jueves, 29 de diciembre de 2011

Hoy la tarde

Hoy la tarde se bañó en oro.
Y los árboles brillaban.
Las nubes eran de tal vapor tan frágil
que el cielo se hizo trasparente para no impedir.
El vientito fresco era tan puro como un suspiro de bebé.
El mundo se hamacaba.
El aire se deshacía.
Hoy la tarde se bañó en oro.
Y las tristezas se maquillaban.

martes, 27 de diciembre de 2011

Dites-moi votre secret

Sos un dado que muestra una cara a la vez.
Sos un mundo de discordias y disputas.
Sos inconstante, ciclotímica, sos histriónica.
No decís lo que pensás y actuás al revés.
Sos un río que se sube a los árboles.
Sos la nube que se acuesta con un pez.
Sos rocío, son carbón, sos manteca
que se unta con cuidado y se deja caer.
Sos muy puta y no lo demostrás.
Sos celosa, y eso lo odiás.
Tenés un secreto con miguitas de pan
que vos, pajarita, me querías a contar.

Pulso

Vi que el tren se acercaba demasiado rápido, aplastando y desviando el tráfico, escupiendo humo y escombros. Me llamó la atención que no necesitara rieles. El noticiero había anunciado el atentado.
Yo ya había oído hablar del Pulso Vital. Una pulsación, un sonido inaudible, que es producto y causa de la vida, es lo que diferencia a los seres vivos de las cosas muertas. Había leído la contratapa del libro de este científico belga, Vanderalgo, que decía haber estudiado el Pulso Vital. Quería ganar un Nobel.
Vi el monstruo de metal que avanzaba hacia nosotros. Los primeros segundos me quedé inmóvil. Si ustedes hubieran estado ahí hubieran sentido lo mismo que yo. Recién cuando pude relacionar el atentado con ese tren descarrilado que avanzaba por la Avenida de Mayo, las rodillas se me aflojaron. Y corrí.
Según este científico, Mozart y Beethoven se habían inspirado en el ritmo de este Pulso, consciente o inconscientemente, para sus mejores piezas. Había experimentado con plantas, bacterias, moscas de la fruta y caracoles, y afirmaba que bajo la influencia de este tipo de música, los organismos crecían más rápido, más fuertes, más saludables, y se reproducían más rápido.
Quise alejarme de la Casa Rosada, pero de alguna forma corrí en redondo, sin bajarme de la plaza que el tren iba a atravesar en un momento. Tal vez quería ponerme a mayor distancia del edificio, pero no quería alejarme de la zona de impacto. Quería verlo. Quería verlo todo.
Vanderyst también había analizado el cerebro y las funciones fisiológicas de adolescentes y adultos en ambientes que imitaban los clubes nocturnos y los recitales. Afirmaba que tras una hora y media de permanecer en un sitio así, el Pulso Vital de cualquier humano descendía a menos de la mitad. Que se mataba al Pulso.
El tren, con quinientas toneladas de explosivos, atravesó la Plaza de Mayo escupiendo tierra, grava, concreto. Ni siquiera alcancé a ver cómo destruía al pirámide. La reja voló como una latita de coca aplastada y la locomotora quedó libre para incrustarse dentro de la Casa Rosada. La explosión, blanca como un mediodía, me tiró para atrás y después me levantó en el aire. Más de cuarenta metros. Sólo pude ver, por unos segundos, el fuego expansivo, humo negro vertical como la muerte, pedazos de arquitectura aplastando cosas a su paso.
Mis tímpanos se apagaron. No escuchaba mi propia voz, no sabía si lograba gritar pidiendo auxilio. Recién cuando me callé, o cuando fui consciente de que no estaba emitiendo ningún sonido, pude percibir eso que Vanderyst había descrito. No una música, no un instrumento particular, no una canción, más bien un poema de susurros, una chicharra alegre. Adentro mío, por mi cabeza, mi pecho, saltando con la sangre. Era hermosa, una sinfonía completa, eterna. Y sentí que de a poco se apagaba, desde la cadera hasta las piernas, por culpa de una viga.

