martes, 30 de octubre de 2012

La gota de ciruela que resbala por el mentón

Un día sentí algo negro y pesado que subía a mi cabeza y me desvanecí sin saber nada más.
Cuando desperté, una sombra de colores apareció ante mi vista nublada, puso una mano en mi frente y después habló con ansiedad:
-Un carretilla vacía rodando por una calle de asfalto...
Inmediatamente vino a mi cabeza el sonido metálico e irregular.
-...¿podés evocarlo, podés escucharlo en tu memoria? -preguntó-. Un llavero de portero de colegio, un racimo con veinte llaves colgando, pesado, tintineando cuando camina, lleno de reflejos opacos y plasticos de colores: ¿podés imaginarlo, podés verlo con los ojos cerrados? El sonido del obturador de una cámara de fotos un día soleado. Cien palomas picoteando en una plaza que se espantan cando pasa un colectivo. El viento fuerte en los labios. El murmullo del aire en las hojas verdes de un viñedo... ¿Podés evocar todas estas cosas? ¿Podés jugar con ellas?
Asentí sonriendo, y comprendí que estaba vivo de nuevo.

lunes, 29 de octubre de 2012

Condición humana LVIII

Hay una puerta con cincuenta picaportes. Unos queman, otros electrocutan, unos cortan, otros pinchan, unos hielan, otros emponzoñan. Hay uno sólo que abre la puerta y no se distingue de los demás pues son todos idénticos. La puerta fascina y repele. No se sabe a dónde abre, ni se sabe quién pudo abrirla, pero con frecuencia se escuchan golpes del otro lado (no se sabe quién o qué golpea la puerta), y eso despierta ansiedad y excitación en todos los hombres.

sábado, 27 de octubre de 2012

Sueño de una noche empelotado

Anoche estaba acostado boca arriba al borde de la pileta y veía la luna casi llena que brillaba como una linterna incrustada en lo más profundo del océano. Cada tanto una nube fantasmita del montón que salpicaba el cielo cruzaba frente a la luna y se aureolaba, se vaporizaba, se irisaba como un arco iris, y seguía de largo.  Todas las nubes seguían una lenta migración al Este, y con ellas iba mi pensamiento: cruzar la Mesopotamia sobre una feta de jamón voladora; dibujar mi nombre en la Muralla China; pelear con paraguas vietnamitas como espadas; regar con tinta azul un cerezo budista en Japón.
En eso vi que una nube cruzaba frente a la luna en sentido opuesto. Única, solitaria, se movía hacia el Oeste. ¿No era la nube con forma de conejo que acababa de pasar hacia el Este? Mientras la miraba, atónito, fue disminuyendo su velocidad, y otra vez siguió el ritmo de las demás nubes y volvió a cruzar frente a la luna. Y otra vez frenó, cambió sentido de rumbo, y se cruzó. Así cien veces hasta que se hizo de día.

viernes, 26 de octubre de 2012

Nacional de los Colectivo de Recorridos Libres

Quiero que la Argentina se ponga a la cabeza de los países con festivales y movimientos neoculturales extravagantes. Así que pensé en un súper evento: un domingo al año celebraremos el Día Nacional de los Colectivo de Recorridos Libres. Básicamente, ese domingo elegido, cada colectivero de turno saldrá con su colectivo a cumplir su horario, pero con la diferencia de que andará por donde más le dé la gana. Los pasajeros simplemente tendrán que estirar el brazo ante un colectivo cualquiera, subirse, pagar un importe cualquiera, y disfrutar el viaje, disfrutando la intriga de no tener la más remota idea de a dónde irá a parar. 
Ni cómo va a volver.

jueves, 25 de octubre de 2012

Sorpresas urbanas

El otro día un chico de esos que esperás que de un momento a otro pelen celular con cumbia y reggetón, me quiso dejar el asiento porque me vio leer de parado.
El otro día un flaco de los que creés que salen a afanar a la salida de los boliches me llamó la atención para mostrarme que se me había caído un papel.
El otro día un tipo de esos que esperás que digan guarradas desde la obra en construcción me salvó de seguir dando vueltas, perdido, y al despedirse me deseó buena suerte, buen viaje y alegrías.
Perdón por lo escueto. Es que todavía me cuesta encontrar palabras.
Ya voy mejorando: en esos momento sólo alcancé a titubear "gracias".

