viernes, 30 de abril de 2010

Noche de blancas pupilas

Esta es la noche de blancas pupilas.
Sus pasos en sombra, su mano es la mía.
Sobre los faroles la luna ilumina
y huelo el perfume da humedá vecina.

Qué lindo el aroma desataironías
que da la nombre de blancas pupilas:
es el aire mismo que entibia y que enfría
mi pecho y cabeza, los dientes y encías.

Yo, comúltimo dinosaurio sonrío
y silbo bien alto que el mundo hoy es mío.
Y si miro patrás es de reojo.
Y si castañeo noes mélancolía
Y si corro un poco no es miedo mi abrigo.
Y si trastabillo me quedo conmigo.
Y si me lloro un río es desa alegría
que rompe barreras a espada y posía.

La invención steampunk

Era una ciudad populada pero no tanto, le faltaba para ostentar letra grande en los mapas. Y tenía sólo dos teatros: uno la Ronda de la Comedia y el otro el Podio de la Tragedia. Los aficionados y los poetas y dramaturgos profesionales acudían a cada uno de ellos según escribieran comedias o tragedias, rogando por éxito. La gente de esa ciudad se ocupaba mucho del teatro.
Pero pasó un día que un tal Rodrigo Paronce llevó sus papeles al Podio de la Tragedia, y tras echarles un vistazo se los devolvieron turbados. "Pruebe en la Ronda de la Comedia, le aconsejaron, aquí no podemos mostrar su obra porque no es tragedia, amigo, vaya a ver qué le dicen esos". Los empleados se trataban despectivamente de uno a otro, pero los dueños de los teatros eran muy amigos. Allá fue, pues, Rodrigo Paronce, sólo para recibir un rechazo y una recomendación de ir al Podio.
Cansado de rebotar, finalmente, Paronce juntó un dinero y se abrió su propio teatro, llamado Claveles, y se inventó así el género steampunk.

miércoles, 28 de abril de 2010

Veinte minutos de sueño

Me dormí acostado en la cama cuando faltaban veinte minutos para salir a la facultad. Soñé que estaba en la casa de mi hermano en Neuquen y que al mirar por la ventana veía aviones amarillos como del desierto para bombardearnos. Entonces llamé a mi hermano, que tenía un gatito rojo en la mochila, y nos metimos en "las cuevas" que había bajo la casa. Enseguida empezamos a escuchar los estallidos y los temblores en la superficie. Cuando llegamos a la gran sala de las cuevas nos topamos con un montón de gente que se había refugiado ahí también. Era como un mar de personas desesperadas, gritonas, con ropas raras y la cara sucia. Perdí de vista a mi hermano y me empecé a preocupar porque no lo encontraba por más que buscara y buscara. Entonces se oyó un grito y apareció una banda de música en medio de los túneles, pero en realidad eran una distracción: porque las avionetas amarillas se habían metido en las cuevas y volaban hacia nosotros disparando sus metralletas. Tropecé con el gatito rojo y empezó a guiarme por cavernas oscuras y cada vez más estrechas, hasta que llegué a un hueco en el que había un par de esqueletos viejos, una flor celeste, una espada y un yelmo, un cofrecito con diamantes, una corona y un pañuelo de seda, todo junto a una computadora encendida. Y como los disparos se oían distantes, me senté frente a ella y me entré acá para contarles, antes de olvidármelo, el extraño sueño que tuve antes de irme a la facultad.

Coleccionables

Farol farrel.

Un golpe provoca una ruptura. La gravedad genera una fuerza normal opuesta a ella. Una sociedad injusta genera justicieros extremos. Abandonar LOST en la última temporada provoca un estado gripal de tres días y medio.

martes, 27 de abril de 2010

Notas prácticas sobre ortodoncia

El verdadero dolor viene después, así que no le tengas miedo a la intervención en sí.
Escuchar música con el mp3/mp4/celular/pendorcho es buena idea para distraerte, pero creeme que cabecear al ritmo de la batería ya no es tan buena idea.
Aunque parezca que está concentrado/a sólo en tu boca, el/la dentista también te está vigilando: no te le quedes mirando a la cara como un idiota.
No le tengas miedo a pedirle un espejito para ver el zafarrancho que tenés en la boca (salvo que te impresione la sangre), porque nunca va a ser tan malo como te lo imaginás después de ver tremendos ganchos y tornos trepanadores dignos de un taxidermista sádico.
Haceme caso, no cantes tampoco.
No sos necesariamente un quejoso por encontrar placer en decir auch cada vez que te duele.
Quedarte sin dientes a los 30 no es buena idea, así que sí, agradecele al/a la dentista cuando te vas (salvo que no puedas hablar).
Como conocemos cómo es la realidad actual en los bondis y trenes, haciendo clic acá podés comprar una de nuestras remeras especiales. Así cuando te subas al transporte público no vas a tener que pelear como una embarazada por tu merecido asiento, porque todos van a leer VENGO DEL DENTISTA, DEJAME EL LUGAR QUE NI PUEDO HABLAR en tu pecho.
Y por último, si sabés que vas a ir para algo más que pasarte un hilo dental, previamente fijate en internet cómo hacer variadas papillas y compotas, a la vuelta no vas a saber ni dónde está el botón que prende la computadora.

