lunes, 31 de mayo de 2010

Un día como hoy

Sí, sí, creo que nunca estuve más lejos del piso en mi vida que acá en el trabajo (salvo algún que otro mirador). Pero no se nota ¿viste?, con la comodidad de estas cosas no tiene nada que ver a asomarte por la baranda de un mirador. Se pierde la noción, ves la gente diminuta pero no parece tan lejos. Es como estar bajo tierra también: muy arriba o muy abajo, en la oficina o en el subte, es un lugar más en el que estás.
Lo bueno de esto (lo realmente bueno) es que en el piso 15, cuando salgo del ascensor, la puerta exterior huele igualito a como olían las cabañas de Traful. Igualito.
Pedir que no se lleven la lapicera no es tan terrible. La gente acá es buena onda.

sábado, 29 de mayo de 2010

Coleccionables

Corner.

-¿Y doctor, qué tengo que hacer para calmar esta ansiedad enfermiza? ¿Medicamentos, terapia, deportes violentos? Usted ya salvó a la mitad de mi familia, le tengo confianza absoluta: no importa qué ni cuánto cueste, dígame cuál es la mejor manera para terminar este infierno.
-Le puede costar muchísimo dinero, pero eso no le importará, porque su inversión primaria le parecerá exorbitante.
-¡No me importa! ¡Dígame qué hacer!
-Tiene que volverse un poquito idiota y enamorarse. Éso es todo.

Pirucha zanahoria panfletera XII

No pasa todas las noches, sólo aquellas en las que llega destruida a su casa. Como en esos días que tiene que levantar a los nenes, ir a estudiar a lo de Susana para el próximo final, volver a buscar a los nenes, cocinarles, ir a trabajar y volver a la noche para prepararles la cena, acostarlos, lavar la ropa y plancharla y todo eso y después bañarse sin hacer ruido para no despertarlos. En días así, o días como los que tenía que vivir en la clínica después del ACV de su mamá, ella sabe que en el momento en que, con todas las luces apagadas y las rodillas clamando reposo, se acueste en el pacífico lecho, la almohada se va a correr. Y no importa cuántas veces intente atraparla y mantenerla bajo la cabeza, la almohada se las va a ingeniar para escurrirse de sopetón y ponerla de mal humor. Siempre al principio se enferma de rabia y empieza a luchar contra la cama, mientras la almohada se burla de ella desde un rincón. Luego se calma, se acuesta boca arriba, así apoyando la nuca en el colchón, y tarda en dormirse. Pero durante el sueño se reconcilian, porque al despertar siempre la está abrazando.

Amigos del alma

Se conocen desde hace tanto, son tan aburridos, saben tanto el uno del otro y charlan tan seguido que en los últimos meses, lo más interesante que se oyó entre ellos fue este comentario: si murieras mañana sería una lástima porque no podrías contarme la novedad...


Pero entre el linyera y yo se oyen cosas mucho más interesantes. El otro día me explicó la contradicción de los sueños: siempre se vuelven repentinamente realidad, te agarran medio dormido.

viernes, 28 de mayo de 2010

Espontania

La chica, rubia, maquillada y de andar modelístico, salió de la oficina sin saludar a nadie y con aire distraido. Cuando llevaba veinte pasos alejándose, la puerta que ella dejó cerrar fue abierta imprevistamente y un muchacho con anteojos, desarreglado, se asomó y la miró consternado.
-¡Te lo pido por favor! -exclamó, sosteniéndose del marco como herido de muerte-. Sé que sólo te facilité unos trámites, que soy un desconocido más, que tal vez mi onda no te cayó de lo mejor, pero por favor... ¡por favor, no me dejes así clavado! ¡Sólo te pedí una sonrisa, un número de teléfono, un lugar especial en tu vida!
La chica de pelo rubio lo miró confundida y un poco asustada... Se dio media vuelta y siguió su camino para salir de allá lo antes posible. El muchacho oficinista permaneció quieto, esperando y conteniendo su respiración exaltada. A último momento, antes de que desapareciera tras la puerta, ella giró un segundo y le sonrió divertida.
Él se recompuso, se enderezó el cuello de la camisa, se calzó bien el cinturón y los anteojos y entró en la oficina, donde sus compañeros lo miraban entre avergonzados y fascinados. Él sonrió también, igual a la chica desconocida: había dado otro paso en su carrera por la desinhibición cotidiana.


Yo hoy me desinhibí: entré a la farmacia y pedí las publicidades de perfumes. La semana que viene les traigo novedades.

