pero no, mi señora, mi hija y los médicos afirmaban que estaba bien, un poco flaco porque ya no comía (¿qué comida necesita un muerto?), y con una falla en el cerebro. ¡Pero claro, idiotas, con un cerebro coagulado quién no tiene fallas cerebrales! En fin, en vida no fui alguien impulsivo ni tozudo, así que me convencieron para analizar mi cadáver, vi a cientos de doctores que me pusieron en cientos de máquinas y me hicieron cientos de análisis de sangre (no tengo idea de por qué no me hacían una autopsia y listo el pollo), y tuve que hablar con otros tantos sicólogos y siquiatras que me preguntaban mil cosas, me hacían mil tests y me querían hacer tragar todo tipo de píldoras, cuando incluso el agua que me vertían el la boca se colaba por los pulmones secos. En fin, no me resistí. Y decían que eso era una mejora, algo inusual en la gente muerta. Yo nunca supe que un muerto se resista a nada, para ser francos. Llevo así dieciséis años. No hago nada, desde ya: un muerto no trabaja, no lee diarios, no hace las compras, no lava el auto, no cría a sus hijos huérfanos ni llama a su viuda, no juega con el perro ni pasea. Una facultad compró mi cadáver y ahí me tienen. Con tal de que les deje meterme comida procesada por un tubo dos veces por día y le dé un par de vueltas al pabellón después, puedo pasar todo el tiempo que quiera mirando tele. No sé si para los demás será una gran vida, para mí es una buena forma de pasar la muerte.

Cuz here they come

-¿Escuchás vos también esa música?
-No, es tu corazón bombeando sangre.
-¿Sentís como tiembla el mundo?
-No, es tu propio vértigo.
-¿Ves vos también cómo todo se vuelve difuso?
-No, es tu conciencia nublándose.
-¿Oís ese zumbido que escucho yo?
-Que no, flaco, son tus oídos que zumban. Es tu cerebro que no aguanta más esto.
-Estoy mareado y confundido... Pero tenés razón. Tengo que hacer algo.
-Hacelo ya.
-¿No ves vos también que ya lo estoy haciendo?
-Sólo te veo ahí s... Ah.


Fragmento de Chinowsen:
"[...] Juli y yo nos miramos mutuamente por sobre el tablero del TEG. Ahora teníamos una posibilidad de aplicar tácticas maquiavélicas en la vida real y a ninguno de los se le ocurría nada. Dumbo nos estaba mirando expectante, pobrecito grandulón, cuando se escuchó el timbre de abajo
—¿Esperabas a alguien?
—Nunca espero a nadie —dije, yendo hacia el portero—, pero hoy todos se cagan en mí… ¿Hola?
—Dejame subir. —La voz de locutora sexy.
—¿Y? —preguntó Juli, asomándose.
—Llegó Pocitos.
—¿No era que venía después?
—Así me había dicho —mentí, fingiendo sorpresa.
Pero cuando abrí la puerta del departamento y entró Pocitos pálida y transpirada, me sorprendí de verdad. La hice pasar y se sentó en la misma silla que había ocupado el Dumbo. Me miró extrañada, después miró a Juli y al otro grandote. Noté que temblaba.
—Vi al fantasma —dijo con voz nada sexy—. El fantasma de la china muerta se subió a mi ascensor.
Julián y yo nos miramos boquiabiertos.
—No jodas… —susurró el Dumbo desde atrás, perdiendo el aire—. ¿Era una muerta? Creo que yo también la vi…"

sábado, 18 de febrero de 2012

#81

Duerme bien. Despierta contento.
Piensa en colores. Piensa soluciones.
Cree en milagros. Cree en el esfuerzo.
Ve al hombre sincero. Sin modelos.
Libera pájaros. Respira cielos.
Huele flores. Planta bosques.
Ríe seguido. Ríe fuerte.
Llora lo que hace falta. Sin aspavientos.
Ayuda primero. Pide ayuda luego.
Fracasa alguna vez. De pie de nuevo. 

