martes, 31 de agosto de 2010

Antes quel tren arranque

Es peligroso, seas hombre o mujer, ir con los ojos cerrados por el andén del tren. Nunca se sabe cuándo te van a manotear la cartera, el celular, la billetera, cuándo te van a violar, a degollar o cuándo te van secuestrar para prostituirte y sacarte los órganos. Por eso hay que ir atento y evitar caras feas o sospechosas, o esas caras tan inocentes que se hacen más sospechosas todavía. (Hoy el mundo está pervertido.) Yendo despierto uno puede ver a las demás personas que pasan atentas o desprotegidas, podés ver viejitos confiados y adolescentes paranoicos, y más de una vez se te cruza por enfrente una belleza veinteañera que te deja pasmado o pasmada, como si un cuerpo y una cara tan lindas no pudieran estar entre tanto andén sucio y oscuro. Probablemente sea por ese entorno hostil que uno tiende a idealizar a esos rostros hermosos y se enamora fácilmente: los ve pasar, bien vestidos, bien iluminados, limpios, inermes al clima y a la vez protegidos por una especie de aura mayestática, y es fácil fantasear con que se va a fijar en uno, lo va a ver como a un igual, y va a florecer un amor perfecto en el abono de la estación. Pero esa persona bonita siempre pasa de largo, y uno se queda constipado y consternado, vacío y golpeado, sin más que una imagen fugaz en el recuerdo. Por eso puede ser peligroso andar observando todo en el andén del tren.

sábado, 28 de agosto de 2010

Coleccionables

Luz de invierno.

Apagué el farol que me mantenía despierto. Soñé con un sol que era la luna sufriendo.

La jardinería

La jardinería es algo asombroso. Por un lado, es la más sucia de las ciencias, y tal vez la más práctica y empírica de todas: requiere de ver cambios de año a año, experimentar variables, si da el sol así, si da el sol asá, un invierno más frío te cambia todo, la cantidad de agua, complementos para el riego y aditamentos para la tierra, que si está removido, que si el veneno para las hormigas, que si las raíces se extienden demasiado, que la macetita, que el brotecito, que los bichos malos, que te pinchaste el dedo con tal espina y que se te va con agua fría y canela, que trasplantá de acá para allá.
Por otro lado debe ser, junto a las artes marciales, una de las actividades que más templan el ánimo humano: sacar yuyos año tras año, excavando el suelo en busca de bulbos sabiendo que volverán a crecer; soportar que una plaga mal atendida, un clima fiero, una granizada o un perro o un nene te estropeen el trabajo de años; soportar el sol en la espalda mientras se hacen canteros; la paciencia.
Implica también poseer un estado de filosofía impresionante y una capacidad de observación capaces de atarear la mente eternamente. Pero no le tengo paciencia, odio la jardinería, odio estar en cuclillas y con las manos sucias. Y amo el jardín, amo las florcitas y amo un día de verano para respirarlo todo.

Nunca dejes de abrir las alas

La mariposa aletea para volar. ¿Pero cómo es el mecanismo de vuelvo de ese magnífico vitral andante? Alas extendidas, alas cerradas, alas extendidas, alas cerradas. Cuando se despliega es un cristal traspasado por luz, es puraalas, un planeador perfecto que gira en redondo como hoja de otoño, estática, sin peso, irreal. Pero para poder volar, para poder ir a donde desea y no donde la lleva el viento, aletea. Por un instante pliega las velas, como una almeja que se cierra, y su color desaparece, se vuelve negra. Se convierte en una espina vertical, y su cuerpo se transforma en una plomada que la hace caer en picada, sin remedio, como un piloto ciego. Pero nunca deja de abrir las alas, frenar la caída y saltar otra vez a donde el aire es limpio y carece de peso.