Libre, como el sol cuento amanece

AMORES IMPOSIBLES EN LA CAPITAL FEDERAL (AÑO DOS MIL Y PICO)

La miré de reojo. El viento sacudía su ropa con violencia y arrastraba el jugo del durazno que yo estaba comiendo a mordiscones. Era mi último durazno. Pensé en convidarle, tal vez así lograra quedarme con ella algún tiempo. Pero debía decidirme rápido, o terminaba de comer o me le acercaba y le ofrecía lo que quedaba de pulpa. Terminé de comer, me sequé la boca con la manga arenosa del sobretodo y arrojé bien lejos el carozo. Ella estaba sentada a unos cien metros, en el cordón de la calle cubierta de polvo y tierra, mirando el piso. Seguramente estaba sedienta. Me acerqué decidido, sacando una botella de agua mineral de la mochila color caqui, desenrosqué la tapa y le di un largo trago.
-Te ves sedienta, ¿querés un poco de agua? –dije, gentil, con mi voz de quince años que había cambiado hacía poco.
No me contestó inmediatamente, pero levantó la vista hacia mí y me miró fijo. Tenía ojos marrón almendra, normales pero lindos, y muy rojos de tanto llorar o reprimir un llanto. Aún tenía delineados los párpados, así que todavía no había derramado ni una lágrima. Hizo un crujidito con la garganta y extendió débilmente la mano hacia mi botella. Sonreí con ternura y se la pasé, haciendo que mi piel rozara la suya apenas una fracción. Aún con mucha suciedad de por medio y numerosas capas de tierra que se fueron acumulando durante meses, mis nervios se crisparon al sentirla. Ella bajó la vista nuevamente y sorbió de la pajita, seguramente pensando en cuando era una niña y solía ir al McDonal’s.
-¿Cómo te llamás? –le pregunté al rato.
-Arco Iris.
Y no preguntó el mío. La gente por todos lados actuaba así, habían olvidado las conversaciones y la confianza. Seguía tomando agua, lentamente, como disfrutando de ello. Pasados otros segundos…
-Yo me llamo Puck Desierto –le dije, sonriendo-. ¿Te gusta mi nombre?
-Síí… -suspiró, observando el suelo-. Muchas gracias –dijo, extendiendo hacia mí la botella, pero sin mirarme.
-De nada –La tomé con precaución para que no se me fuera a caer y la guardé en mi mochila-. ¿Te molesta si me siento acá un rato?
No contestó, pero supuse que no le molestaba nada en estos tiempos. Así que me senté junto a ella y me detuve unos minutos a mirar el páramo que nos rodeaba. En los últimos treinta años (quizás hace cincuenta ya se notaba la diferencia) el clima había cambiado abruptamente, y más aquí que en otras zonas del mundo: toda la humedad se borró rápidamente y la aridez inundó el aire. La gente trataba de acostumbrarse, de comprar más ventiladores y aires acondicionados, pero los suministros de energía no alcanzaban ya que mermaban los caudales de los ríos de litoral. Poco a poco la gran Capital se fue despoblando, la gente huía al sur cada verano, en rebaños inhumanos sobre el asfalto, a pie porque los combustibles eran algo muy raro -y peligroso para el que tenía y no sabía cuidarse. Hacía ya por lo menos siete años que la Capital era un desierto lleno de tierra y arena y edificios sin ventanas, sólo agujeros. Los pocos que quedábamos acá vivíamos también como animales del desierto, aprovechando lo que podíamos, desconfiando del resto, sobreviviendo en la anarquía.
¿Quién lo diría? ¿Quién se atrevería a pensar que el amor podía aún subsistir en esos días? Yo era uno de esos. Puck Desierto, ése era mi nombre, mi identidad, y creía en el amor y estaba dispuesto a ponerme a prueba.
-¿Cuántos años tenés? –le pregunté al rato, y ella, luego de suspirar y sin sacar la cabeza de entre sus piernas, me contestó:
-Dieciséis.
Su voz me gustó. Era un año mayor que yo pero parecía uno menor, sobre todo por su voz, y su tamaño. Era linda, seguro que con un lavado su pelo era brillante y sedoso, y su piel, debajo de toda su ropa para cubrirse de la radiación, debía ser tibia.
-¿Vivís sola?
-No –dijo, y levantó la cabeza para mirar alrededor-. Mi hermana mayor y mi mamá viven a dos kilómetros.
-¿Y qué hacías por acá, sola?
Su mandíbula inferior tembló un poco.
-Me pelié con ellas ayer… Pero creo que ya podría ir volviendo…
-Uh, perdoná –dije, haciendo una mueca. Había metido la pata seguramente-. Entonces si querés te acompaño, no es bueno que una chica como vos camine sola por ahí a la tarde.
-Gracias, pero me sé defender sola bastante bien –dijo, sin ser descortés.
-Ah, bueno, mejor por vos –comenté sonriendo. Ya iban dos metidas de pata.
El ambiente y el clima impedían las bases del amor, eso era evidente, pero estaba dispuesto a todo por comprobar que aún no se había perdido. Me estiré un poco y agarré un alambre que había por ahí. Como Arco Iris no parecía con muchas ganas de irse, me dediqué todo lo que quise a partir el alambre en dos. Una vez que terminé, le ofrecí uno de los trozos y con el otro tracé una cuadrícula en el piso.
-Te juego un tatetí –dije-, para matar el tiempo, ¿te parece?
-Bueno –coincidió, encogiéndose de hombros, y puso una cruz en una esquina. Yo esa técnica ya la conocía así que puse un círculo en el medio y terminamos empatando. Después de un par de partidas más ya parecía muy aburrida, y eso no iba bien.
-¿Y si mejor jugamos al piedra papel o tijeras…? –Esperé con el puño en la espalda unos instantes-. Piedra, papel, ¡o tijeras! –La mayoría de la gente primero saca tijeras, siempre, y por eso saqué papel, así ella me ganaba y tal vez podía verle una sonrisa. Pero no era alguien normal, obviamente, y eligió piedra, por lo que le gané. Dos minutos después ella me había ganado rotundamente, pero aún así no se sonreía, ni nada.
Dejamos el juego ahí y yo me tiré de espaldas al piso, a mirar las nubes que nos sobrevolaban a increíble velocidad. Ella miró hacia un costado, donde a unos kilómetros pasaba un viejo rengueando, antes de meter nuevamente su cara entre sus piernas, donde la oscuridad tal vez le permitía pensar mejor.
Sin dudas había elegido a la chica incorrecta en el momento incorrecto. A lo mejor me convenía despedirme en ese momento, diciéndole dónde vivía yo, para encontrarnos en alguna ocasión en la que estuviera menos triste.
Estaba pensando esto cuando se incorporó de pronto. Mis ojos se habían cerrado y fuera de ellos el cielo se había ido haciendo más oscuro y pardo. Desde arriba me miró, con una sonrisa, y me tiró la mano para que la sujetara y me levantara. Yo antes había estado tan cansado que me había dormido, y tal vez, pensé mientras me ponía colorado y aceptaba su mano, había roncado tan fuerte que la había hecho reír.
-Yo ya me voy para mi casa –me dijo mirándome a los ojos. Ahora que estaba parado frente a ella noté que yo era más bajo-. ¿Venís o te quedás?
Dudé un segundo. Su cara parecía diferente, tal vez no era tan linda como la había idealizado ahora que estaba oscuro, era otra Arco Iris.
-Ya es tarde, creo que te conviene quedarte -aconsejó.
-No, no, voy con vos.
Caminamos bien lento, una hora y media esa noche. Era sin duda una persona muy interesante, pero creo que el sueño que había echado ahí al lado suyo me había sacado las ganas momentáneas de probar que el amor existía aún en esa ciudad. Tal vez, en otra ocasión, volverían las ganas, con otro sueño. La dejé en la puerta de su casa, la despedí con un beso en la mejilla y me volví para mi casa.
Es poco probable que alguien encuentre el amor en estas zonas y en estos tiempos, ese amor que justamente ahora se dedica a desencontrar sentimientos y personas. Yo, Puck Desierto, encontré a Arco Iris estando dispuesto a amarla cuando ella no lo estaba, y Arco Iris me encontró después, quién sabe dispuesta a qué, cuando yo en realidad lo que quería era seguir durmiendo. A veces, sueños y amor no son la misma cosa.