viernes, 17 de febrero de 2012

Bully mágico

La encontré cuando volvía del club. Por casualidad se me escapó la pelota al rebotar contra el cordón de la vereda y salió disparada, yo atrás de ella. La pelota terminó abajo de un arbusto y cuando me agaché a buscarla, vi esa otra cosa. Verde, brillante, fantástica. Huyó lo más rápido que pudo, aterrada y torpe. Yo me abalancé y, antes de que se colara entre los barrotes de la reja de una casa abandonada, le puse una mano arriba. Sentí golpes y arañazos en la palma, pero no me hicieron nada. Con cuidado puse la otra mano por abajo y pude levantarla del piso. Miré la pelota, todavía abajo del arbusto, y dudé un segundo. Pero miré alrededor y vi que no había nadie. Corrí apurado a casa, como pude abrí las puertas y la dejé a atrapada abajo del vaso. Con un diccionario arriba. La contemplé embelesado unos segundos antes de ir a buscar mi pelota; ella me miraba aturdida entre su desesperación, su decepción y la angustia. Fui y volví en menos de cinco minutos, y gasté el resto del día en ver a mi presa verde, brillante y fantástica languidecer bajo el diccionario. A la noche la metí en una jarra con tapa agujereada y la escondí adentro de mi baúl. Antes de dormirme me sentía el bully más mágico del mundo.

jueves, 16 de febrero de 2012

Vos viento loco

¿Adónde vas viento que corrés tan rápido? ¿Adónde llevás las hojas las plumas y las lágrimas, vos viento, adónde te llevás la humedá de esta lluvia tan pasajera que recién cayó? Dejala, dejá la brizna, dejá el rocío, dejá el mundillo así como lo encontraste por diez minutitos más. Dejame esta sensación y yo te regalo mi casa, las sábanas lalfombra y las cortinas, hacé con las sillas lo que quieras, viento loco, llevate todos mis cuadernos de canciones y pañuelos. Pero dejame el jardín, no bailes más acá, no muevas lo que quieto está, dejalo así cinco minutitos, dejalo un ratito, dejalo, andá, que me gusta mucho mi jardincito y mi paz.

Fotos de fantasmas

Me gustan las fotos. Me gusta la fotografía en general, y las cámaras, y sacar fotos por mi cuenta, con mi propia cámara y mis propios dedos. Ver el mundo en un encuadre es lo que me gusta, secciones de realidad, ponerle bordes arbitrarios al ojo, acomodar las cosas adentro de esos bordes. Soy bastante minucioso al respecto, cuido las composiciones, busco la forma de eliminar todo objeto, luz o sombra que moleste a la retina o que distraiga, le doy veinte vueltas a cada cosa, agarro así, pruebo asá, me trepo a una silla y me tiro al piso, saco tantas fotos como haga falta.
Es por eso que me molestó una serie de fotos que saqué hoy. Estaba jugando con una sombrilla y una pelota de playa sobre el asfalto del estacionamiento del supermecardo que se incendió, cuando de repente, al poner zoom en una de las fotos que acababa de sacar, vi caras. Caras blancas, blandas, alargadas, de profundos ojos negros, pelos erizados y bocas caídas, caras asomándose por cada hueco del edificio quemado. Entonces levanté la vista y miré directo a la construcción, mitad derrumbada y con grandes manchas del humo, y no vi ninguna cara. ¿Qué hacían ahí en la cámara entonces? Volví una foto para atrás y vi que las caras estaban también en esa. Saqué una foto nueva y las caras volvían a aparecer. Esto no sirve así, me dije, borrando todas las fotos de la memoria de la cámara con violencia. Esas caras distraen la atención. Plegué la sombrilla, guardé la pelota y me volví a mi casa.

martes, 14 de febrero de 2012

Araña Valentín

Había una filita de hormigas yendo por la vereda, y el linyera culo para arriba mirándolas de cerquita. Cada tanto lanzaba un asombrado grito de "mirá esa, lleva una flor entera", "un bicho bolita, un bicho bolita", "una vaquita de san antonio, mirá, mirá", "una pata de escarabajo, lleva una pata de escarabajo".
Cuando se cansó de mirar a las hormigas se tiró a mi lado, exhausto, y al rato me señaló a una pareja adolescente que pasaba con un helado por la esquina. Acto seguido señaló un casalito de torcazas y un par de arañas que bajaban juntas por un tronco.
-Los solteros siempre nos quejamos del día de San Valentín -dijo serio, meditativo-. Pero los más desafortunados son los machos de viuda negra, ¿no?
Y se rió tan fuerte de su chiste que las dos torcazas se espantaron.

lunes, 13 de febrero de 2012

Feel like 5 years old

En el tren, a la mañana, a mis espaldas había un nene que hablaba con la madre. Precocito me pareció, divertido. Hasta que me di cuenta que yo hablo igual.
Después, mientras comía en el trabajo, me aburrí de las conversaciones que me rodeaban y me puse a jugar con las migas del pan. Hice la cara de un chanchito.
Hace un rato, en lo de la abuela, se hablaba de la muerte. Cuando me miraron yo simplemente me encogí de hombros y saqué el labio inferior para afuera.
Recién, cuando me di cuenta del gesto que había hecho en lo de la abuela, me ruboricé, y cuando me di cuenta que me ruboricé, me ruboricé más.
Mas sí, terminé diciendo, no está mal sentirse como si tuviera cinco años. Y giré fuerte en la silla iratoria de papá antes de ponerme a escribir.