Pequeña buenalegría

Gustavo era una persona con buena suerte extraña. De esa buena suerte innecesaria, que ocasionalmente pasaba desapercibida pero que a la larga fue la envidia de todos lo que lo conocimos. Era una pequeña fortuna diaria, como si en vez de haber nacido con una gran estrella hubiera nacido con una tímida estrellita que hacía todo su esfuerzo por hacerse notar. Para ser más claro: Gustavo era la clase de persona que se encuentra un celular al día siguiente de que pierde el suyo; o que conseguía valeotros en cadena; o que tenía luz e internet cuando todo el resto del mundo estaba cortado; que de casualidad decía la palabra justa en el momento indicado a la persona de la que necesitaba un favor; o que simplemente nunca perdía una llave, si volcaba el café no se manchaba, si dejaba el auto abierto no pasaba nada, no se le rompían los electrodomésticos y tenía señal de celular en el ascensor. Tanto es así que solíamos decir que a Gustavo se le pegaban al codo las monedas del piso.
Le fue relativamente bien toda la vida, hasta que le garrotearon el marote para robarle la moto y lo dejaron tonto para siempre.

viernes, 27 de agosto de 2010

Bloggosto

rehippi (re sucio seguro), dowiesi, oupst (un homero fallido), paphoch (la nueva forma en que las chicas llaman a un "papito" o macho repartible), maurl, remptst.


El transporte público me obsesiona. Y sé más o menos bien a qué se debe: el transporte público es un resumen de la vida, una metáfora variada de la vida, un núcleo condensado de la vida, un diario retrato de la vida (que va y vuelve y vuelve a salir para el mismo lugar).

martes, 24 de agosto de 2010

Gatos

Esto me pasó anoche, a la vuelta de la facultá. La última cuadra antes de doblar en la esquina y llegar a mi casa hay una serie de cinco casaquintas de amplias fachadas ocultas tras sendos setos espesos como murallas. Lo único que se ve caminando por la vereda son esos enormes portones automáticos de madera y hierro.
Anoche, al pasar frente a la primera casaquinta, vi a un gato sentado frente a la entrada, tranquilo, atento, inmóvil. No me llamó la atención el primer gato, pero sí el segundo: estaba en idéntica posición frente al segundo portón. Hubiera pensado en un deyavú si no fuera porque el primer gato era atigrado y este era color canela.
Al verlo, automáticamente levanté la cabeza y miré hacia delante, y tirité un escalofrío al ver que en la vereda de las cinco casaquintas había un gato centinela custodiando los portones automáticos. Apuré la marcha y doblé en la esquina como sobre una moto, y lo más rápido posible fui a ver qué estaba haciendo mi gata en la cocina.
Llegué y la encontré con la cabeza metida dentro de su platito. Le chisté para que me mirara, y cuando levantó el cogote me clavó los ojos amarillos en la frente, relamiéndose sus largos bigotes llenos de sangre. Entendí que me amenazaba claramente: "decís algo de lo que viste esta noche y fuiste".
Fíjense en los diarios de esta mañana, busquen un titular que diga "vecinos de Ituzaingó".

domingo, 22 de agosto de 2010

Que las flores tacompañen

¿Para qué nació la flor si no es para ser vista, olfateada? ¿Para qué brotó pimpollo y abrió fuego contra el mundo, sonriendo con color al sol, si nadie va a mirarla, registrarla, y mucho menos inclinarse sobre ella y, quizá, en un gesto posesivo y tierno arrancarla, cortarla de imprevisto y llevarla a un florero o a un amado? ¿Para qué el esfuerzo de su planta hogar, si no recibe por su trabajo ni elogios ni maltratos?
Piensa en las flores que murieron antes de ser creado el florero. Piensa en los niños adultos que se asombraban con una flor nueva y desconocida, y al querer adueñarse de ella la destruían. Piensa en cómo ese humano primitivo aprendió a arrancarla con delicadeza, y su tristeza cuando descubrió que moría en una hora o un día. Piensa, piensa, piensa las veces que intento mantenerla viva, incluso creyendo que al arrancar la rama entera se podía. Y piensa, desde cero como pensó él y mil antes que él, en cómo cocinar la tierra, meterle agua, y adormecer allí a la flor que se abría. Tanto esfuerzo en medio de un mundo hostil sólo para tener a una flor de compañía.

Coleccionables

Nada mejor quel dolor para reflexionar el invierno.


Una vez que llegue el tiempo
(con la primera, con el sol o con el viento)
deja abrir pimpollo,
descorre cada pétalo,
y deja la sangre libre
querer correr corriendo.