miércoles, 24 de octubre de 2012

Mujeres urbanas

No sé si en todos lados son así, pero la generalidad de las mujeres en Capital tiene esa ambigüedad molesta de querer tenerlas todas a favor siempre.
A ver, flaca, nena, vieja, turra: no te me colés en la fila cuando estoy esperando el bondi desde hace dos minutos más que vos. Si igual probablemente te deje pasar. Aunque sea dame la opción de no ser caballero, no me obligues a ser el garca que te diga "flaca, la cola sigue atrás mío".
A ver, flaca, miniatura de la naturaleza con bebé en brazos: atrás mío hay cincuenta individuos de contexturas varias esperando a que se abra la puerta para empujar y salir a destino. O sea, por más que intente hacer algo con la gente que se abalanza, el hecho de ser una adolescente con un bebé en brazos no te salva ni a vos ni al bebé de la inminente tragedia. Sé humana, correte a un costado, después siempre vas a encontrar un gil que te de el lugar.
A ver, genia con bastón invisible y estadio físico de momia, ¿apurada por bajar? ¿Adiviná qué?: yo también. ¿Adiviná qué más?: apenas la puerta se abra yo ya estoy saltando camino a la esquina, mientras vos, mequetrefe con pelo teñido, vas a esperar a que el colectivo se detenga a cero para animarte a soltar una de las dos manos que te mantienen aferrada al caño, y recién ahí vas a bajar al primer escalón, después el segundo, después la calle. Frenaste a todos los que estábamos apurados, ¿por qué no me dejaste pasar a mí primero cuando me viste caminar hacia la puerta? Morite. Por tu culpa perdí el tren.

lunes, 22 de octubre de 2012

Turn the inside outside

Un día desperté y encontré que todo el mundo se había convertido exteriormente en lo que siempre fue interiormente. Así fue que la vecina no era más que una cosa escuálida con enormes orejas y enorme boca repulsiva que contaba chismes incesantemente mientras sostenía un palo de escoba raído. El colectivero era un pequeño enano engreído que gritaba a todos los pasajeros y pataleaba y apenas podía controlar el vehículo. Un tipo enorme, gigantesco y bonachón, sonreía a todos y fue el único que se paró para dejarle el asiento a una anciana que parecía una bola de estambre.
La capital estaba poblada de monstruos grotescos, cosas que parecían duendes mendigos, trasgos en oficinas, hadas humildes, quiosqueros con varias caras. Mi jefe era un pobre insecto gigantesco que gritaba y que sangraba por la manga del pantalón, mis compañeros eran cosas reptiformes que se inflaban como sapos cuando hablaban y cuando nadie las veía se achicharraban como pasas de uva. La chica que me gustaba se movía como un robot cubierto de maquillaje descascarado.
El colectivo con el que volví a la noche era una gran masa informe y templada que me dio charla todo el viaje. Le pregunté cómo es que me veía, qué aspecto tenía yo, y después de analizarme durante un semáforo en rojo, se estremeció y no me quiso contestar. Comentó lo raro que estaba el clima y el aspecto tóxico de la tormenta que se avecinaba.

domingo, 21 de octubre de 2012

Cuestiones de asientos

Un colectivo. Asientos corridos del fondo. Una chica sentada en cada extremo, tres asientos vacíos de por medio. ¿Dónde me siento? En el medio, no hay que romper la simetría. En realidad me gustaría sentarme en el más cercano a la puerta, pero sé que los patrones sociales indican que tengo que sentarme en el centro, más que nada para no dar la idea de que voy a acosar sexualmente, ni nada por el estilo, a ninguna de las dos personas sentadas previamente. El problema serio lo tiene el tipo que viene detrás de mí, porque se siente a mi izquierda o a mi derecha (actualmente los únicos asientos disponibles) va a romper la simetría. Y  ambas chicas sentadas en los extremos saben, a esta altura del asunto, que el hombre va a pelear entre la idea de sentarse al lado de la más linda (claramente la de la izquierda) o sentarse al lado de la otra, para no parecer un pajero. Cosas del destino.
Estación de subte. Banco corrido del andén a Retiro. De lejos veo que hay sólo tres mujeres sentadas, me aproximo para sentarme y esperar veinte minutos, porque es muy temprano. Al acercarme veo, sin embargo, que el banco está íntegramente ocupado por tres mujeres y sus respectivos bolsos, a la derecha de cada una de ellas. Ni un resquicio para sentarme, ni un indicio de que alguna de ellas esté dispuesta a cargar el bolso sobre sus rodillas, como la constitución nacional obliga. De inmediato llega el subte, las tres mujeres se levantan y yo ocupo lugar en el banco vacío. Se va el subte, llega más gente al andén. Cuando me doy cuenta somos cuatro hombres y una señora sentados en el lugar que habían colonizado las tres mujeres. Llega un viejo con bastón y, tras intercambiar una mirada rápida con el estudiante que estaba a mi lado, hacemos colita pal costadito y le abrimos lugar. Seis personas sentadas, ahora sí es un banco rendidor.