Penas, angustias, IV

Sé que no fue mi culpa porque yo recién había vuelto de la facultad, y que en todo caso fue culpa de mi hermano por olvidarse de darle de comer a la tarde. Cuando comía no le agarraban convulsiones, y si no le hubiera agarrado una convulsión, no habría caído a la pileta. ¿Cómo es exactamente el ahogamiento de un perro? Me gustaría creer que los animales no tienen mente, que no piensan y que son sólo instinto y actos reflejos. Si fuera así ahogarse constó de un simple acto sin trascendencia del cual no volvió.
Pero yo hice un experimento con mi perro: en el verano, cuando me iba a zambullir, palmeaba dos veces y él venía corriendo porque le gustaba correr por el borde mientras yo nadaba; y lo acostumbré a eso. Pero una vez dejé de hacerlo por dos semanas, y aprovechando un día en que el perro estaba acostado y de espaldas a mí, volví a aplaudir dos veces: al principio no hizo nada, pero pasados unos segundos se levantó bruscamente y vino corriendo para verme zambullir. De ahí puedo asegurar que la información se transmite en los cerebros animales de forma similar a la humana. Él tuvo que explorar en su memoria para recordar que las dos palmadas significaba que yo me iba a tirar a la pileta, no fue instantáneo.
Ahora, ¿hasta dónde llegan estos "pensamientos" animales? No creo que razonen ni que puedan elaborar abstracciones, pero probablemente, mientras iba respirando más y más agua, mi perro recordara todas las veces anteriores que se cayó a la pileta en las cuales yo me tiré para rescatarlo. Seguramente estaba esperándome, creyendo que iba a aparecer de un momento a otro, pero no: en casa estaba mi hermano viendo tele y no se enteró que el perro se ahogaba. Mi angustia es: ¿cómo murió mi perro?

sábado, 24 de abril de 2010

Ramal del tiempo para atrás

Reconocí que era viejo enseguida. No sé si fue por el espacio del pasillo central, si la distribución holgada de los asientos, o por la evidencia de vieja manofactura de los mismos asientos o simplemente por el color. Lo cierto es que todas esas cosas, la antigüedad de la máquina, la opacidad de las ventanas, las manchas en el techo y los caños, la goma marrón del piso y las arrugas del canoso conductor, que parecía haberle puesto su edad al colectivo, todo indicaba a la vez que ese colectivo debía ser uno de los que ya están fuera de circulación. Y tal vez estuvo fuera de circulación hasta ese mismo momento, cuando su viejo dueño se cansó de una tarde lenta, se puso su vieja camisa celeste y salió a hacer el recorrido; llegó en un horario inusual y el sonido de las monedas fue fuerte dentro de la máquina, así que tranquilamente podía ser cierto.
Yo me senté y disfruté, antes de ponerme a leer, de la luz acaramelada, del calorcito soleado, del susurro exterior y del traqueteo del motor, de la sonrisa del chófer y del ajedrez de los pasajeros en sus asientos. Parecía, diez años atrás, mis primeros viajes a la colonia. Abrí el libro y el viaje siguió su curso.

Crónica de la pulga locomotora

Ducharse e irse a dormir no sirve si durante la ducha atacan las ideas literarias. Irse a dormir temprano, entonces, no sirve si te quedás escribiendo, porque la mañana te despierta temprano igual aunque los planes hayan cambiado. Ir y venir se pasa rápido. Me perdí en un laberinto impredecible de trenes, leí como espárrago empalado, perdí un lápiz y cinco pesos (juro que desaparecieron, el bolsillo con agujeros es el otro). Y volví vacío como si hubiera perdido el órgano que asimila el amor y que digiere de la felicidad.

viernes, 23 de abril de 2010

Sobre las sombras

¿Por la miramos tan seguido y la tenemos tan presente? ¿Por qué siempre fue tan temida la sombra? Sin embargo no hay existencia más desdichada que la de una sombra. Nunca ve ni es vista por la fuente de luz que la co-crea. No tiene voluntad propia, no tiene nada propio (ni siquiera puede pesarse, pues no tiene materia que sea exclusivamente suya), y depende por completo del cuerpo que la proyecta, la luz proyectora y la superficie en la que es proyectada. ¡Sombra, no existe en sí misma! No tiene color propio, bastante te adularon cuando los niños te pintaron con lápiz negro. Podría no haber existido nunca, ser invisible como a la primera hora de la mañana, y habría perdido todo lo que posee: su nombre. Bien cantan los salmos terribles que tratan a la vida humana como sombra que pasa con el viento, no pudieron ser más acertados. Y sin embargo, sombra, sos y fuiste fuente de temores, teorías, leyendas, peterpanes, artes y filosofías.

miércoles, 21 de abril de 2010

Alguna que otra vez

¿Alguna vez admiraste la genialidad de un moco? ¿Alguna vez oíste tu propio cerebro? ¿O alguna vez te pensaste cómo hacía a latir el minúsculo corazón de ese insecto que, mil veces más chico que una polilla o una mosca, salta sobre las páginas de tu libro, revuela entre tus dedos sin que lo veas, pasea por el teclado hasta el monitor, y finalmente se muere y se pierde con el polvo? ¿Alguna vez siquiera notaste a ese microscópico mosco que hasta las arañas desdeñan?
¿Alguna vez te fijaste que las hojas de otoño que pasean por el piso tienen dos reversos diferentes, y que duplican la cantidad de mundos que podés imaginar en ellas? ¿Alguna vez imaginaste qué vergüenza cubre al mundo, desde la vecina que rompió el jarrón de la abuela a la madre que alimenta de basura a su hijo hasta el gordo que rompe su sillón de roble con su peso? ¿Alguna vez pensaste en el olor de tus ojos? ¿Alguna vez consideraste que nada puede igualar el sabor de tus papilas gustativas? O, siendo más románticos, ¿alguna vez escuchaste el murmullo de la sangre que revienta en tu corazón cuando se miran uno al otro? ¿Alguna vez le contaste las pestañas a la vida? ¿Alguna vez le mediste las arrugas a la muerte?

lunes, 19 de abril de 2010

Coleccionables

La Mezquita Celeste.