Orewa

Orewa estaba enamorado de una chica rubia. Pero una amiga de esa chica estaba enamorada de Orewa, y a la vez el mejor amigo de Orewa estaba enamorado de esa chica. En una fiesta de disfraces Orewa y su mejor amigo se disfrazaron iguales, con máscaras azules, y fueron cada uno por su enamorada. La amiga de la chica rubia pensó que el amigo de Orewa era en realidad el verdadero Orewa, y se entregó a sus besos sólo para descubrir una hora más tarde que se encontraba perdida en un infierno descorazonado, provocando la ira irracional del chico hacia Orewa. La chica rubia, en cambio, pensó que Orewa era su amigo, y lo rechazó porque ella estaba esperando a un chico de otro curso, el más lindo del equipo de voley. Y Orewa se fue, triste, y nunca más se sacó la máscara azul.

viernes, 20 de agosto de 2010

Poesías diarias

La gata ronronea semidespierta, esparcida sobre la mesa como un florero volcado por el viento, aprovechando que la casa está vacía.
Ayer conocí a Romina. Era una mujer pasada de cuarenta, obesita, fea, mal teñida, de mal carácter y con un mal empleo en una Esso. Y lo suficientemente tonta como para darse cuenta que no se había desprendido el pin con su nombre recién al subirse al tren y verse reflejada en la ventanilla.
El gato negro de la gitana espera todas las noches, sobre el cesto de basura, a que se escape el perro de la casa de enfrente para que vaya a ladrarle. Una noche sin tirar zarpazos es una noche aburrida.
Carlos empezó a cantar en el tren. Pasó de un terrible pánico escénico a un tolerable show en los vagones. Simplemente tiene que cantar fuerte hasta enrojecerse la garganta y mirarse fijamente en el vidrio de la puerta.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Las personas e Internet

Hay personas que se crean un fabo sin saber cómo hacerlo y después nunca lo usan. Hay personas pelotudas que reenvían toda cadena que les llega, incluso esa que explica que el spam produce quichicientas mil toneladas de CO2 por día. Hay personas que mandan mails y se olvidan del archivo adjunto. Hay personas que hacen chistes indebidos por msn y se olvidan que la otra persona no les está viendo la cara. También están esas que se toman a mal ese chiste y piensan que es algo sicológico o sicosomático o spam, y no entienden que "de verdad era simplemente un chiste, dejá". Hay personas que chatean por msn y fabo a la vez mientras charlan por skype. Hay personas que twitean, aún cuando es un misterio. Y también hay personas que bloggean y que aprovechan cualquier post para poner pensamientos como este: "si la sociedad tolera y remunera a profesionales dedicados a 'males necesarios' (como podría entenderse a un abogado, al presidente, al que fabrica cigarrillos o al peluquero), no está mal darle unas chirolas al pibe que canta y toca la guitarra en el tren; después de todo no está mendigando, sino que provee un 'bien no necesario'".

viernes, 13 de agosto de 2010

Mañana será noticia

Los últimos resultados publicados por el Grinpis anuncian que para febrero del 2012 habrá, en la Capital Federal y especialmente en el microcentro, una serie de catástrofes sociales, incluyendo múltiples colisiones en el tráfico y diversos tipos de linchamientos públicos, debido a que los panfletos de putas llegarán a cubrir para ese entonces un 73% de la superficie visible la Ciudad Autónoma. Las luces de los semáforos no serán más distinguibles, tampoco los números y ramales de los colectivos, se atascarán las ruedas de los trenes y subtes, los autos que se detengan por quince segundos quedarán empapelados autmáticamente y los peatones que se fumen un pucho a la puerta del trabajo morirán de asfixia.
Grinpis clama por revertir esta situación ahora, cuando todavía es posible.

martes, 10 de agosto de 2010

G&É

Gamma ahorró durante dos meses para poder comprarse los auriculares enormes, tan aislantes y tan lindos que quería. Desde que los compró paseaba muy orgulloso con ellos por todos lados.
Épsilon pidió un préstamo y se compró el volvo que se le antojó. Él también paseaba con el auto por todos lados, muy jactancioso de su brillante anatomía.
A Gamma, cuando se bajó del colectivo mientras escuchaba Ramstein, se le cayó un pucho del paquete. Hizo una mueca y se agachó para recogerlo. Y justo entonces pasó Épsilon con su volvo y lo miró desaprobadoramente.
Pero Gamma no entendió quién merecía la reprobación del otro: si él que ahorraba al máximo cada peso que gastaba, o el otro que aceleraba pisteando como el más más, pero que al llegar al peaje empezaba como histérico a tocar bocina para que levantaran las barreras.