viernes, 19 de octubre de 2012

Yo, mediocre

Esa sensación de culpa ante el desbordamiento. "Yo quería un piquito y me proponés casamiento y cinco hijos". "Quería dibujar un pito en un baño público y me querés convertir en remodelador de obras sanitarias industriales". "Quería un avión de papel y ahora me obligás a ser ingeniero aeronáutico". "Quería saludar a la abuela y ahora tengo que trabajar en un geriátrico". "Tuve una idea para un cuento y creció hasta una trilogía". ¿Realmente es mi culpa, realmente yo desencadené todo esto? ¿Es de inseguro, de injusto, temeroso acobardarse ahora? ¿No puedo decir "hasta acá yo, lo demás lo pensaste vos, hacelo vos"?
Antes lo hice. Hoy busco entre las juntas del embaldosado ganas y excusas que me recarguen energías, porque consume muchas energías dejar de ser mediocre.

Kmikze

...
Las presillas metálicas habían empezado a pincharme las costillas y el vientre. No sabía si algo se había corrido o si eran mis nervios y la contradicción en la que me habían puesto esos dos viejitos dormidos. Faltaban diez cuadras para llegar a la esquina de la plaza gubernamental, y la siguiente parada era justo en frente de la casa de gobierno. Si los viejos no se bajaban para ese momento, no sabía qué iba a hacer.
La chica del cárdigan rojo sentada al lado mío miraba cosas en un celular, y un par de veces, como sin querer, me había golpeado con el codo. La primera vez me dijo un "ay disculpá" suavecito, a lo que contesté con una sonrisa dura. La segunda vez dijo "uy perdoná, qué tonta, jiji" tan fuerte que el viejo entreabrió los ojos. Yo volví a sonreírle, incapaz de decir palabra, mientras asentía como un tarado.
El colectivo se iba vaciando de a poco. Podría haber cambiado de lugar porque quedaban varios asientos vacíos, pero no lo hice. Quería seguir viendo a los dos viejos que dormían, ahora con una mano entrelazada, con los cabeceos del andar en colectivo.
Se subió un guardia y nos revisó boletos y tarjetas con su lector de tarjetas. Yo sentí que mi cara transpiraba y la mano me temblaba cuando le alcancé la tarjeta. ¿Había pagado lo correcto, estaría todo bien, notaría el bulto extraño abajo de mi rompevientos o la piola de metal que tenía en el interior del bolsillo? No pasó nada de eso. Revisó la tarjeta de la chica y fue a despertar a los dos viejos.
"Disculpá, ¿te sentís bien?". Me había hablado la chica, poniendo cara circunstancial, mientras guardaba su tarjeta. "¿Eh? Sí. Bien. Gracias". Me miró con recelo, frunciendo la boca. Después miró mis manos sobre mis rodillas, y temí que las encontrara sospechosas, así que las metí en los bolsillos de la campera y después me arrepentí. Me había dicho a mí mismo que no metiera las manos en los bolsillos porque era peligroso, cualquier movimiento inadvertido y se arruinaba todo el plan. "¿En serio estás bien? Te veo pálido..."
Miré rápidamente para otro lugar y vi que los dos viejos se estaban bajando. El corazón me dio un brinco. Miré por la ventanilla y estábamos en la esquina de la plaza. La parada siguiente era la final. Para mí.
Decidí hacer un acto de buena persona y encaré a la chica: "¿Vos no te bajás acá?". Me miró y negó, algo divertida, alegrada por que le dirigiera la palabra. "¿Segura que no te bajás acá?" Insistí y me esforcé por sonar convincente, que entendiera. Pero no. Hizo un gesto que no entendí, y se llevó un dedo a los labios, para parecer sensual probablemente.
Respiré hondo y estiré las piernas. Listo, le había dado su oportunidad. Lo de los viejos no me lo hubiera perdonado, pero esta chica me daba francamente lo mismo. El colectivo arrancó, bordeó la plaza, dobló y cuando estábamos frente a la casa de gobierno, ese edificio brutalmente alto pintado de rojo y cobijando a toda clase de tiranos corruptos imbéciles y dañinos, me palpé por última vez el chaleco que tenía abajo del rompevientos, miré de soslayo la plaza y los edificios de alrededor, intentando imaginar cómo quedaría después de ser arrasados, y con suavidad tomé la piola metálica que se asomaba por el bolsillo. Tiré de ella con un poco de fuerza, por las dudas, pero sabía que el mecanismo funcionaba perfectamente.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Kmikz