Qué lindo es no decir nada inteligente.

Monedero mágico

Iba caminando por Castelar cuando patié o pateé un monedero. Me puse contento y lo levanté. Miré alrededor y nadie me notó, esperé como treinta segundos por si alguien volvía pero no vino nadie, entonces me lo quedé. Estaba pesadito y tintineaba. Fui pensando en mi buena suerte hasta la parada del colectivo, y una vez ahí (no antes porque no quería perder un bondi) lo abrí. La desilusión fue tremenda: había de todo menos plata. Unos papelitos doblados bien bien chiquititos, una muela de leche, una estrellita que brilla en la oscuridad, un anillo roto y un arito, un casco de una bala, un pedazo de vidrio irregular, unos boletos, la cabeza de un cepillo de dientes, una aguja con corcho en la punta, dos imanes de auriculares, una cadenita oxidada, un cablecito enrollado, un botón verde y uno gris, unas piedras indiferentes, la foto de un nene, una gomita de pelo rosa y una pila diminuta, de un tamaño que no sabía que existía. El viaje de vuelta en el colectivo fue triste. Preferiría no haberme encontrado nunca eso, o haber encontrado plata, porque seguramente quien perdió ese monedero preferiría también haber perdido la billetera.

domingo, 18 de abril de 2010

Falsos supuestos

Es sabido que a todos desde el principio se nos inculcan formas falsas o parciales de la verdad. Por ejemplo como decía un profesor mío que a los árboles hay que pintarlos de verde, ¿y el liquidámbar en otoño, que es más rojo que el fuego? Y que todas las casas tienen chimenea con humo saliendo, cuando la mayoría de los chicos no saben que para que haya humo tiene que existir una salamandra o un hogar con fuego y madera adentro. Por eso mismo mi hermana se sorprendió cuando una nena inocente dibujó una casa con ventanas redondas: ella conocía su casa, no el estereotipo de casa.
De esta forma vamos creciendo, y de adultos y ancianos seguimos llenos de suposiciones que tienen tan poco valor como una moneda de un centavo de peso. Los juicios sobre el comunismo, sobre la libertad de opinión, sobre la Iglesia, sobre la pobreza, sobre China o el aborto, sobre el nazismo y sobre los judíos.
Y hoy pensaba, a raíz de esto: no es verdad que sólo los pájaros pían. También hay hombres con bocas estupendas capaces de piar como cualquier ave (como loros a la inversa), y también existe esa libélula que produce un graznido similar al del aguilucho. ¡Así que basta de pensar estupideces, personas, hay que pensar desde el principio todas las noches y dejar de repetir las ganzadas que nos dicen todos los días!

Mundos hirvientes

El sol chorrea humedad sobre nuestro mundo como el sudor que mana de nuestra piel. La música llena la aldea, empezando por nuestros pies que patean las chapas del techo y seguida por las voces de nuestras madres y abuelas que, mientras cepillan al gato en el alero, mientras lavan la ropa en la zanja, mientras corren a los perros, revisan la basura, lavan los vasos o se rascan la cabeza, empiezan a cantar alegremente. Siempre hay algún hombre grave de buena garganta que completa la orquesta, algunos chicos mayores que sin dejar sus labores de lado golpean alguna mesa o chapa con la mano o el pie, marcando el pulso. Nosotros seguimos corriendo sufriendo el calor pero sin darle más importancia que al aire que respiramos. A veces llegamos junto a los monos y los corremos con palos, felices. Las risas y los llantos de los bebés completan el coro y la villa arde en un canto sagrado que hace siglos no representa a ningún dios de esta parte del mundo. Las nubes de polvo en la carretera, el multicolor marrón del basural, el plateado invisible y blanco de los techos de chapas, los kilómetros de ropa colgada de cables o estirada sobre cualquier lado, los rascacielos celestes en el horizonte, los barcos humeantes del otro lado, y los ojos negros de la gente también, todo se transforma en música que de miserable tiene bien poco y que de vida tiene todo.

sábado, 17 de abril de 2010

Pirucha zanahoria panfletera XI

Ocurre cuando me estoy por dormir, ya cuando los pensamientos se deshilachan y comienzan a hilvanarse con los delirios. Es entonces que siento una mano, suave, amorosa, en la nuca. Pero aclaro: no es algo que dé miedo ni que asuste. Incluso creo que la primera vez que me pasó ya era algo común, como esperable, sabía que iba a pasar. La mano se posa sobre mi pelo enrulado, liviana, tranquila. Es una mano femenina: lo sé por el grosor delicado de esos dedos y la forma en que se desplaza. Como lo haría una novia que no encuentra el sueño o una madre que calma al niño con fiebre, me acaricia. Siempre la cabeza, el pelo, con calma, el cuello, sin cansarse. Más de una vez me despabilé y quise atraparla, pero ahí donde pasa mi mano la otra desaparece. Y así es que me duermo, arrullado en silencio por una mano desconocida que me tiene tanto amor como yo a ella.