Cambiando de tema, sé que el fabo testea las publicidades que te aparecen a un costado y te catalogan para afinar el target de sus productos y servicios. Pero pasar de tener publicidades de mercadolibre y de juegos online a "no me quieren ni para dejarme: diario de una chica virgen a los 29 que quería dejar de serlo antes de los 30" y "Boston Medical Group: si tenés problemas de Erección, Eyaculación Precoz o Falta de Deseo consulte hoy mismo a BMG, líder mundial en sauld", es caer muy bajo. Incluso para mí. No me gusta que el fabo saque conclusiones.

domingo, 12 de febrero de 2012

Bolsillo misterioso

Guardo en un bolsillo todo tipo de cosas: cartas españolas, cassettes, un reloj, una rosa, una cajita de música que se ríe como un nene cuando la abrís, tres plumas de pavo real, una alfombra persa, muchas fotos, varias drogas, un pelo de hada, una colonia de abejas, un monóculo, restos de naufragios, un tarrito de perfumes, acuarelas, algo de aire y algo de smog, un sombrero mágico, un dvd virgen, ositos de peluche, cadenitas de oro, mariposas, castañas, bastones de viejos, caleidoscopios, palacios en ruinas, manijas con brillantes, termómetros, papel glasé, canillas oxidadas, luces de boliche, un auto que vuela, un espejo con tu sonrisa. Y también escondo, en lo profundo del bolsillo, la entrada al mismo bolsillo.

sábado, 11 de febrero de 2012

Receta para empezar bien el día

1. Escuchar una canción que te gusta mucho, esa que suena en tu cabeza;
2. Escuchar una canción que hace mucho tiempo no escuchabas, cuanto más vieja mejor;
3. Escuchar una canción que no conocías, dos veces;
4. Escuchar una canción que creés que no te gusta y tratar de refutarlo, o confirmarlo;
5. Apagar todo y escuchar durante un minuto cómo crece el día del otro lado de la ventana.

Hola buen día, gracias por esperar veinte minutos.

viernes, 10 de febrero de 2012

Besos al aire

El otro día vi por casualidad, entre los brazos de la gente que se cuelga en el tren, una de esas caras que te hacen pensar en que soñás despierto, que te dan ganas de cojerla a besos. Cara manzanita, boca por defecto sonriente, pómulos rosaditos, pellizables, ojos grandes y almendrados, muy negros, pestañas como puentes de sueños, pelo ondulado. Y el novio al lado, rapado, canchero, con reloj dorado. Le comentó algo señalando por la ventanilla que ella no escuchó; él dio media vuelta, la miró e intentó comerle la boca (esa boca con sonrisita suave por defecto) pero ella lo esquivó, sacó la cara y el flaco le dio un beso al aire. Sentí vergüenza por él, pena por ella y alegría por mí. Alegría porque me dan ganas de reír cada vez que los recuerdo.

Una siesta nada más

Si pudiera dormir veinte años y despertar como hoy... Si pudiera escuchar la misma canción hasta Navidad y no olvidarla nunca más... Si pudiera meter la nariz en una flor, la cabeza en un árbol verde, el cuerpo en la primavera, y dejar de pensar... Si pudiera hacer la plancha sobre el mar y no volver nunca más... Si pudiera cerrar los ojos y volar.... Si pudiera vivir en una noche musical... Si pudiera prestarle atención a los grillos y a los pájaros... Si pudiera explotar las ciudades, o reconstruirlas, o apilarlas, hacerlas laberinto. Si pudiera ser yo nomás, si pudiera ser como vos, si pudiera ser un dios mortal y volver a ser yo otra vez. Si lo tuviera todo... si conservara la ansiedad de no tener nada, si pudiera conquistar la total libertad... Si pudiera dormir, dormir y despertar.