domingo, 8 de agosto de 2010

Sabor a ciruela

En los períodos malos, la mamá de Grido (el papá había muerto) hacía mermeladas y jalea de ciruela para vender y canjear en el mercado. Y cuando no podía ni venderla ni canjearla, se la comían ellos dos. Por eso Grido odiaba la ciruela y todo lo que tuviera sabor similar.
Cuando Grido tenía doce años una helada temprana mató gran parte de la cosecha y secó cinco de los seis ciruelos de la casa. Más tarde, terminando el invierno, una plaga arrasó los maizales en los que la mamá de Grido trabajaba, y empezaron otra vez las malas noticias. Pero las preocupaciones de Grido eran otras: apenas oyó que la mamá andaba sin trabajo otra vez, miró con horror al único ciruelo que quedaba con vida, cuyos futuros frutos eran la última esperanza de la mamá.
Un día que ella fue temprano a pedirle trabajo a la madame costurera del pueblo, él salió con un cuchillo al jardín y, trepándose como un gato por las ramas, fue tronchando todos los brotes verdes del ciruelo. Mató a todos salvo los de la rama más alta, que crecía de un tronco muy delgado como para sostenerlo, y tuvo miedo de romperse un hueso si caía.
Cuando llegó la primavera, para angustia de la mamá, sólo floreció esa rama. Apenas empezaron a crecer las ciruelas y se combó bajo su peso, ella recogió la fruta y cocinó tres pobres frascos de mermelada y jalea. Pero en un ataque de ira, Grido los estrelló contra el suelo y trocitos de vidrio volaron por todos lados, lastimando los ojos y los brazos de la mamá.

sábado, 7 de agosto de 2010

Coleccionables

El pájaro pistolero.

I think I can /I think I can /I think I can.

Xin capital de Xon

Xin siempre fue la capital del Imperio Xon. Y en Xin siempre existió una tradición: cada nuevo emperador que entraba a la capital por la fuerza y se establecía, debía inmediatamente construirse un nuevo palacio, en lo posible más rico y ostentoso que todos los precedentes; pero, para no sufrir una maldición, había que mantener intactos los palacios de tiranos y emperadores previos. La tradición aseguraba que si un nuevo gobernante hacía caer, después de tomar la capital, una sola teja o un solo ladrillo, sufriría una vida corta, tormentosa, y que nuevos invasores cortarían su dinastía en un parpadeo.
Xon fue conquistado y reconquistado durante treinta siglos y ahora Xin cuenta con más de nueve mil palacios distintos: no hay una sola familia que haya reinado más de sesenta años consecutivos. Y sin embargo no hay excepciones: cada nuevo invasor respeta a los anteriores y edifica su morada con oros y cristales hermosos, demostrando que quiere asegurarse la eternidad pero admitiendo a su vez que está cavando su propio destino.


Y yo sufriendo el síndrome depresivo post historia atrapante (en este caso Fullmetal Alchemist Brotherhood), intentando seguir adelante, lamentando a cada instante que la vida no se parece en nada a la que inventa la imaginación.

viernes, 6 de agosto de 2010

TizaHawk

El Exterminio Oriental (y los sucesivos exterminios que le siguieron en África y Mesoamérica en la segunda década del siglo XX) llevó a las Naciones Unidas, por primera vez en la historia, a pensar realmente en la seguridad de la humanidad, reducida en la actualidad a un tercio de lo que había llegado a ser en el 2011... ¿Pero cómo lograr la paz en un mundo carcomido y rencoroso?
Y la solución llegó de unas de las personas menos pensadas: un tal Jean DeViella propuso poner en manos de las Naciones Unidas su empresa familiar: una cadena de fábricas de útiles escolares. Su pensamiento fue que, siendo imposible anular el instinto sangriento de la bestia humana, había que lograr saciarla sin provocar las pérdidas abismales acostumbradas.
Desde entonces, cada vez que sonaba la sirena de ataque aéreo en alguna ciudad, la gente salía corriendo a guarecerse en algún kiosko con toldo o en alguna vidriera, o a comprarse paraguas y taparse con carpetas. Porque era inminente que de un segundo a otro empezaría el bombardeo de tizas.