viernes, 16 de abril de 2010

Terjio

Existió un mito griego que fue olvidado como tantos otros. Éste trataba sobre Terjio, dios de algunos minerales, y de cómo fueron creadas las montañas de granito, la constipación y los cantos rodados.
Cuenta la historia que en un principio los hombres no tenían piedras de ningún tipo, y se las arreglaban como podían con barrito, tronquitos y demás. Pero entonces Terjio sintió compasión, y viendo que sus hermanos dioses tenían enormes palacios de granito y mármol en el Olimpo, le pidió a Zeus que le regala a los hombres algunas piedras. Le costó convencerlo (sobre todo porque se rumoreaba que Terjio andaba a los fatos con Hera), pero finalmente Zeus accedió: le regaló a los humanos montones de diamantes, rubíes, zafiros y demás joyas y rocas semipreciosas que tan lindas quedaban en los adornos de los dioses. Pero Terjio se indignó: el dios de los dioses se había equivocado. Entonces fue a hacerle notar su error, pero sólo logró que el todopoderoso se enojara:
-¡Mira lo que me pedís! -exclamó escupiéndole la cara-. ¡Gasté un dineral en esas joyas y las tiré sobre la tierra para que tus humanitos las utilizaran, ¿y ahora me pedís que les dé piedras de esas grises?! ¡Estás loquito!
Terjio se fue mascullando ira contra Zeus y, en cuanto pudo, le preparó una linda broma: mientras todos andaban de parranda fuera del Olimpo, él, con la ayuda de Hefesto, le destruyó el palacio e hizo que los escombros rodaran cuesta abajo, formando así las montañas y cuantas piedras para construcción existen en la Tierra. Y a cambio, le hizo al dios un ranchito muy lindo de caca.
En cuanto Zeus volvió medio mamado de la juerga y vio lo que había pasado, se enfureció de tal forma que toda la creación se mojó las patas, y en cuanto encontró a Terjio (quien tuvo la honradez de no delatar a Hefesto) lo condenó con uno de sus castigos divinos.
-¿Tantas ganas tenías de darle piedritas a esos hombresuchos? ¡Ahí tenés, Terjio: hacelos construir casas con tu mierda también!
Desde ese día Terjio, cada vez que tiene ganas de ir al baño, caga dolorosas piedras. Es comprensible que la vergüenza y el pudor eliminaran este relato de la sabia mitología griega.

Cómo llegan historias al blog

Bancos enfrentados en el tren: yo, al lado un asiento vacío, y enfrente un chico con un cello en su estuche y una amiga. Al asiento vacío llega un abrigado bigotudo que empieza a hablar sobre los perjuicios que la grabación musical atrajo a la ejecución de instrumentos. Con dicha cháchara me entero que el cellista toca en la orquesta de Morón, que la chica hace danzas y que el señor trabaja en el IUNA (y que toca el piano a pesar de ser un administrativo cualquiera). Luego la cosa sigue así:
-Mi profesor de cello es un ruso. Criaba perros aparte de ser cellista, y cuando estalló la guerra con Chechenia huyó a la Argentina intentando conseguir una visa para irse a Estados Unidos, pero cuando llegó acá lo robaron: un cello stradivari. Le hicieron la cama, lo invitaron a un hotel y se lo afanaron, por eso se quedó acá el ruso.
-Qué buena pinta que tenemos los argentinos...
-La cosa es que catorce años después (o sea hace poquito) boludeando por internet encontró que lo vendían, vendían su mismo cello. Y ahí nomás armó todo un operativo con varios amigos (entre ellos yo, que hice de falso comprador) y la Policía Federal y bueno, después de algo medio SWAT medio Los simuladores, lo recuperó sano y salvo.
-Catorce años después.
Cuando la conversación derivó a la diferencia de aprender a tocar piano y instrumentos de cuerda, me vi involucrado forzadamente:
-Es que el piano lo tocás la primera clase y ya suena. La cuerda no, y es muy frustrante. (Ahí yo asentí y me puse a hablar de mi experiencia violesca y, de alguna forma, mi escritura.)
Al bajar del tren, yo que conozco perfectamente los perversos horarios de colectivo, salgo corriendo. Atrás mío se suben el cellista y su amiga.
Él vive cerca de mi casa, se mantiene exclusivamente tocando cello (en la vía pública, en restaurantes, plazas, y actualmente en el Abasto con una bandita ecléctica o en Plaza Serrano), tiene padres artistas plásticos (él hiperrealista clásico y ella creativa espontánea), le gusta un escritor tal Castillo y me deseó mucha suerte (o éxitos para ser preciso). Antes de bajarse me dijo:
-¿Sos de andar por el barrio?
-No, no, o por Capital o estoy en casa escribiendo.
-Ah con razón, no te fichaba la cara de ningún lado. Y decime... -Aproximándose, develando su íntima confianza y algo de esperanza de esa que tiene la gente de su clase, me preguntó-, ¿vos fumás?
-No no -sonreí.
-Ah sos de los sanos, bien ahí. Bueno, acá me bajo: éxitos Rafa.
-Igualmente Nacho.


