domingo, 6 de febrero de 2011

Tiempo, despacio

-Miralo -dijo el linyera, señalando al tipo de traje que iba de su Audi al kiosko a comprar cigarrillos todos los días-. Miralo bien. ¿Lo ves?
Lo miré. Bien vestido, limpio (muy limpio en comparación a nosotros), zapatos brillantes, anteojos, peinado, corbata prolija. Mirada corta, rápido, apurado, ya enojado.
-Ese tipo se despierta todas las mañanas rodeado de teléfonos, cables, controles remotos de la tele, del aire acondicionado, de la alarma, de la calefacción central, rodeado de cajas de cereales para sus hijos, de ropa interior con motivos chistosos, de tachos de basura. No puede caminar sin tropezarse con muebles de la bajaus, zapatillas con resortes y suelas de aire, cámaras de seguridad, llaves, rejas. No puede ir lo suficientemente rápido por culpa de todos lo que lo rodean, y no está convencido del todo si quiere llegar...
Lo miré de nuevo. Era un tipo que todos los días hacía una parada frente al kiosko para comprarse unos cigarrillos. Pero lo que el linyera decía de algún modo encajaba perfecto.
-La vida para todos nosotros es como buscar al amor de nuestras vidas: revolvemos desesperadamente, y si tenemos suerte encontramos alguien que, aunque viva a mil kilómetros, se convierte en una meta. ¿Entendés? En cambio para muchos de nosotros esa mujer ideal vivió en otro tiempo. Cerca o lejos ya da igual: sólo queda resignarse o no darse por enterado y seguir buscando, seguir revolviendo, con la esperanza de encontrar algo, cualquier cosa que lo reemplace.
El linyera siempre tuvo la habilidad de mezclar dos hermosas reflexiones, algo parecido a los grandes chefs que de tanto cocinar encuentran todo aburrido, y estropean platos deliciosos por placer gourmet.

viernes, 4 de febrero de 2011

Noche de agua

Querido diario.
Sé que nunca escribo nada en tus hojas. La verdad me parece una pelotudez. Pero ahora lo hago porque descubrí por qué es que cada vez duermo menos.
Ah, claro, eso no te lo conté: cada vez duermo menos. Sí, unas pocas horas por noche, interrumpidas, de mal sueño, me despierto tres horas temprano y me quedo dando vueltas. Esto pasa más o menos desde hace un mes... Ahora que lo pienso, podría haber aprovechado la vigilia para ponerte al tanto de las cosas, pero qué más da.
Ahora el tema es que descubrí por qué me que pasa eso. Y te lo voy a contar desde el principio: anoche llegué a casa y estaba extenuado, claro, había dormido dos horas la otra noche, y nada de siestita reparadora. Me moría de calor, así que me fui a la pileta. Para no pisar ninguna cucaracha prendí el reflector y caminé hasta el borde de la pileta. Me senté y metí los pies, y me empecé a refrescar hasta casi quedarme dormido. Después me deslicé por completo adentro del agua y me hundí, al fondo. En ese momento sentí tal cansancio y sueño como el que siento ahora, al recordarlo para contártelo. Me fui al fondo, soltando casi todo el aire, y miré para arriba.
La superficie del agua estaba inmóvil y plana como un plato de metal, y a través de ella pude ver la noche. Vi los bordes exteriores de la pileta, combados como en un ojo de pez, iluminados por el reflector; los helechos de alrededor, verdes, el tilo del fondo. Y el cielo. Se veía negro como no se ve en ninguna parte del mundo. Y las estrellas atravesaban el agua como lanzas de cristal y diamante. Me lo quedé mirando tanto tiempo que me dormí.
Y bueno, en ese momento entendí por qué es estuve perdiendo el sueño el último mes. Pero te lo cuento después. Si me vieras cómo bostezo mientras escribo...