...
Ella no debía llegar a los setenta, o los disimulaba bien con tintura cobriza en el pelo y alguna crema facial. Cuando los vi, ella ya estaba dormitando, el gesto un poco fruncida, la boca curvada hacia abajo, el brazo hecho un laocoonte con las correas de su cartera negra, así como su marido sostenía con un brazo de popeye una pequeña valija de cuero negro. Él tenía los ojos nublados por la somnolencia, pero miraba por la ventanilla intentando mantenerse despierto. Pelado, con unos penachos descontrolados de fondo, un sobretodo caqui, un reloj pesado. Él sí o sí tenía más de setenta. Su gesto era más plácido, más relajado.
Debían haber ido a tomar algo después de hacer un trámite o algo así, una salida inusual. Ella estaba bastante emperifollada, él parecía haber estado tomando un poco de más. Tal vez venían de la casa de alguno de sus hijos, o de un amigo de la infancia, de celebrar un aniversario para el cual tenían que hacer cuentas varias veces. Debían ser gente de plata, o haberlo sido, porque no cualquiera vivía por la zona de la casa de gobierno. Bah, pensé, todo depende de dónde se bajen. Y ahí me di cuenta que no quería que esos dos viejos estuvieran en el colectivo.
De repente el hombre me miró. Fijo, a la cara, a través de dos anteojos gruesos que ensanchaban sus ojos. Tenía ojos negros y parecía no tener pestañas, como un muñeco de hule. La mujer se movió y entreabrió los ojos también. Miró a su marido con ternura, siguió su mirada y también me miró a mí. Ella tenía idénticos ojos negros, casi sin pestañas. O eso me pareció a mí. Un sudor frío y pesado me corría por el pecho y la espalda, y no estaba en situación de sostener una pelea de miraditas con nadie, así que desvié mi cara hacia una chica bonita que estaba parada al lado de la puerta.
Tenía un cárdigan rojo y los labios pintados, iba escuchando música con unos auriculares grandes, de metal y plástico blanco, que le daban impresión de futurista. Vi que tenía una mano libre y la movía un poquito, siguiendo el ritmo de la canción que estaba escuchando. Tenía cierta elegancia, cierta soltura o flexibilidad, me di cuenta. Tenía piernas largas con las que cómodamente compensaba cada movimiento del colectivo. Debía ser alguien ágil, pensé.
"Permiso", escuché de repente que decía una voz a mi izquierda. "Disculpá". La mujer que se sentaba a mi lado se había parado y tuve que pararme yo también para que pudiera salir. Me di cuenta inmediatamente que la flojera de las piernas se había ido. Al darme cuenta de eso, también noté que volvía a palparme el chaleco abajo del rompevientos.
La mujer tocó timbre y la chica del cárdigan rojo, mirándome por un instante a la cara con ojos negros, pero llenos de pestañas y algo de delineador oscuro, sonrió agradeciéndome que me quedara parado hasta que ella se acomodara en el asiento recién liberado. Yo también sonreí y me volví a sentar en mi lugar.
Miré hacia la izquierda, para volver a mirar a la chica, y ella me estaba mirando, otra vez con la sonrisa. Me sonrojé instintivamente y evadí su mirada mientras ella se acomodaba sus auriculares con un pequeño movimiento. Era tal vez indicio de que estaba dispuesta a charlar un rato si yo iniciaba conversación. Pero no ocurrió nada de eso porque al mirar al frente, vi que el viejo y la vieja estaban dormidos. El tubo de luz los bañaba con beatitud. Como dos viejitos dormidos, esperando el apocalipsis.
...