Salir 5 minutos antes de casa provoca llegar 30 minutos antes a Capital, encontrarme con una alicaída amiga y aprovechar el tiempo para ir a una exposición donde, entre cuadros interesantes, encontramos figurillas de bronce de Oriana, profesor de escultura. Y ese descubrimiento conlleva a que el profesor de dibujo nos cuente el fastuoso pasado de Oriana, quien, Dios mediante, será mi profesor de escultura el año que viene y el próximo.

jueves, 15 de abril de 2010

Coleccionables

Devastatatad.

Muertos estarán los gorriones que se hamacaban en las
fibras
verdes
de tus primaveras.

Y se fue sola

Pasó en los Balcanes o en cualquiera de esos lugares con guerras infernales. La mamá tenía un hijo de cinco años, un poco de plata y una posibilidad de escape sólo para ella. Con la mitad de la plata que tenía compró tela y cosió un pijama dorado de la talla de su hijo. La última noche antes de irse lo vistió con la nueva ropita, lo acostó calentito, esperó a que cesara el bombardeo y le leyó un cuento feliz.
-¿Te gusta este pijama? -le preguntó cuando el nene empezaba a entrecerrar los ojos. Él asintió-. Es un pijama mágico: siempre que lo tengas puesto vas a tener buena suerte y no te va a pasar nada malo... Ahora dormite que se hace tarde.

martes, 13 de abril de 2010

60: sesenta

Bendita fuiste luz matinal,
aborigen de mis sentidos y mi mente,
cuando caíste desplomada sobre esa línea sensual.
¿Por qué razón la mariposa
que es esbelta se dispersa
en mil colores translúcidos
si fuera cristal frío, papel viviente y carne muerta?
Gracias luz, gracias,
tú cumpliste tu parte,
¿pero por qué iluminaste también
a mi pobre figura?
La mujer amapola me vio
y clavó un alfiler en cada mano.
Y tú sabes, aborigen de mi razón,
que lo fácil tiene cara de tonto.
¡Mujer mariposa, se hubiera reservado
para los tontos fáciles!
Yo soy de esos tontos que,
por tontos, quieren la mariposa difícil
y la amapola que se extinguió.

domingo, 11 de abril de 2010

Tres son los loros

A continuación voy a contar tres viejas y breves historias sobre loros parlantes que circularon por siempre en mi familia. Sólo que una de ellas no es verídica.
La primera trata de un zapatero y su loro. El pobre hombre solitario en su minúsculo lugar de trabajo no encontraba más alternativa que entretenerse con un lorito, reemplazándolo por otro cada vez que moría. Pero todos tenían algo en común: aprendían rápido a llamarlo. Entonces, cuando venía un cliente y, por una u otra circunstancia el zapatero había salido (sin cerrar el local, eran otros tiempos), el loro comenzaba a gritar ¡Papaaá, papaaá, geeentee, geeentee papaaá!
La otra historia cuenta que, en la etapa última del peronismo, un pariente lejano mío tenía un loro. Esta ave no era muy ilustrada, pero había aprendido a silbar dos canciones: la cucaracha y la marcha peronista. ¿Y qué pasó entonces? El nuevo gobierno prohibió bajo pena de cárcel cantar dicha marcha, incluso nombrar a Perón. ¡Pobre loro, semanas entera las que pasó a las sombras de un paño sin poder cantar! Nunca fue tan real la necesidad de que alguien mantuviera el pico bien cerrado...
Y la última es la más graciosa. Un día un vendedor ambulante llega frente a una casa y golpea las manos, y un loro, posado en su percha en el porche de la casa, le chilla: no hay nadie, no hay nadie. El vendedor hace una mueca chistosa y vuelve a llamar con palmadas. ¡No hay nadie, no hay nadie!, insiste el pajarito, encrespándose. Otra vez vuelve a golpear las manos, y esta vez recibe un enfurecido grito de indignación: ¡No hay nadie, boludo, no hay nadie! Ahí nomás, rojo de vergüenza y de homínido orgullo herido, cazó su valija de ambulante y se fue a la otra cuadra.

Lo que una vez fue dinosaurio

Lo que una vez fue mi cuarto ahora es un playroom ajeno, y lo que una vez fue esta habitación, ahora es mi habitación. Lo que una vez fue mi infancia ahora son recuerdos o manchas en los muebles, y lo que una vez fue pasto, ahora es un patio de ladrillos. Lo que una vez fueron ladrillos apilados contra la pared del fondo ahora son las paredes del galpón, y lo que una vez ocupó el espacio de una pileta, ahora es jardín con rosas. Y así, lo que una vez fue mi piel ahora es polvo y lo que fue mi sangre ahora es mosquito aplastado; mi lápiz nuevo ahora son dibujos en la basura y mis ideas ahora son cuentos, mis traumas son las novelas sin escribir y el viento ahora es la cortina que se abanica. Lo que una vez fueron lágrimas ahora es diamante y lo que alguna vez, en el tiempo, fue brillante, lo sigue siendo.