Carmona y los transeúntes

A Carmona le encantaba observar a la gente en la plaza, en un local, en el tren el subte, caminando por ahí o desde el balcón de lo de su hermano. No de chusma, no de metida, sino porque le resultaba interesante. Irresistiblemente interesante ver los pensamientos de la gente: ver a alguien que camina solo repentinamente esbozar una sonrisa (quizá recordando el chiste que le contó su novia la noche anterior por teléfono), ver a alguien gesticular en silencio y fruncir el ceño mientras va colgado del caño en el tren (ensayando palabra por palabra cada uno de los quince puntos que le iba a recriminar a su mamá cuando llegara esa noche a casa), o ver cómo alguien, asintiendo con la cabeza hacia un lado y el otro, mueve las manos con amplitud (como si volviera a relatar ante todos los comensales del viernes pasado su aventura en el Paraná). A Carmona le encanta meterse en el cerebro de la gente que se olvida del entorno y repite, sueña, proyecta, recuerda o ama a un interlocutor invisible, porque ese interlocutor termina siendo ella, Carmona.

martes, 3 de agosto de 2010

Revolquémonos en el pasto que está verde

El tipo que vende boletos en la estación. La mujer que se para frente a él, buscando lánguidamente en el monedero, con la mirada perdida tras el bondi que se acaba de ir y balbuceando sus especulaciones sobre cuánto demorará el siguiente. El flaco que llega contento, ve a la mujer ida y le pide al boletero uno de $1,50.
El estallido de la mujer:
-¡Che, pibe, yo estaba acá primero, ¿qué derecho tenés a colarte?!
Y la respuesta catarata del flaco, mientras sonríe:
-El derecho que me concede el haber cambiado a principio de semana un billete de $50 por diez de $5, que son los que uso para pagar el boleto de $1,50 a esta hora (lo cual me permite reponer las monedas que gasto cuando viajo a la mañana), y el hecho de haber buscado y separado uno de esos billetes mientras llegaba a Ituzaingó para tenerlo ya listo, así no le hago perder el tiempo a los demás.
El silencio de la mujer.
El agradecimiento cómplice entre el boletero y el flaco metódico:
-Acá tenés.
-Gracias che.
-No de nada, suerte.

Hombrecito rojo

-Jah, qué gracia, cáguense todos en el semáforo eh... Gente de mierda... Parece que soy el único pelotudo que respeta el semáforo en esta esquina... -se quejaba el peatón en la esquina de Paraná y Rivadavia-. Y cruzan, y cruzan, les chupa un huevo... Bolitas tenían que ser...
-Sí, bolitas -corroboré yo, asintiendo gravemente; y reí fuertemente antes de cruzar corriendo delante de un taxi.

domingo, 1 de agosto de 2010

Piensa en las flores que murieron

Las dos hermanas, Darwed y Ponhelsa, quedaron encerradas durante una tormenta de nieve en el corazón de una montaña. No sabían con certeza si estaban en Europa o si ya habían pasado la frontera con Asia, porque durante dos meses habían vagado, como un niño que persigue a una mariposa sin poner los ojos sobre las raíces que va pisando, tras el rastro de un objeto precioso. Darwed y Ponhelsa eran arqueólogas extraordinarias: la primera tenía el don de reparar y restaurar cualquier objeto con sólo tocarlo, no importa cuán arruinado y erosionado se encontrara; Ponhelsa, por su parte, podía conocer la procedencia y la historia de cualquier cosa simplemente con olerla.
Ambas hermanas extraordinarias iban tras el arcón donde había sido escondida la Piedra Filosofal del Gran Nabucodonosor. Pero ahora, exhaustas y hambrientas, se encontraban varadas allí, en una cueva ancestral, asechadas por el frío y la congelación.
De pronto, Darwed se dio cuenta que habían caído en una caverna utilizada por hombres de la edad paleolítica. Comenzó a tocar todo alrededor y cacharros, cueros, armas de hueso y rústicos tejidos fueron surgiendo de la nada. Ponhelsa, tras ella, iba oliendo las cosas y averiguando sus historias. Hasta que Darwed le alcanzó una pequeña vasija verde, delgada y alta, muy extraña.
-¿Qué es esto, hermana?
Ella la husmeó. Y sus ojos se abrieron como ventanas.
-Huele a flores... Muchas flores... -contestó ella, azorada-. Esto, hermana, es uno de los inventos más hermosos del ser humano...
-¿Más hermoso que la Piedra Filosofal que andamos buscando?
-Incluso más sublime la Piedra... Este... es el primer florero de la Historia...