(Con suerte), alguien hoy leyó este cuento en Avenida de mayo, estación de la línea C del subte en Capital Federal, alrededor de las 19,45 horas. Originalmente quería liberar el cuento El hombre más malo del mundo, de Leonardo Castellani, pero no figura en la web, y como tenía este cuento a mano... Espero que a alguien le guste.
Además de eso, fue un día súper interesante y de perder mieduchos.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Falta de coherencia, directora

-Faltó la seño de música. Si se quedan todos calladitos un momento, los voy a llevar al patio.
Todos se quedan en silencio, salvo Dieguito, que grita como desaforado. Entonces la directora que les acababa de pedir se callaran, inicia su perorata: -¡Pero Diego, qué mal compañero que sos! ¡Todos estaban calladitos para ir al patio inmediatamente, pero ahora sólo por tu culpa se van a demorar acá! Si tan sólo no hubieras dicho nada ya estarían allá, pero siempre pasa lo mismo. ¿Y acaso vos sos más importante que el resto, o menos importante que cada uno de tus amiguitos? [...] ¿No sabés medir el respeto que me debés ni el esfuerzo que ellos están haciendo para no decir nada? [...] Si una docente pide silencio no es porque le gusta el silencio, sino porque es indispensable para muchas actividades, para poder mantener el control, porque es necesario. Y hablar, ¡peor!: ponerse a gritar como loco y tonto no ayuda para nada, y es una falta de respeto absoluta, total e inadmisible en una escuela. [...] ¿Trajiste tu cuaderno de comunicados, Diego? Espero que por lo menos lo hayas traído, así tu mamá se entera lo mal que te portaste frente a tus compañeros, y lo mucho que los hacés enojar...
Llegado a ese punto, Martín se cansó y exclamó: -Ya basta, dire, nadie le está haciendo caso. Pero peor que eso es que hay una falta total de coherencia entre lo que dice y lo que provoca: ¿no ve que sólo uno de nosotros habló un poquito, pero la verdadera causa de tanta demora es que usted se la pasó hablando sola media hora? Podríamos estar hace rato largo en el patio, y ya habríamos olvidado lo hijo de puta que es Diego, pero ahora, por tu culpa, dire, lo odiamos. Además nos estás faltando el respeto al resto del grupo, que se quedó completamente callado, como si esperaras fomentar en nosotros rencor hacia él para que nosotros seamos los que lo mantengamos a raya en el futuro. ¿O no? ¡Y si querés silencio para mantener control, justamente, callate! ¡Y no nos rompas más las pelotas con charlas y charlas y charlas al pedo!
Nota en el cuaderno de comunicados para Martín, por vocabulario inadecuado hacia la directora, falta de respeto, desacato público y exceso de lógica.