(Lo que una vez fue dinosaurio, amigo mío, hoy es cementerio.)

sábado, 10 de abril de 2010

Condición humana XXXIX

Tiene montones de bolsillos para distribuir las cosas equitativamente y sin amontonar, pero, tal vez por miedo a perder la memoria y caer en un shock nervioso mientras busca algo que no encuentra, mete todo en los mismos dos bolsillos de siempre. Y los otros, que son miles, quedaron olvidados; con suerte si tienen algún antiguo objeto con el cual entretenerse, si no perdieron, están solos, vacíos, sabiendo que cerca de ellos hay otros gordos abarrotados de cosas. Y ellos sin poder hacer nada. Después de todo sólo son bolsillos.

viernes, 9 de abril de 2010

Gente hiperconclusa

Está claro que hay gente cuyo organismo mental se superdesarrolló por alguna u otra causa. Gente que tiene habilidades por sobre lo natural, excediendo todo parangón establecido. Pasaré a dar algunos ejemplos:
gente que, como mi mamá, saben exactamente dónde dejaron cada cosita después de la mudanza;
o gente que, como cierta profesora elefanteásica que tuve, aprende los cuarenta nombre/apellido de sus alumnos con oírlos una vez (y jamás se equivoca);
gente que (como yo) viaja en el Sarmiento y entiende lo que dicen por altoparlante;
gente que le da moneditas a cada chico o discapacitado que pasa a su lado, y que además le alcanza para sobrevivir;
gente que termina sus carreras universitarias en el tiempo estipulado;
gente que toma dos litros de agua por día;
gente que hace acorde a lo que piensa y dice (que es coherente suele decirse);
gente que sale en remerita en invierno y no desarrolla plumas ni piel de gallina;
gente que escucha hablar de piojos y que no se empieza a rascar la cabeza, o que charla del sicoanálisis y no empieza a meditar sobre su infancia buscando traumas sexuales;
gente que pasa por un blog aburrido y vuelve a él varias veces;
y etcéteras gentes.

jueves, 8 de abril de 2010

Coleccionables


Tenrieda enredadera.

Tencome la carabesa.
Tescupe nanbocallena.
¡¿Ma quepasa sisedevela
lasumagia maquiavela?!
Senecae pordecabesa
y nedeschancha todo,
¿y lamurte?: ilesa.*


*Traducción veraz: Te come la cabeza. Te escupe en la boca llena. ¿Pero qué pasa si se desvela su magia maquiavélica? Se nos cae por la cabeza y nos descuajeringa todo, ¿y la muerte?: ilesa.

Gente inconclusa

Está claro que hay gente cuyos organismos mentales quedaron inconclusos por una u otra causa; gente que no posee habilidades que se dirían innatas en la mayoría. Por ejemplo:
la gente que para ponerse una gotita en cada ojo gasta medio gotero;
la gente como mi abuela, que cuando le diagnosticaron meningitis a su hermana le compró una bolsa de caramelitos de miel;
la gente como yo, también, que si combina o elije la ropa que se va a poner es raramente por un ataque de inspiración, porque sino se pone simplemente lo que va saliendo del cajón;
la gente como esos que, luego de estar constipados el fin de semana, salen el lunes del baño y exclaman "ha nacido un nombre nuevo", pero antes de que nadie le haga ningún chiste al respecto aclara: "no me pregunten sobre él que antes de que pudiera hablar se fue por el inodoro";
también está la gente que, indefectiblemente, lee un mail de cadena y empieza a considerar científicamente cuáles son las probabilidades de que lo que acaba de leer sea verdad;
la gente que escucha música fuerte con su celular en el transporte público (esos no tienen perdón de Dios);
la gente que no limpia donde no llega a ver, pero que es enana e ignora cuál es el campo de visión de la gente alta;
la gente alta que se acobarda cuando un enano lo ataca por cualquier motivo;
la gente que apoya el aborto pero se une al grupo de "salvemos a las plantas" del fabo;
la gente que veía Gran Hermano;
y etcétera las gentes.

martes, 6 de abril de 2010

La Manga

Eduardo encontró su vocación una tarde en la parada del colectivo. Vio un panfleto pegado en un poste que decía: Clases de bajo La Manga, y adjuntaba un teléfono. Eduardo fue a un par de clases de bajo la Manga y resultó ser tan bueno que, tres meses después, estaba ganando los Golden Texas Póquer de todo el mundo.


Porque todos nosotros sabemos que las palabras tienen magia, pasen por acá y voten voten VOTEN mi ficpalabra preferida.

lunes, 5 de abril de 2010

Mis cinco indicios de demencia

Uno: Desde que empezó el invierno ando sin pañuelos que me alcancen. Yo sé que los uso, los lavo, los seco los plancho y los meto en el cajón. Pero ocurre que cada vez que voy a buscar uno limpio, encuentro el cajón lleno de pañuelos sucios, moqueados, húmedos y hechos un bollo.
Dos: Tengo gran compasión por el reino animal y el vegetal. Por eso no toleraba a mi nuevo perro, asesino rapaz de gatos vecinos. Cuando mató al cuarto decidí regalarlo a un amigo de Don Torcuato cuya vecina es una loca de gatos (tiene como treinta, ahí se justifica). Pero hace dos semanas que regalé al perro y aparecieron tres gatos más, muertitos y despanzurrados en mi jardín.
Tres: Me encuentro en mi propia habitación hablando conmigo mismo (como a tanta gente le ocurre) pero de recuerdos inventados. Cuando tomo conciencia de mi discurso de ida y vuelta, me pregunto cuándo ocurrieron esas vacaciones y de qué plata encontrada estoy hablando. Parece que me miento a nosotros mismos.
Cuatro: Desde Navidad tengo este dilema: los sueños se me funden con la vida diaria y me cuesta distinguirlos. No es que despierto y recuerdo el nuevo sueño, sino que ellos se infiltran en mi acervo inconsciente y, por ejemplo, quedo convencido de que el frente de mi casa es color cremita; recién cuando salgo a hacer las compras me doy cuenta de que no. Y tampoco puedo hablar con la gente de cosas que vi en la televisión, porque estoy soñando mucho con la tele, y los únicos indicios de que esos recuerdos fueron sueños son, por ejemplo, la vaca que pastaba a cinco metros de altura atrás de Barak Obama, o el color verde de la cara de John Locke.
Seis: Sufro una especie de dislexia o afasia extraña. Me confundo el orden de las cosas cuando escribo, mi mente se marea pero no da indicios de ello. Para ejemflipicarles, voy a escribir de acá en más como me sale y sin corregir. Le ereeo el orden a sal telras cuando no milo er detlaco, y tenguo qe mirar con acentión para duscebrir el error. ¿Un deasatre no?


