¿Dónde había quedado su capacidad de sintaxis?, se preguntó mientras ponía al pié de la página un 667. Antes solía escribir poemas de cuatro versos, pensó, y cuentitos de medio párrafo. Ahora estaba en la última página del último tomo de una saga de diez libros. Ahora que terminé, se dijo, volveré a escribir toda la saga entera, que me llevó veinticinco años de mi vida, pero en diez renglones.
Ciertamente lo logró, y con maestra sintaxis: diez renglones de puro néctar, sobre los cuales se podían dar cátedras de horas y horas en cien idiomas. Pero apenas puso el punto final se dio cuenta que sobre su espina vertebral pesaban cincuenta años más. Se habían pasado volando.
lunes, 20 de abril de 2009
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