lunes, 24 de mayo de 2010

Five points

-¿Te conté que mi papá era un inglés? -me preguntó el mendigo.
-No, no me lo dijiste nunca. Yo pensaba que era colla, por la historia que me contaste de Machu Pichu.
-No, no, era inglés. Y me acabo de acordar lo último que me dijo antes de irse en barco a África.
-¿Sí, qué te dijo?
-Me dio una lista, las cinco cosas que tenía que hacer para vivir bien.
-¿Plantar un árbol, tener un hijo...? -quise adivinar yo.
-No, no. Nada de eso. Stay healthy. Play always like a kid. Look at the possible good and bad consequences. Speak to women. Play with fire -but not too much.
-¿Y lo hiciste?
-¿Esas cosas? No, ni idea. Nunca me enseñó a hablar inglés.

domingo, 23 de mayo de 2010

Coleccionables

Eya-Laraña. Cegada, cegadita por completo. No ve nada eh, nada, sólo tiene recuerdos.

Gente de mierda

En su casa (su hogar mejor dicho, vive en un departamento) lo único que hace es llegar, cenar, prepararse una vianda, bañarse, dormir, levantarse e irse. Desde el viaje de ida al viaje de vuelta todo lo hace fuera de su casa. Una hora viajando, trabaja tres horas, desayuna en diez minutos, sigue trabajando otras cuatro horas, se come la vianda y camina treinta cuadras hasta la universidad. Estudia ingeniería y sale, de lunes a viernes, entre las diez y las once de la noche. Otra hora de viaje y vuelve a su casa. Ahí cena, se prepara la vianda y se baña. Gana lo suficiente para mantener sus estudios, a su hijo de cinco años y para pagar el alquiler y las expensas (por ahora).
Me contó que cuando llega, después de haber estado quince o más horas fuera de su hogar, a veces todavía tiene un poco de energías antes de acostarse, y que le encanta, le fascina, ama sentarse en el comedor a oscuras y cantar un poco, unos veinte minutos digamos, en voz baja, tranquilo, como para tranquilizarse, bajar revoluciones, purgarse. Hacer eso me dijo que lo hace feliz, lo único feliz durante toda la semana. Pero no puede ni siquiera hacerlo porque la vieja que vive arriba lo castiga a taconazos para que se calle. ¿Por qué no apaga su audífono y se deja de romper las bolas?


Hay gente (en realidad no, pero pongamos que sí) que sigue el blog desde el principio, cuando yo era un feliz adolescente que estaba terminando sus estudios secundarios. Esa gente me siguió en el cambio a la facultad, el primer año, ahora el segundo. Y ahora presencia el más drástico de los cambios: en un mes y medio se me ahogó el perro, me sacaron una muela (lo que demostró en encía propia la irreparabilidad y corrupción del cuerpo), adopté una gatita nueva, me regalaron forzosamente un celular que odio y me obligaron a depender de él, y me metieron a trabajar (con lo cual prácticamente dejé de escribir). Ya no soy la misma persona, lo único que falta es que me dé cuenta que soy zurdo en vez de diestro y listo, desaparezco.

viernes, 21 de mayo de 2010

Raya blanca

En la esquina de Sarmiento y Corrientes Eduardo siempre chocaba. Las primeras veces fueron con un taxista, un Volvo y un viejo en su Falcon. Y le molestó. Pero después, cuando lo chocó un colectivo, un skater se le cayó en el parabrisas y finalmente, cuando un camión blindado de Prosegur lo embistió y lo arrastró setenta metros, se hartó de esa puta esquina.
Eduardo sabía bien cuál era la causa, aparentemente fortuita, de tanta desgracia automovilística. Por eso un día cargó a la bicicleta de su hija un rodillo y un tachito de pintura negra y a las tres de la madrugada se fue a la esquina de Sarmiento y Corrientes. Pintó una raya blanca de la senda peatonal, dejando sólo doce, y volvió feliz a su casa.


Hoy van dos en una mañana tranquila. Comprobé que la humedad matinal afecta la solidez de mi estómago, y estoy perfeccionando el arte de tirarme pedos sin cagarme. (Con finura y leganzia.)