¡106!

Lo clásico

Despaché mis últimos 10 pesos en un café para mí y uno para mi amigo vagabundo. La ocasión era doble para este festejo: el inicio del invierno y el recital de música clásica en Vélez. Nosotros estábamos con nuestros camastros frente al estadio.
-¿Usted escucha música clásica? -me preguntó mi compañero.
-De chiquito estaba más habituado a ella porque mi papá escuchaba. Después ya no.
-Una lástima. Yo, hasta antes de perder las cosas, me regalaba grandes óperas y orquestas todos los días. ¿Y le cuento algo curioso?
-Adelante -asentí yo, dándole sorbitos al telgopor.
-En aquellas épocas yo tenía un gran oído, un gran conocimiento y una gran imaginación. Era de esos hombres que pueden interpretar con el oído perfectamente las intenciones del compositor y diferenciarlas de las del director. Yo era de esos a los que les es imposible imaginar la marcha de los elefantes por el desierto, con sus cinco paradas cómicas, cuando escuchan Parsifal de Wagner; o que se sumergen en el bosque donde se da la persecución del novio a la novia embrujada, y se pone a bailar con ellos en los cohorros de hadas, con La bella galatea de Franz Von Suppé. Soy de esos que con La primavera de Vivaldi se sienten llenos de deseos de sujetar esa lanza de Carlo Magno y atravesar de lleno el pecho del Sultán. ¡Enloquecía con las noches de volcanes ardiendo con Alahor en Granada de Gaetano Donizetti! ¡Volaba junto a los dragones de cristal de Ariana y Barbazul, de Gaetano Donizetti! ¡Aluciné días enteros con la ciudad sumergida de los pulpos de Los Viajes del Señor Broucek de Leos Janacek...!
De pronto la excitación se esfumó y bajó los brazos al suelo, descubriendo que había volcado la mitad de su café por la vereda. Con aflicción oyó los aplausos en el estadio.
-Ahora, amigo, cuando tengo oportunidad de oír algo de buena música, mi imaginación todo lo que elabora es un escenario con telas rojas, un coro con una orquesta en esmóquin, un director y su batuta, y yo, con mi viejo traje de rayas, en medio del público...
Termino lo poco de su café y cerró los ojos, satisfecho.

Salú por 600 entradas de'el bló.

domingo, 4 de abril de 2010

Dos héroes

Un hombre enorme, rubio y musculoso como viquingo caminaba por esa calle vacía junto al otro, quien se diría Queequeg, negro, misterioso, austero de andar y tan alto como el rubio. Los dos avanzaban con la cautela tensa de los que viajan a la noche en un país desconocido.
-Ahora que lograste paz para tu país Lombarbrigo -dijo el oscuro en un francés africano-, ¿no piensas quedarte en una casa tranquila, encontrar una mujer de tu gusto, formar familia y morir en tu patria?
-Me tienta la idea -contestó el otro con un crudo francés de ruso, vigilando siempre los lados del camino-, pero para mí es poco realizable.
-¿Por qué dices eso? Tú te cargaste solito a los militares que mataban a tu gente e instauraste el poder aristocrático más honesto y transparente que conoce el continente -reflexionó el negro con dificultad-, ¿de veras crees que te costará encontrar una mujer con quien casarte?
-No es ese el problema. Tengo inquietud, no puedo quedarme en un lugar luego de tanta lucha, tanta muerte y tanto dolor. Siento que moriría.
En ese momento oyeron tras ellos a dos vehículos que venían en carrera por la ruta. Cada tanto los acompañaba una ráfaga de metralla.
-Tú también sabes cómo me siento -continuó diciendo el ruso-. De lo contrario no habrías venido a buscar mi ayuda, ¿no?
El hombre oscuro asintió, agudizando su oído pero sin dar signos de molestia.
-¿Falta mucho para llegar a tu querida Kamakenia? -preguntó el rubio.
-Un mes a pie por esta ruta eterna. Si conseguimos un transporte será muchísimo más rápido, pero más peligroso también.
-¿Y dices que la guerra civil en Kamakenia es cruda como el régimen que había en Lombarbrigo?
-Tú lo juzgarás con tus propios ojos, pero me atrevo a decir que es igual o peor.
El estrépito de los motores aumentaba a cada segundo, y los dos hombres enormes pusieron muecas de desagrado al oír las armas, las risas y los gritos desesperados que venían con ellos.
-Hay bastardos por todo el mundo -comentó el Queequeg, deteniendo su marcha y dándose vuelta, mirando rudamente hacia donde venían las camionetas-. Esos son los llamados Piratas de Zimpantre...
Sin que el ruso dijera nada, el negro sacó la lanzadora de granadas que llevaba en su mochila y se arrodilló junto al camino. El rubio tomó distancia, sin decir nada. Esperaron veinte segundos. En la negrura se veían las ráfagas de disparos que perseguían al primer coche o que se elevaban en el cielo. El primer vehículo, transportando hombres, mujeres, niños y ancianos desesperados, los sobrepasó a más de ochenta kilómetros por hora, emitiendo aullidos de dolor y angustia. Entonces el Queequeg apuntó con cuidado al segundo coche y apretó el gatillo. Un fogonazo y una explosión dieron luz a todo el valle por un instante, y al siguiente la camioneta descontrolada y ardiente se fue encima de su destructor, saliéndose del camino.
El ruso rubio se persignó, sin inmutar la aridez de su rostro, y tras contemplar el fuego y el crepitar hasta que sus ojos se hirieron, se dio vuelta y siguió caminando. La camioneta con exiliados se había detenido poco más adelante.
-Un mes a pie por esta ruta eterna -repitió-. Si conseguimos un transporte será muchísimo más rápido, pero más peligroso también... El camino a Kamakenia.