martes, 16 de octubre de 2012

Kmkz

La noche estaba húmeda. La gente estaba abrigada con camperas y sobretodos, y un rompevientos negro me ayudaba a disimular mi pesado chaleco. Pero la humedad se filtraba por debajo del rompevientos y hacía que las presillas metálicas del chaleco, contra la piel, me dieran escalofríos.
Vimos el colectivo llegando, la primera mujer en la fila alzó el brazo y lo detuvo. Empezamos a subir. Yo era el quinto pero dejé pasar adelante a dos señoras y subí último. Sentía la garganta tan seca que no pude responderles el gracias con un de nada. Antes de dar ese pequeño impulso que suponía traspasar la puerta, eché un vistazo para atrás y los alrededores.
"Hasta la casa de gobierno", le indiqué al chofer, un tipo joven y con barba candado. "Con tarjeta". Pasé la tarjeta frente al lector pero se prendió una luz roja. Instintivamente me palpé el chaleco que tenía debajo del rompevientos, nervioso, acelerado. "Pasala de nuevo que no marcó", dijo el chofer de barba candado. Que la pase, que la pase, me repetí a mí mismo, y volví a pasar la tarjeta frente al lector. Una luz verde. Giré sobre mis talones y caminé hacia el centro del pasillo.
Es este, me dije. Es este mi colectivo, este es el colectivo. Las presillas metálicas del chaleco me dieron un nuevo escalofrío y sentí que se me debilitaban las piernas. El único asiento libre era el reservado para gente con movilidad reducida, los que van contracorriente, enfrentados al resto de los asientos. No quería que todo el mundo me viera y delatarme, pero creí que me iba a caer redondo ahí nomás. Así que retrocedí unos pasos y me senté.
Al principio no quise levantar la vista, mantuve las manos rígidas sobre las rodillas para refrenar el impulso de palpar el chaleco que se insinuaba abajo del rompevientos. Disimulá, me dije, disimulá, hacé como si nada. Levanté la cara y vi a dos viejos. No los había notado recién, al subir. Estaban en el primer par de asientos, después de la puerta del medio. Una pareja de viejos viajando en colectivo. ¿Hasta dónde habrán pagado boleto?, fue lo primero que me pregunté.
...

Pensando antes de dormir

A veces escuchamos cosas, ¿no? Cosas que escuchamos en el aula, en el tren, en la tele. La gente dice esas cosas y tal vez nosotros no las pensamos. Yo me acuerdo, por ejemplo, de compañeros míos riéndose de la creencia medieval de la tierra plana. Qué giles que eran, ¿no? O los griegos, ¿de verdad creían que un dios había convertido en araña a una mina?
Y no sé qué habrá pasado, pero a mí las derivaciones filosóficas de la física cuántica me suena a elefantes en el lomo de tortugas. Que las posibilidades de esto, que todo es posible, que en teoría es razonable que.
Las pelotas. Eso no existe. Y tampoco sirve. Tampoco vamos a comprobar nunca  empíricamente si todos los metales se dilatan, pero la realidad la construimos en base a que sí se dilatan. Y hasta sabemos cuánto y cómo cada metal.
Así que tampoco la mariposa en Pekin tiene un carajo que ver con el clima de Nueva York. Y sin embargo, el hombre que gastó una fortuna para saltar desde la estratosfera, la compañía que gasta millones en publicidad, los que dedican su vida a batir un record inútil, el multimillonario que baña en oro su auto y la agencia de turismo que le vende una pista de esquí en medio del desierto, están íntimamente relacionados con el chico que no puede pagar un pan, con la chica que es prostituida y nunca ve el sol, con los padres que tienen hijos y los ven morir, con el que tiene un accidente fatal por el mal mantenimiento de una ruta.
Cuando salió la película El precio del mañana todos estaban encantados. "Muchos deben morir para que uno sea inmortal", decía el malo. "Nadie debe ser inmortal", contestaba como eslogan. Pura verdad: nadie debe ser millonario, porque para que haya un millonario hay millones de pobres.
Sigamos pensando en las posibilidades de la física cuántica. Existe la posibilidad de que todo se arregle, solo, de pensarlo fuerte fuerte.

lunes, 15 de octubre de 2012

Brevedad

"Hoy la humanidad se encuentra con que tiene muchas cosas que debe hacer, pocas ganas para hacerlas, y cada vez menos tiempo." Dije, y esa es mi justificación para mi entrada más breve hasta ahora.

domingo, 14 de octubre de 2012

Testarudez

Me lo dijeron y repitieron mis maestras y profesores desde el jardín de infantes hasta el postgrado. Me lo dijeron mis familiares, mi sicóloga, parejas, amigos, vecinos, mascotas. "Martín, sos un testarudo". Y yo sonrío halagado. "Mi papá se cortó un dedo del pie con una máquina vieja de cortar el pasto en un descuido, y cuando compró una máquina nueva que tenía un dispositivo de seguridad para que ese tipo de accidentes no pasaran, lo primero que hizo fue desactivarlo porque lo veía incómodo de usar. Mi mamá, que fue fumadora toda su vida, un día decidió que los cigarrillos estaban muy caros y dejó de fumar así como así de un instante al otro, y sin complejos ni otros vicios ni nada." Esa es mi familia, me dan ganas de decirle a la gente, estos son los genes que llevo. Testarudo soy y peor todavía porque este Martín que estás viendo no va a cambiar. Testarudo correcto a veces es menos peligroso que un testarudo contento.