Mihéroe Ghandi

Él es un héroe porque dejó su riqueza en Europa y se dedicó a atender enfermos de SIDA en África. El otro porque luchaba contra los bárbaros comunistas y defendía la escuela de sus padres. El otro que él mató era un héroe porque traicionó a sus padres cerdos capitalistas y los mandó a fusilar a la edad de 13. Mi vecino de la otra cuadra es un héroe porque cuida a cada perrito que pasa frente a su casa. Pero las monjas que trabajan en el geriátrico den frente no entienden cómo malgasta tanto dineral en perros, mientras que ellas cuidan y atienden y sanan con las limosnas de la parroquia a tantos viejos abandonados por sus familias... Cuando tenia 9 años y dejé mi asiento por primera vez, a consciencia, a una señorona, me sentí un héroe. San Martín y Belgrano fueron héroes también, y lo mismo ese chino amarillo que no sé qué imperio destruyó. Un cirujano es héroe cuando salva a algún paciente complicado, y uno más cuando mata a los que le siguieron. Y Tomcruis y Ghandi van de la mano.

jueves, 20 de mayo de 2010

No hay dos sin 3

Camino al trabajo (ahora también estoy en el trabajo) esta mañana, descubrí una cosa y aprendí dos. Descubrí cuál es la velocidad natural de la caminata humana (dicen que es de 7 km por hora, pero que no jodan, en la ciudad es diferente). Iba yo moviendo los pies sin pensar mucho, sólo consiente de que no me esforzaba en ir rápido ni en ir lento. Caminando así, como un péndulo contento, aprendí que mucha gente va a exactamente la misma velocidad, y cuando uno va, consiente de ellos, mirándolos adelante, en la vereda denfrente, acompañándote, imitándote o imitando el mismo plan superior, parece que no fuera uno el que camina sino la ciudad la que retrocede, como si camináramos sobre una cinta mecánica. La otra cosa que aprendí hoy es que sobre Paraná, a esa velocidad agarrás la onda verde.

martes, 18 de mayo de 2010

Hamaca de duraznos

Cuando iba a la casa de mi abuela yo corría siempre a saludarla a ella y luego a saludar a la hamaca. Era un tablón viejo con dos sogas colgando de un duraznero nudoso y viejo. Me hamacaba horas seguidas sin parar, hasta que me llamaban a tomar el jugo. Amaba a esa hamaca como algo propio de mi abuela, como si fuera otra cara de mi abuela, su brazo o la cintura que abrazaba.
Mi abuela murió la semana pasada. Hace diez años que la hamaca se rompió y que no pensé más en columpiarme en ella. Hoy mi mamá me pidió que fuera a la casa de la abuela y limpiara un poco el jardín. Lo único que hice fue destruir el duraznero a hachazos, guardar el hacha e irme.


Primera entrada durante el trabajo. Yu-pi.

Una noche, una mañana

José tuvo una noche pésima: volvió de trabajar muy tarde, problemas en el transporte, problemas al calentarse la cena, problemas de insomnio después. Durmió seis horas y se levantó para ir a trabajar, otra vez. Las tostadas se le quemaron y su gato ofendido le dio la espalda. Gato puto. El único cable a tierra que le quedaba era un pucho en el furgón.
Andrés durmió bien, ocho horas de corrido y media horita más de fiaca. Pero al salir a trabajar tuvo problemas: primero se demoró en el baño, con lo cual corrió el colectivo y no lo alcanzó. Tomó el siguiente, que siempre venía hasta las manos, y tuvo que comerse una cola de quince personas para sacar el boleto del tren. Vio pasar varios trenes. Cuando por fin pudo pasar, se apuró porque uno acababa de ingresar a la plataforma y ya estaba cerrando las puertas. Pasó el molinete y se cerraron, pero vio que en el furgón un tipo mantenía una hoja de la puerta abierta con el pie. Corrió como engendro endemoniado, viendo que el tren empezaba a acelerar, y cuando estuvo por poder dar el salto dentro del furgón, el que sostenía la puerta, sonriendo, sacó el pie y la dejó cerrar.
Andrés se quedó como un boludo tecleando en el andén, masticando puteadas venenosas, y José lo vio alejarse en la distancia, con una mezcla entre goce perverso y arrepentimiento y estupidez.


Tercer día de trabajo: descubrí que paso menos de 9 horas en casa, con lo cual no puedo poner a cargar las pilas para el mp3 durante la noche (el cargadorcito es viejo y tarda 12 horas), y tengo que hacerlas durar sí o sí hasta el fin de semana.

domingo, 16 de mayo de 2010

Coleccionables

Se enverda el cielo.
Cae la noche.
Je tas' parflen,
ne tadaux da Vuen?
Vuelan lombrices
en carricoche.
Flores de mayo
chateux sin techo.

Tiene todas las respuestas

-¿Dónde nacen los pensamientos?
-En el espacio sin pelo que hay atrás de la oreja.
-¿Gira la Tierra o gira el Sol?
-Gira el Sol.
-¿Y la Tierra?
-También.
-¿Por qué existen los animales?
-Porque sirven de metáforas incompletas de los humanos.
-¿Con qué se fabrican las pilas?
-Con hormonas de demonios.
-¿Qué va a pasar mañana?
-Va a amanecer nublado con 95% de humedad.
-¿Sensación térmica?
-12º centígrados.
-¿El amor es algo tangible?
-Igual que los sueños.
-¿Alguna chica está enamorada de mí?
-...
-¡Puta madre!