sábado, 3 de abril de 2010

Poemas de la Mariposa Ninja

-Medias con verdín.
-Listo.
-Latas de plomo.
-Listo.
-¿Cangrejo mutante?
-Liiisto.
-Altavoz afónico.
-¿Para qué?
-¿No lo pusiste?
-Ya. Listo.
-Bue... ¿En qué andaba? Ah: sacapuntas sangriento.
-Listo.
-Mochila de bebé, renacuajo arbóreo, copa de cartulina naranja, frasquito con barro de Turquía, pus de tu hermano mayor, espada de Gengis... ¿acá dice propóleo?
-¿Propóleo? Sí, puede ser. Todo listo.
-¿Listo listo? Vamos.

Coleccionables

Yo las llamo poéticamente Antes y Después.

Palabras robadas, palabras prestadas, palabras palabras, palabras gringadas, palabras bufadas, palabras sudadas, palabras cansadas, palabras cascadas. Palabras trucadas, palabras sonadas, palabras chingadas palabras de boca/boca con ombligo corazón.

Registrado

Ahora que tengo todos mis cuentos, novelas, pensamientos, poemas y parte de textos del blog registrados debidamente en la Cosa de Propiedad Intelectual, puedo hacer cosas tales como esta: así empieza y así termina mi mejor cuento, Amores imposibles en la Capital Federal (año dos mil y pico).

«La miré de reojo. El viento sacudía su ropa con violencia y arrastraba el jugo del durazno que yo estaba comiendo a mordiscones. Era mi último durazno. Pensé en convidarle, tal vez así lograra quedarme con ella algún tiempo. Pero debía decidirme rápido, o terminaba de comer o me le acercaba y le ofrecía lo que quedaba de pulpa. Terminé de comer, me sequé la boca con la manga arenosa del sobretodo y arrojé bien lejos el carozo. Ella estaba sentada a unos cien metros, en el cordón de la calle cubierta de polvo y tierra, mirando el piso. Seguramente estaba sedienta. Me acerqué decidido, sacando una botella de agua mineral de la mochila color caqui, desenrosqué la tapa y le di un largo trago.»

«Es poco probable que alguien encuentre el amor en estas zonas y en estos tiempos, ese amor que justamente ahora se dedica a desencontrar sentimientos y personas. Yo, Puck Desierto, encontré a Arco Iris estando dispuesto a amarla cuando ella no lo estaba, y Arco Iris me encontró después, quién sabe dispuesta a qué, cuando yo en realidad lo que quería era seguir durmiendo. A veces, sueños y amor no son la misma cosa.»

jueves, 1 de abril de 2010

Condición humana XXXVIII

Los dedos de los pies duelen como si en cada falange un aro de metal me comprimiera los huesos, apretando más y más. La planta de los pies se sienten como caminar sobre agujas ardientes, el empeine sufre como si un taco aguja lo pisoteara sin clemencia. El tobillo hace más daño porque siento que está roto en muchos pedazos sueltos. La tibia y el peroné chillan como si les arrancaran la carne a jirones, y los gemelos tienen siempre un eterno calambre. Las rodillas se sienten como si estuvieran a punto de estallar bajo una presión titánica a cada instante, y el húmero parece más bien una bayoneta oxidada y mellada que se clava en los músculos agarrotados que la rodean. La cadera es un padecimiento viviente porque con cada movimiento revela novedosos choques eléctricos que llegan a la cintura y escalan por la columna vertebral.
Así me duelen ambas piernas, así dolieron siempre, camine, repose o salte. Por eso camino intentando ignorar el dolor que sienten, pues no hay nada mejor. Incluso me esmero por ir rápido y no rezagarme, y me doy el lujo de brincar con gracia cada tanto. Y poco de esto me molesta, porque estoy seguro de que la mayoría de la gente que conozco sufre igual que yo; sólo que algunos lo soportan mejor, mientras otros cojean sin conocer por qué.