domingo, 30 de junio de 2013

Condición Humana LIX

Hay muchas formas en que dos personas pueden hacer castillos de naipes. Pueden colaborar entre ambos, juntar carta con carta hombro a hombro hasta coronarse reyes de su creación. Pero también a veces es uno sólo el que planta las bases, arma andamios, alza columnas y arquerías. Sin embargo para la última torre, la más alta del castillo, necesita la ayuda de la otra persona: sus manos tiemblan tanto que es la otra persona, si acepta el desafío, la que tiene que sujetarlo con suavidad por las muñecas y, juntos, colocar los últimos dos naipes.

martes, 18 de junio de 2013

Sílabas malas

Quería decirte muchas cosas lindas
pero sólo pude decir sílabas tontas:
"que vos, y eh, y yo, vos sos...
yo por vos, o yo con vos, ¿no?
ya, sin más, los dos, vos y yo... vos y yo..."
Reíste como si entendieras
lo que en realidad había querido decirte.
"Sos un sol", dijiste.

martes, 11 de junio de 2013

La isla donde llegan los perdidos

Llegamos a la isla donde llegan
todos los perdidos.
Unos llegan disfrazados de lo que fueron,
otros desnudos, otros vestidos
con los harapos del mundo.
Unos llegan muertos, unos dormidos,
unos tan callados
como un delirio en un pozo.
La isla es un cúmulo de objetos,
basural de recuerdos indegradables
artefactos y huesos y algas y barcos.
Nos encontramos en esta isla
y apretamos nuestras manos.
A vos te trajo la marea,
una tormenta vieja,
yo llegué nadando.

Mi supraconciencia

No a todo el mundo se le despierta esa supraconciencia. Y a los que se les despierta, nunca más se les duerme. Es como ser consciente de que uno está vivo, sólo que a un nivel más universal, más vivo. Tal vez a esta supraconciencia se refería Nietzsche cuando hablaba del superhombre, o tal vez no, pero que los grandes pensadores, los grandes artistas y músicos, los grandes científicos como Einstein y Da Vinci, tuvieron esta supraconciencia muy activa, no cabe duda.
No sé qué la desencadena ni si hay un rango de edades para que surja. Yo sospecho que no, que algunos la tienen desde la tierna infancia, y otros, quizás más afortunados, ya en la vejez. A mí me llegó de repente, una noche. Estaba secando los platos mientras mi marido hablaba por teléfono. Y fui consciente (supraconciente), en un instante, del silencio que me obligaba a mantener con tal de no perturbar la conversación telefónica de mi esposo. Un silencio de carne y huesos conteniendo aire, de repasador húmedo presionando la loza blanca, de suela de mocasines rozando el polvo de las baldosas, de parpadeos distanciados, de fosas nasales dilatadas.
El resto, la compresión del universo, la física matemática de lo que nos rodea, los infinitos ciclos históricos, la profunda desesperación y alegría humana, el dialecto de los animales, fue llegando de a poco, después de esa noche.

lunes, 10 de junio de 2013

Ratoncita

Una nena con pañuelo rojo en el pelo me persiguió en los sueños y saltó desde mis oídos sobre la almohada, cuando desperté. Pulgarcita, Ratoncita, la llamé, reconoció su nombre y salió de su cueva entre los pliegues de la funda arrugada. Trepó a mi palma y la miré con el primer rayo de sol que pasó por la persiana: era chiquita y rosada, tenía un pañuelo sobre el pelo rubio, ojos negros y sandalias verdes. Le pregunté qué quería. Me dijo que nada. ¿Qué buscaba? Sus pijamas. Le pregunté cómo había escapado de esos sueños, me sonrió, se acurrucó bajo el pulgar y me pidió que no la despertara.

martes, 4 de junio de 2013

UkuUke

Sos mi pequeña artesana de alegrías, una little smile-maker, bebita dormida enfundada que despierta con la boca abierta. No te importa que te cante mal ni que olvide las canciones, unas cosquillas es suficiente para que vos seas feliz, yo sea feliz, vos seas feliz porque me hacés feliz y te hago feliz. Sos tan fácil, te dejás tocar tan bien, sos mi putita enamorada y nos necesitamos uno al otro como un cardo a otro cardo. Siempre estás ahí para mí, después de un día ocupado o un día vacío, te encuentro dormida, te despierto, empezamos con caricias y besos y aullidos y derrochamos los abrazos, me hacés entrar en calor, caemos al ritmo mientras me distraigo con la compu, pero te sigo acariciando, te hago cosquillas en una nota, en otra. Antes de guardarte, te miro con cariño, parecés bostezar. Te meto en la funda con cierre, te dejo en tu lugarcito. Ukulele querido, sos la mejor música que podía soñar.