viernes, 14 de mayo de 2010

Work sucks, I know

Van dos días que trabajo y ya aprendí muchas cosas. Aprendí que no todos los casilleros de un formulario son iguales, y que en cada uno tiene que ir un dato específico.
Aprendí que hay gente con motos que no conoce ni su número de DNI, y otros que cada vez que firman con su nombre escalan el Aconcagua.
Aprendí que hay más motos de las que uno piensa dando vueltas, y que lo usual es que tengan suerte, créanme.
Aprendí que los odiados muchachos del delivery que hacen cagadotas y se meten entre los autos y donde encuentran, lo hacen porque así se aseguran que los demás conductores sean prudentes: es una extrañísima y tácita estratagema que les da muy buenos resultados.
Confirmé que la burocracia es un engendro cruel, pero buen: también aprendo a estar del otro lado Delmostrador.
Lo que sí, no aprendí a poner cara de entendido cuando me hablan en jeringoso. Esforzate un poco que hay alturas en que todas las palabras se asemejan unas a otras.
Aprendí que la constancia bloggistica va a ser jodida.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Bulimia del amor

Cuando le preguntaron cómo había hecho para almacenar tanto dinero, cuál era el secreto para tener tantas mujeres y tanto éxito, él sardónicamente contestó: yo sé vomitar mis propias mariposas.

martes, 11 de mayo de 2010

Vayamos a un país tropical

El frío se cristalizaba día a día en la plaza pero el linyera aguantaba con férrea pasividad. Me pregunté cómo hacía, si era que ya estaba acostumbrado, si tenía un organismo evolutivamente diseñado para ser linyera o si algún recuerdo lo abrigaba por dentro.
Y un día en que la plaza estaba completamente vacía, me develó su secreto.
-En Malvinas muchos murieron por el frío. No teníamos ropas para aguantar la temperatura, y muchos se volvían locos por hacer algo de fuego. Y yo estaba entre ellos, y habría muerto con ellos de no ser por el Sargento Gómez. Un día vio que no nos quedaba nada para alimentar la hoguera que habíamos hecho, y que algunos empezaban a quemar sus pantalones. Él me agarró y me dijo... -Sus ojos penetraron en los míos como clavos dilatados-... "Cabo, nadie que desea vivir quema su abrigo para entrar en calor".

lunes, 10 de mayo de 2010

La bloggada del mes

degal exting (ahora meten verbos angosajenos) eowdebe (esta tiene música) rehsige sisteg (mezcla de sister y t.e.g) ochebrin (y esta definitivamente se ganó el premio a la ternura)


Descubrí cuál es el origen del mito que dice que las mujeres rubias son huecas. Y es el siguiente: las mujeres rubias, antes, ahora ya no porque hubo muchísimo entrecruzamiento de razas y rasgos humanos; decía, antes, las rubias eran el 99% de las veces de ojos claros. Y los ojos claros son ojos sin misterio (no necesariamente menos lindos, aclaro), mientras que los ojos oscuros, especialmente los negros, están bien plagados de misterio. Los ojos negros ocultan cosas, velan secretos, esconden sus verdaderas intenciones, como el macabro y alegre tarareo del sepulturero. De ahí que si veían a una mujer de ojos negros junto a una rubia de ojos claros, a la primera le atribuían fácilmente, antes eh, vuelvo a aclarar, se le atribuían normales capacidades intelectuales, y a la otra no.
O es esta explicación o cualquier otra.

Condición humana XXXX

El piso tiembla, siempre tembló. No sé si ya se va a desmoronar todo o si va a ser dentro de una hora, dos horas, unos días, unos meses. Yo por las dudas espero: tal vez falte mucho para que se desmorone y me va a dar señales cuando esté ya por caerse todo. Aunque no sé si da señales, tal vez la señal es esta: el temblor. Adelante mío tengo un precipicio, pero llego a ver una cornisa al otro lado. ¿Salto? La distancia parece importante, no sé si voy a llegar. Al lado mío, cada tanto, veo gente que salta y llega y gente que cae ahí nomás. A los que saltan y llegan les pregunto a los gritos si se salta fácil, y aunque no llego a verlos, me responden que sí. Pero desconfío: ¿y los demás que se cayeron? Yo los vi justo al lado: dieron un par de pasos, tímidos, asustados por el temblor, y cayeron. Los que saltan y llegan lo hacen con mucha fuerza, parecen estar acostumbrados a saltar de cornisa en cornisa, ¿yo qué sé si soy así de habilidoso para saltar? Es más probable que yo sea de esos que caen a mitad de camino. Así que por ahora no hay apuro, el piso tiembla pero todavía no se desmoronó, ¿cierto? Siempre y cuando me dé una señal bien, bien certera de que está a punto de desmoronarse, puedo esperar acá y saltar a último momento.

domingo, 9 de mayo de 2010

Coleccionables

La vasija.

Si uno le mete agua saca sangre.
Si uno le mete lavandina saca cerveza.
Si uno le mete aceite para radiadores tirdebardal, saca jugo de manzana cligh.
Si uno le mete agua bendita saca agua de Mar del Tuyú.
Si uno le mete pis saca mercurio.
Y si uno le mete suero saca un monito espadachín.

