jueves, 9 de abril de 2009

El Hombre Libre

Llegará el amanecer del Hombre Libre. Será tan libre que habrá dejado atrás las nominaciones de Homo (Erectus, Sapiens y Sapiens sapiens) junto con tantas otras cosas. Será un hombre con un pensamiento de velocidad impensada, con movimientos físicos tan certeros, concretos, silenciosos y económicos que no se los sentiría. El Hombre Libre no distinguirá la rutina de la innovación, porque no se ata a estos conceptos y será feliz en una y otra, alternándolas de forma tan pareja y casual que no será posible seguirle el paso. No tendrá hambre ni sed ni ninguna clase de instintos o necesidades, sino que se nutrirá del aire de forma tan natural que nadie podría darse cuenta. Soñará y estará despierto y no tendrá accidentes. Su cerebro no se adormecerá ni sus cirujanos veterinarios tendrán temblores. No conocerán el trabajo, sino el tiempo libre, durante el cual trabajan y realizan quehaceres, totalmente camuflados (como si fueran juegos), con el ocio y los juegos, que también parecen trabajos, y a la vez ocio.
El poder y la gloria del Hombre Libre radicará en su imaginación, que será siempre igual y no hallará límites tampoco, sino que será tal su potencial alcanzado (el sumo) que la imaginación estimulará sus creaciones e inventos. Así, nada le será imposible salvo el mismo imposible; pero en ese caso, el Hombre Libre no lo verá como una imposibilidad, sino como una alternativa elegida. Y radica aquí, también, de la mano con su gloria, el origen de su ocaso como raza: ante lo imposible, la libertad no existe, y por más que sean tan liberales como para convencerse de que ellos elijen la vía posible, su contradicción (aunque libre contradicción) los detonará y morirán, sin saber cómo, de hambre.

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