sábado, 13 de octubre de 2012

Marineros y morir colgado

-¿Te conté alguna vez que mi pasión fueron los marineros ?-preguntó con deliberada voz afirmativa. Me miró a los ojos (sé que me miró a los ojos incluso antes de que yo despegara lentamente los míos del diario y la mirara a ella) y se quedó a media sonrisa, expectante. Lo había dicho así, para provocar una respuesta, diseccionarla y estudiarla, para saber otra cosa de mí y principalmente que supiera otra cosa de ella. Lo había largado premeditadamente y en el momento justo. Probablemente esa mañana, mientras se lavaba los dientes, se le había ocurrido la idea de la pregunta y todo.
No respondí, obviamente, de inmediato. Tardé aproximadamente dos minutos. Un minuto y medio. Unos diez segundos hasta que terminé la columna que estaba leyendo y levanté la vista. La mantuve fija en toda su cara alrededor de medio minuto más. Volví al diario, no sin advertir de refilón su reticente desilusión, y después de seguir leyendo un rato más, comenté:
-De chiquito quería ser pirata, batirme a bordo y morir colgado.
Escuché su risa nasal al otro lado de la taza de cerámica, la silla que se corría y después el agua que iba limpiando la taza.

Para qué abrir la boca

Tengo el defecto de que nunca abro la boca para decir algo en mi provecho. Y aclaro: no es en beneficio mío y detrimento de otro, ni siquiera. Puedo dar consejos (y creo que puedo darlos buenos, hasta donde el límite de la responsabilidad me lo permite) o contar un chiste, pero si es algo que me va a ayudar, si es algo que me va a hacer bien, si es algo que estoy buscando, que necesito, fue, no puedo decirlo, no sé decirlo. No puedo pedirle que por favor baje el volumen o mejor apague el aparato. No puedo decirle hola, ni hola (eso es común igual). Ni qué decir de decirle de salir, obvio. No puedo decir a ver pará, revisemos el vuelto. Ni tocás timbre por favor. Ni permiso que esta es mi estación. No puedo decir me gusta lo que hacés. No puedo decir me caés bien, charlemos más seguido. También soy de esos que, por ejemplo, dicen que están bien después de que los atropelló el colectivo, que dicen que no les duele nada al médico total para qué generarle un problema, que dicen que no pasa nada cuando el bebé les vomitó encima, que se encogen de hombros cuando un gordo se cuela en una fila.
Pero a veces la suerte me sonríe, como hoy. Me alegro de haber encontrado hoy esta computadora en la facultad, loggeada en este blog. Es bueno encontrar un lugar para desahogarme y dejarle la responsabilidad a otro, que en definitiva sería a veces la solución de mi problema.

jueves, 11 de octubre de 2012

Dazzling

Deeper. Where the light is almost impossible to find, but shines more. Ahí se encuentra la imaginación, las posibilidades, el discernimiento. The deepest, where the hole is open to the skyes, where is no limit in the mind, nor the number. Donde el hombre se culmina a sí mismo incesantemente. Donde nace todo lo auténtico, donde lo falso no tiene cabida. Where everything cobra vida.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Denme tiempo

Necesito un día o dos
para entender
qué pasó hoy.
Necesito una semana o dos
para saber
qué responder.
Necesito un mes o tres
para aprender
qué lo causó.
Necesito un año, tal vez diez
para cometer
el mismo error.

martes, 9 de octubre de 2012

La caspa de Cristian

Al principio creíamos que era caspa, y le compramos un champú anticaspa. Pero el problema fue en aumento a pesar de todo. Cristian tenía pelo largo y ondulando, muy abundante y espeso, y estaba cada vez más lleno de cositas blancas. Fue entonces cuando empezamos a mirar con cuidado y nos dimos cuenta que lo que creíamos caspa, eran diminutas construcciones. Piensen en el diente de Lisa que desarrolla toda una civilización, y van a tener una idea bastante acertada de lo que pasaba en la cabeza de Cristian. Porque crecían diminutas ciudades entre su pelo, rascacielos desde el cuero cabelludo, ciudades colgantes, largos caminos transitados. Cuando lo descubrimos compramos varias lupas en casa, queríamos examinarlo todo el tiempo, y era divertido. Había cientos y cientos de ciudades y aldeas, cada rulo que corrías a un lado te revelaba nuevas estructuras minúsculas y fascinantes.
Pero llegó un momento, ya cuando empezaba a generarse cierto interés científico en la cosa, en que Cristian se cansó, fue a la peluqueria y volvió pelado.