Saltando rayuelas

-Mirá a los pibes -dijo el linyera. Era lo primero que decía después de una larga ausencia. Nunca daba explicaciones, simplemente reanudaba como si nunca se hubiera ido-. Rayuela -señaló.
Vi que tres pibes saltaban en la vereda pero no vi el dibujo con tiza porque yo estaba echado en el piso. Aún así supuse que estaba ahí.
-Parece algo de otra época, ¿no?
-Rayuela... -repitió, relamiéndose los labios-. Habría que ir y decirle a esos chicos que la rayuela es la única cosa de la vida en que se llega a la meta saltando, salteando...
Siempre volvía más pesimista que de costumbre cuando se ausentaba unos días. Así empecé a sospechar que en esos raptos intentaba buscar a su familia, o que la visitaba, pero nunca pregunté.

jueves, 9 de febrero de 2012

La tardecita

Hoy por un momento respiré. Abrí los ojos, me saqué los anteojos y miré alrededor. La tardecita estaba tranquila, diría que la calma se vistió de tarde. Apagué la compu, aparté la silla, levanté del todo la persiana y saqué el mosquitero de su lugar. Mirando nada y sin dejar de mirar pensé en la última vez que sentí así, que sentí eso. Antes toda mi vida era sentir eso, y hacerle nada. Cuándo fue la última vez que pensé historias para el musgo de la pared, cuándo fue la última vez que vi la mutación de las nubes. Cuándo fue la última vez que escribí una canción, o que empecé un poema sin saber cómo terminarlo, cuándo fue la última vez que escuché, como si fuera por primera vez, somewhere over the rainbow. Cuándo fue que dejé de imaginarle historias a la gente, cuándo fue que dejé de preguntarme cómo eran mis papás de nenes. Cuándo fue la última vez que me dejé llevar por una canción que no conocía, cuándo fue la última vez que creí escuchar que un duende reía. Cuándo dejé de jugar con jueguetes, cuándo dejé de pensar en barriletes, cuándo dejé de extrañar todo esto, cuándo dejé de ser todo esto.
Hoy, en un momento que respiré, sentí un ataque al corazón. La tarde anochecía y era la calma personificada. Escuchaba coches y bocinas que volvían a sus casas. Me sequé la cara y fui a la cocina para charlar con las cucharas.

martes, 7 de febrero de 2012

Mis siete locuras leves

La número uno: sigo soñando con finales alternativos de Lost. Sé que no parece la gran cosa, pero despertar seguido con la idea de que Locke es el papá de Hurley o de que Ben Linus tiene un hermano gemelo no me hace bien.
La número dos: constantemente miro por la ventana y digo que está lloviendo. Salgo al patio a ver cómo se mojan las plantas, o agarro un paraguas para salir a algún lado, o voy a ver si entra el gato, y descubro en ese momento que no estaba lloviendo, que hace días que no llueve.
La número tres: tengo memoria daltónica. Es decir que veo los colores lo más bien en vivo y en directo como cualquier otro, pero en mis evocaciones les cambio el color de ropa a la gente, pinto las casas diferente todos los días, le tiño el pelo a todos, y nunca sé de qué sabor eran los chicles que ya escupí.
La número cuatro: no tengo consciencia ninguna de la plata. No quiero pagar ciento veinte pesos en cable, internet y teléfono, pero gasto más de trescientos en el celular. Me amarga pagar cien pesos en una bici y estoy feliz de gastar doscientos pesos en una peli y comer pochoclos.
Seis: abro diez u doce ventanas de youtube y cargo diferentes videos (generalmente videoclips de canciones) y manteniendo apretado Control y Tab miro todos los videos a la vez. Y los entiendo.
La número siete: le robo locuras a otra gente. Leo algo en un blog, en cuantocabrón, veo a un tipo de la calle, me cuentan de alguien, y empiezo a hacer lo mismo apenas me distraigo. Seguro que hay gente a la que le pasa lo mismo.

domingo, 5 de febrero de 2012

Micción nocturna

Soñé que me levantaba a la noche para ir al baño y las luces estaban apagadas, las teclas no funcionaban, la noche era noche cerrada. Salí al pasillo y caminé por mi casa, pero antes de darme cuenta no era más mi casa, sino el mundo entero, el mundo edificio, durmiendo. Alcancé con las manos una baranda fría y oí que más allá se abría la vida. Llegué a un pasillo colgante que se sacudía y rechinaba, no veía nada, todo lo intuía. Después hubo habitaciones por las que volé abriendo puertas que no estaban cerradas, y de a poco me iba poniendo más contento, casi cantaba. Sentía el olor del rocío, de la cena terminada, de la respiración de las plantas. Llegué hasta a una terraza donde estaba colgada la ropa de toda la eternidad, la ropa diaria, las sábanas usadas en la intimidad. Mis dedos sentían los pliegues mojados, botones brillantes, telas gastadas. Se alegraban el oído, el tacto, el olfato, ya que los ojos no captaban nada. Me topé con una pared, y apoyándome en ella le di una vuelta, encontré una escalera de manos que tintineaba contenta. Subí infatigable, riéndome del viento que me zarandeaba, de la tierra que se alejaba, subí hasta arriba de todo. Allá hice equilibrio, sabía que cuatro cornisas me rodeaban, pero no temía nada. En la cima del mundo durmiendo, de noche, feliz por dentro, me bajé el pantalón y solté la meada.