Deformaciones ortográficas

En el tren siempre toma nota de lo que tiene que leer para la facultad. Así a fin de cuatrimestre tiene, en un sólo cuaderno, el resumen de toda la materia. El tren le resulta más cómodo para leer y escribir que el colectivo: por lo general es más estable y nunca tiene ese molesto traqueteo de las calles mal asfaltadas. Así y todo, un leyendo puede descubrir muchas cosas: os demasiado grandes a causa de un bamboleo horizontal, eles con el doble de longitud por culpa de alguna acelerada brusca, algunos rayones por culpa del buen señor que pasó por el pasillo y le empujó el codo, etcétera. Si hay una oración muy larga que se nota que fue escrita de corrido, y uno la mira con atención, puede llegar a descubrir cierto patrón de movimiento en la caligrafía, y siendo asiduo en el mismo transporte puede, no sin dificultad, adivinar a qué altura del recorrido la escribió.
Sus cuadernos con anotaciones esconden muchos secretos por el estilo, y él los ignora todos. Todos, salvo uno: en la hoja veintidós, en el anteúltimo renglón, hay una T mayúscula cuyo mástil se prolongó más de lo debido. ¿El motivo? Lo recuerda bien: una frenadita brusca al llegar a Villa Luro, donde actos seguido subió la chica más angelical de las angelicales, vestida con una blusa blanca, suavemente despeinada, con un moñito y labios marrones, y se sentó a su lado. Si uno lee lo que le sigue a esa T, nota mucha incoherencia y balbuceos literarios en todo lo que escribió hasta que llegó a Once.

sábado, 8 de mayo de 2010

Mega condición humana

-Humano -dijo sílaba por sílaba, adquiriendo esa voz solemne propia de sus filosofadas- es aquel ser capaz de crear leyes y luego romperlas.
Yo asentí satisfecho, sin verdaderas ganas de hablar.
-Humano también es aquel que puede cometer los mayores actos de bondad sin encontrar motivo alguno, y los peores y más crueles crímenes, y justificarse -Tampoco distendí-. Humano es aquel ser capaz de enloquecer, notar su locura y continuar así.
Ahí tuve un par de dudas, pero me las reservé.
-Humano es aquel ser que tropieza dos veces con la misma piedra -continuó. Nunca lo había visto robar, sólo mendigar, y ahí estaba robándole al saber popular-. Humano es... humano es aquel ser (quizás también lo sean los ángeles, pero nunca le pregunté a ninguno), humano es aquel ser capaz de gastar energía y utilizar la mente, amigo mío, sólo por gusto a imaginar.
Finalmente se ganó mi simpatía.

Chongo, el gato

¿Qué onda che? Yo soy la que lo cuida, la que lo vigila durante toda la mañana y a la noche, la que le da de comer tres veces por día, la que lo baña cuando se revuelca en su caca o vuelve todo sucio a la madrugada, la que le canta cuando se aburre y la que le habla durante horas cuando yo me aburro. (Y me escucha atentamente.) Yo hago todo eso pero ellos se dan el lujo de decir que lo encontraron en la calle (cuando en realidad yo lo vi primero) y dicen ser sus dueños. ¡Y ellos le eligen nombre, desfachatados! ¡Y yo soy la pelotuda que se aguanta todo eso sin chistar...! Chongo le pusieron. ¡Chongo, por Dios! Ese no es nombre para un gato, ni para un gato ni para nada que se digne vivir en una casa como la nuestra. ¡Chongo lo llamaron, y el gato va contento! Igual cuando está conmigo sabe: nos miramos el uno al otro y si lo llamo Marramau en voz bajita, él empieza a ronronear.

jueves, 6 de mayo de 2010

Diario de un asesino

Querido diario. Hoy me cobré dos víctimas más. Creo que los remordimientos empiezan a azotarme, o empezarán a hacerlo pronto: anoche soñé con el gusano que maté a palazos el último viernes, y desperté con miedo. Por eso intenté sacármelo con dos nuevos asesinatos: hoy fueron un escarabajo cornudo y una lombriz. A esa la estrangulé, y al escarabajo le saqué la cabeza lentamente con un bisturí. En en momento estuvo bien, pero ahora dudo. A la noche siempre la duda se invita sola. ¿Qué va a pasar ahora, querido diario? Maté dos veces hoy, ¿tendré dos pesadillas como la de anoche? ¿Va a ser así toda mi vida? Si no puedo con esto, diario, tendré que cortar mi legado familiar: no creo poder ser como papá, que ronca tranquilo todas las noches cuando vuelve de la oficina. Empiezo a creer que los negocios multinacionales son demasiada presión para mí.

Un nombre difícil de recordar

A veces el mundo parece una pequeña hogaza de pan espolvoreada con un glaseado mágico. (Otras veces parece una reseca pizza a la piedra con desencontradas aceitunas marchitas, pero engaña.) Y son tantas las historias que llegan a uno, tantas más las que se le escapan, tantos los detalles cristalinos que la necesidad amputa pero que brillan en la memoria observadora, tantos los hilos de esa araña magnífica (araña destino, araña universo, araña casualidad o como quieran llamarla) que si uno intentara por definición abarcar la vida completa de un humano, no tendría más remedio que narrar la de la humanidad presente, pasada y futura, contando lunares, secretos, pedos, chistes tontos, vergüenzas y pelitos de la oreja con minucioso regocijo.