lunes, 8 de octubre de 2012

La Pista del Desierto

Existe una pista de aterrizaje en medio del desierto, todos los pilotos del mundo la conocen. Es sólo la pista, el concreto, las luces, las señalizaciones, pero ni un solo edificio alrededor. Están la pista, y el desierto de arena. De noche se ilumina que es un espectáculo, suele enfriarse tanto que las lagartijas que se aventuran a cruzar dejan alguna pata pegada a la pista, congelada. De día se calienta tanto que los aviones que la vislumbran ven un gran rectángulo de agua o magma, cegador como el mismo sol.
Esta pista es una pista de suicidas y desaparecidos. El avión que allí aterriza no logra frenar a tiempo, se le termina la pista y sigue de largo y caen al desierto. Las arenas devoran al avión y sus pasajeros hasta que no quedan nada.

domingo, 7 de octubre de 2012

La abuela cantaba

Nunca supe que la abuela había sido cantante hasta que tuve doce años y ella se empezó a morir en el geriátrico. ¿Cómo que no? fue la reacción incrédula de todos los mayores de mi familia que mantuvieron el secreto escondido sin darse cuenta. ¿Nunca viste las fotos de ella, nunca escuchaste ninguno de los vinilos, la ropa del baúl, los recortes del diario? Que no y que no.
Funcioné como una anestesia, como distracción para toda la familia. Me llevaron en auto hasta la casa cerrada de los abuelos y me mostraron todas esas cosas que yo jamás hasta el momento habría sospechado. La vieja muriéndose había estado en escenarios de todo el mundo. Había cantado para grandes personalidades. Había aparecido en una película en blanco y negro. Durante el rodaje conoció al abuelo, me explicaron, creíamos que eso lo sabías. Ese día aprendí quién había sido mi abuela y cómo podían ser mis parientes. Creían que enseñándome esas cosas salvaban el hecho de haberla abandonado ocho años en un geriátrico cuando dejó de hablar. Tal vez sentían un poco menos de culpa, o pensaban que yo iba a sacarles el peso de algún modo.
Pedí ir a verla cuando echaron llave a la casa vacía. Intercambiaron miradas y mi papá asintió, así que fuimos. Llegamos y sentí vergüenza, propia y ajena, y pedí que nos dejaran solos. Estuve el resto del día al lado de su cama, sosteniendo sus largas miradas sin intenciones, acariciándole la mano, acomodándole el pelo, refrescándole la frente. Al ponerse el sol tuvo otro ataque y lo presencié todo. Cuando pasó ya era de noche, papá me preguntó si volvíamos pero le dije que yo me quedaba a cuidarla.
Me despertó su voz. Cantaba bajito y lento y armonioso. Salté al lado de su cama y mantuve silencio porque supe que cantaba dormida, y supe que al amanecer moriría.

viernes, 5 de octubre de 2012

El perrito abajo del camión

La otra noche pensaba en la visión de Frankl sobre el ser humano, comparándola con la visión del ser humano que hace Faulques, protagonista de El pintor de batallas. Me bajé del colectivo y crucé la calle apurado, y antes de darme cuenta un perrito salió de abajo de un camión estacionado y me ladró y me asustó. Perrito hijo de puta.
Frankl sostiene que el ser humano tiene siempre la libertad de elegir, incluso en las peores circunstancias. Faulques lo niega y habla de la crueldad, la crueldad que se manifiesta pura cuando se rompen los débiles acuerdos sociales. Uno conoce ejemplos que dan la razón a uno y a otro. Habría que hacer una estadística, pero creo que ni siquiera eso daría una respuesta acabada.
A la noche siguiente me bajé del colectivo y al cruzar la calle vi que el perro dormía a pata suelta abajo del camión. Caminé unos pasos con sigilo y, una vez cerca, avancé a los trancos y gritando como loco. El picho se despertó asustado y se dio la cabeza contra un caño del camión y reculó sin entender nada. Esa noche yo volvía pensando en un cariño no correspondido y en las vueltas del caracol.