Podés

Cuando quieras algo, no te dejés caer.
Cuando te empujen, pisá con dos pies.
Cuando caigas, no cuentes hasta diez.
Cuando estés en el piso, parate.
Cuando te aplasten, mordé.
Cuando te aplasten y asfixien, rodá.
Cuando te encierren y apaguen la luz, cavá con las uñas la pared.
Cuando te estén por matar, llamá fuerte.
Cuando estés muerto, reseteá.

sábado, 4 de febrero de 2012

Lágrimas en cadena

Estaba el tren varado otra vez, lleno de gente y con una bebé llorando. Afuera los edificios de departamentos, las callecitas estrechas, la ropa tendida al sol, los autos estacionados, la ciudad me parecía un enorme páramo, el más estéril de los desiertos. Adentro del tren, entre cien personas que no estaban donde querían estar porque nadie quiere estar en un tren varado, estaba esa beba que lloraba desconsoladamente. Se notaba que no era el llanto del nene malcriado, sino que estábamos presenciando la tragedia de una criatura de un año. Qué irritante me pareció al principio, quería que el tren arrancara y la nena dejara de llorar. Pero no pasó ni lo uno ni lo otro, y para cuando se cumplieron más de veinte minutos de inmovilidad empecé a sentir un poco de pena por la bebé. Me acordé que yo también una vez fui bebé y que lloraba igual por cualquier cosa; que lo que para la bebé era el fin del mundo no lo era, de la misma forma que mis propios fines del mundo no eran tales, y que también a mí me gustaría poder llorar como ella lloraba, sólo para soltar un poco la garganta, la cara, los puños.
De repente me crucé con la mirada de un viejo y le vi los ojos húmeros. ¿Pensaría lo mismo que yo? Indagué en las caras de alrededor y vi a una señora dormida a la que se le caía un lagrimón, un flaco con auriculares con el cejo arrugado y a un abogado que se restregaba los ojos. Tal vez sí, tal vez pensaban lo mismo que yo. Y antes de darme cuenta me largué a llorar. Despacito, sintiendo que el agua caía como si nunca hubiera caído por antes sobre mi cara, y el viejo asentía y lloraba también. Me sorprendió un llanto adulto que venía del fondo del vagón, compitiéndole a la bebé, y yo también solté un gemido dolorido. Alguien me puso una mano sobre el hombro y empezó a temblar, conmovida por tanta angustia. Llorábamos todos en el vagón, doblados en dos, erguidos, hechos una pelota en el asiento, apretándonos la cabeza. Arreciaba el llanto en mis cachetes, me mojaba la ropa y resbalaba hasta el piso.
Después el tren arrancó, el moqueo disminuyó, bajaron algunas personas, subieron otros extraños, y salvo la atmósfera extraña y húmeda de nuestro vagón, nada volvió a pasar.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Mejor será

Desde las medias de nylon chamuscadas sobre su piel mojada, el borde quemado del sobretodo, el collar de plástico derretido, todo en ella daba la impresión del desamparo más absoluto.
-¡Que no te quedes abajo de la lluvia! -repetí, tratando de superar el sonido del aguacero. -¡Vení!
-¡No quiero volver a entrar ahí! -dijo-. Esa fábrica tiene la culpa de todo... No voy a volver a entrar ahí.
Su murmullo se perdió con la alarma de la fábrica, que volvió a sonar. La miré indeciso. No quería dejarla ahí, se iba a enfermar, pero tampoco quería estropearme la campera de ante. No: la prioridad era esconder la evidencia.
-¡Si no vas a venir acá, por lo menos andate, antes de que lleguen! -dije, y fastidiado por todo me di vuelta y empecé a buscar en penumbras algo que me sirviera de combustible para quemar esa maldita carpeta.
Muchas cosas fueron cambiando, pensé acariciando mi campera de ante, pero seguimos siendo los mismos cagones.

Dos nubes peculiares

Hoy vi dos nubes peculiares.
Una era alta, esbelta, blanca.
La otra era chata, violeta, muerta.
Una me llevó a otras dimensiones,
la otra me escupió devuelta a la tierra.


Hola febrero.