Brindo por los desconocidos en el colectivo y por las historias (sinónimo de cosas) que llegan al blog.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Pis

Cuando tengo un largo viaje de vuelta a casa y tengo ganas de hacer pis, todo lo demás suele desaparecer. A veces una hora, a veces más, a veces cuarenta minutos. No importa lo lejana que esté mi casa, la intensidad es siempre la misma y la obsesión es siempre pareja. Cuando se está en el tren o en el colectivo la cosa se puede bajar un poco de revoluciones: mirar la gente, leer un libro, contarte historias en la cabeza, todas esas cosas te hacen olvidar que la vejiga te está por eclosionar para largarte todos sus marcianitos meones. Pero cuando se está corriendo para no perder el colectivo, o peor, cuando se está de pie, aburrido, enfermizo esperando el colectivo o el tren... ahí es cuando se libra la verdadera batalla sicológica. No hay piedad, no hay misericordia ni arreglos ni pactos valederos: es al todo o nada, el cuerpo y la mente contra el cuerpo y la mente en una batalla imperceptible (nomás a veces) cuya victoria o derrota puede marcarnos de por vida en anécdotas de todo tipo.
La última cuadra, la puerta de la reja, la puerta de la casa, ¡la puerta del baño, la tapa del inodoro!, esos son otro reto feroz. Es tanta la pasión, la alegría, la desesperación, la lujuria y la hemorragia interna que uno piensa que aflojar unas gotitas no está mal, pero siempre se es consciente que entonces el desastre sería inminente. Si se rompe la represa no hay salvasión posible.
No sabés si estás cansado y con sueño, si tenés hambre porque hace doce horas no comés una tostada o si te duelen los pies: cuando querés hacer pis y estás volviendo a casa, querés hacer pis y punto. Después de tocar el botón es cuando, emulando al agua del tanque que cae y hace remolinos, empiezan a reaparecer las cosas y uno ve el mundo que lo había estado rodeando.

lunes, 3 de mayo de 2010

Coleccionables

Siete centímetros al sol.


Nació del gigante que nació del brazo de su hermana, gigante también.
Cuando le cortaron una espina le glorió con funerales militares,
y exigió que cada día, a la hora del tereré, cantaran las gallinas
y le podaran un pie. Y el sol brilla, y el sol canta, y el sol calcina su garganta.
Por tirano y mal hermano, lo asolea el guacho cruel.

No te atrevas a amputarme

-Hola -me saludó con tono amenazante-. Pensás matarme, ¿no?
Yo la miré, anonadado, en el espejo. La habría mirado de forma directa si no fuera por la estrechez de la visión homínida.
-Sí, no te hagás el tonto -jugó con migo, altanera-. Sé que fuiste al médico y al dermatólogo... No me querés más, me vas a cortar, ¡animal! ¿Cómo dejás que un enfermo te acuchille la cara? ¿Tanto te avergüenzo? Mirame, sí, mirame bien, mirame atentamente, animal... ¿Me ves? No soy cualquier cosa yo: tengo consciencia propia, puedo hablar... Haber nacido junto a vos es una mala casualidad, pero escuchame bien: no te atrevas a matarme, no sabés el escándalo que puedo armar, ¿me oís? Puede ser el peor error de tu vida...
Ahí estaba, amenazándome. ¿Y pensaba que hablándome así iba a salvarse? Encima de enorme y fea, era una verruga violenta. Más razones para pasarla por el bisturí cuanto antes.

domingo, 2 de mayo de 2010

Preguntas sobre la muerte

Hay días que charlamos mucho, el mendigo y yo. En esos días puede contarme desde historias de las guerras napoleónicas a intimidades del lecho de emperadores romanos y reyezuelos sumerios, inculcándome sus pensamientos filosóficos y sus traumas de niño. Pero otros días, como hoy, la cosa se complica.
-¿Tenés familia? -le pregunté yo. Me llevó semanas animarme a preguntárselo, pero hoy tuve valor.
-Murieron todos en un accidente automovilístico -me respondió, seco-. Había muerto mi tíabuela Corinia e iban todos en la procesión fúnebre hacia el cementerio cuando un camnión de combustible sin freno hizo mierda todo.
El resto del día no dijimos nada más y miramos a la gente con mayor intensidad que de costumbre.

sábado, 1 de mayo de 2010

La revancha de las bermudas

Se llaman Revancha de las Bermudas a los días que, como este espléndido primero de mayo de dos mil diez, se olvidan que empezó el frío y nos agasajan con un inusual buen clima, sol radiante, viento fresco, hierbas verdes y casas de ventanas abiertas.


Esta es la noche de pupilas blancas.
Sobre mí la luna de malta ilumina.
Miro y veo tras las cortinas altas
una cangreja que salta y esquiva.


Y la verdad es que odio estar solo, pero amo su comodidad.