Los cuchillos de Javier

En la casa de Javier todas las cosas tenían su lugar y su utilidad propia y única. Tenía muchos más tomacorrientes que en cualquier casa normal, porque cada electrodoméstico tenía uno designado. Parecía que cientos de insectos esperaban a atacarnos desde sus lugares en las paredes. Tenía tres lavarropas y cuatro secarropas, muchas sillas apiladas en el garage, una máquina de pasto para el frente y otra para el jardín del fondo. Y todo parecía perfectamente planeado, aunque asombrara nada sobraba, todo tenía un uso.
Igualmente el colmo fue cuando fui a buscar una cucharita para el café. "La cucharita de los invitados", me indicó, como si no me alcanzara con leer un welcome to my home! en mi taza. Abrí el primer cajón y descubrí que era sólo de tenedores. Muchos compartimentos de distintos tamaños, con tenedores de distintos diseños y formas, agrupados o solitarios. No pregunté. Abrí el segundo y encontré cuchillos. Su disposición era parecida al de los tenedores, pero las variaciones eran mayores. "Cuchillo de naranjas" explicó Javier entendiendo mi mirada, "cuchillo para frutas de piel blanda, cuchillo para cortar el asado, cuchillo para untar miel, cuchillo para quesos blandos, cuchillo para dulces", etcétera. Pero lo interrumpí y señalé al que estaba al fondo, un cuchillo de aspecto militar, con dientes agudos cerca de la empuñadura, brillante, sin uso. "¿Y ese?". Me miró serio y afirmó "Cuchillo para asesinar amigos".
Asentí, cerré el cajón, abrí el tercero, encontré mi cucharita para invitados, tomé el café y me fui de la casa de Javier.

jueves, 4 de octubre de 2012

Cosas a tener en cuenta

Sé que te dije muchas cosas cuando hablábamos, pero significativamente, nunca te dije nada. Mentí con sinceridad y profesionalismo cínico. De hecho mentí tan bien que no descubriste que mi boca es más oscura que un baño público mal iluminado.
Creo que ibas tan desprevenida porque sos como esas personas que siempre escucharon el mismo tipo de música. Deberías escuchar más géneros, de todos los países y culturas, deberías ir más seguido a baños públicos, viajar más. Hay cosas que te enseñan a mentir, a ver lo fundamental, a decorar lo demás como te parezca, saber lo que el otro quiere decir antes de que lo diga, manipular tus propios recuerdos, a sonar sincero.
Aunque corromperte no fue ni es mi intención. Tal vez puedas conservar tu talante tan fresco y tan naif. Pero tené en cuenta que uno habla con personas cuando llaman del callcenter, en todo el resto de la vida uno habla con pasados de personas que tienen boca y hormonas y dolores físicos.

Las ideas, ideas son

Alpargatas que silban cuando caminás. Pajitas de plástico que se iluminan cuando chupás. Anteojos con leds para leer en el bondi a la noche. Remeras que se pueden cortar en pedazos y fumar. Un pedal para abrir y cerrar la canilla. Pulseras potentemente imantadas. Para joder nomás. Skates con leds de colores. Libros con tapas que se dan vuelta verticalmente. Una picana eléctrica poco potente para abrirse paso en el subte. Y otras muchas ideas e inventos que me vienen mientras duermo, y que confundo con sueños.

martes, 2 de octubre de 2012

Perfección en la estética

La perfección no es reducir a lo esencial. Ni tampoco es la mesura o desmesura de adornos y accesorios. Perfección es, simplemente, hacer esenciales los accesorios.
Me voy a lavar los platos.

lunes, 1 de octubre de 2012

Allt som är ditt

Sacó una valija del armario y la llenó de fantasmas y recuerdos, empezando por el horror de la primera vez que hicieron el amor y cerrándola con el de la última pelea. Dejó la valija lista a un costado y sacó un bolso deportivo en el que metió la sonrisa de los domingos en la plaza, alguna noche de fiesta, los desayunos que alguna vez le llevó a la cama. En el espacio que quedaba guardó dos mudas de ropa y un collar de su mamá. Puso el bolso sobre la valija y se dedicó a cortar las sábanas con la tijera y arañar el espejo. Abrió la cajita de música y la llenó de gritos e insultos y odio y la dejó sobre su mesa de luz para que escuchara todo. Salió con su valija y el bolso y en la puerta de entrada hizo una gran X con su cortauñas. Mientras escapaba hizo un alto en un descampado y quemó la vieja valija con un litro de nafta. El bolso lo terminó perdiendo en un trasbordo que hizo en una ciudad del este, pero realmente no le importó porque el camino recién empezaba.