domingo, 25 de diciembre de 2011

P

Qué será el alma buena
que me herede un poema y una flor:
por un río traficante
una nena con un guante
rema sola y sin señor.
Salvenlá, salvennos,
ya no quedan más canciones
pa sacarnos el calor.
Ya no quedan anestesias
ni ojos vistos
ni un color.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El retrato de Celina

Casimiro estudiaba pintura y amaba a Celina, la hija de su maestro. Ella era tan inteligente, culta y graciosa que intimidaba. Sin embargo Casimiro le declaró su amor y fue a pedirle la mano de Celina a su maestro, y él, conociendo a su hija y conociendo a Casimiro, le impuso una condición: entregaría a Celina si hacía un retrato de ella tan perfecto que enamorara sólo por su dibujo y sus colores. Ese retrato tendría que ser tan perfecto que al verlo, Celina, que era muy narcisista, se enamoraría de sí misma, y por poseer el retrato querría poseerlo a Casimiro, y el trabajo estaría hecho.
¿Pero cómo lograría pintarlo? Casimiro gastó un año entero en museos y libros de dibujo estudiando genios. Un día buscó a Celina y le pidió ayuda: necesitaba que le regalase un cabello suyo. Y ella, instruida por su padre, le regaló un cabello: si eres capaz de capturar mi belleza a través de uno de mis cabellos, le dijo, tal vez puedas más adelante hacer un retrato perfecto. Casimiro contento compró cuadernos, lienzos y pinturas, y luego de un mes de pintar apasionadamente, logró lo que quería: el retrato perfecto de un pelo. Cuando lo logró se lo mostró a Celina y le pidió otra ayuda, y ella regaló un mechón con un moñito, al cual estuvo más de un año retratándolo. Después le volvió a pedir ayuda y su padre, el maestro, le dijo que le regalara una pestaña; después la huella de sus labios en una servilleta, después el frasco vacío de su perfume preferido, después un trocito del espejo en que se miraba todas las mañanas, después una botellita con el aire de su alcoba.
Y mientras que Casimiro y Celia, que hacía años se amaban silenciosamente, crecían, envejecían y se encorvaban ante la vida, el maestro pintor juntaba en su altillo los cuadros del pretendiente, las pinturas más hermosas y apasionadas jamás logradas por un amante.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Le gardien d'amour

¿Querés despertar lo peor de mí?
quiero adormecer lo mejor de vos.
Queremos jugar.
Queremos una noche con sol.
Quiero escribir toda la vida sobre un colchón
mientras salís y bailás el perfume ladrón.
Me hacés saltar, te hago sufrir,
me hacés morder, te hago latir,
me hacés muy bien, nos gusta reír.
Sigamos así, sigamos...

sábado, 17 de diciembre de 2011

Lo huesos al sol

-¿Ves esos huesos? ¿Ves esas piedras? Me siento igual de viejo que ellas.
Junto al camino quedaban los restos de la excavación arqueológica. Suspendida a mitad de diciembre por falta de presupuesto, a aguantar la intemperie.
-¿De qué habla, don? -me preguntó el niño del cicus, achicando los ojos por el sol que se ponía-. Usté debe tene la edad de mi papá.
-Tu papá tiene una sangre de hierro que no se oxida. De donde yo vengo comemos barro desde que dejamos la teta. El saber ciertas cosas pesa, nuestra sangre se coagula en las alturas y nos agrieta la piel el calor... ¿Ve esos huesos? Así estoy yo por dentro.
-Todos tenemo huesos, don. Sabrá ciertas cosas, pero no sabe lo elemental, ¿no, don?
Sin apartar los ojos de la pilita de costillas, tibias y fémures, le digo que sí. Que esqueleto tienen todos, solo que algunos sientes que se les parte adentro.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Que cante y no cante

Me gustaría que cantaras y no cantaras. Me gustaría que saltaras y no saltaras. Me gustaría que por un día sonrieras y no sonrieras. Me gustaría que me miraras y no me miraras, que abrieras la boca y no abrieras la boca.
Me gusta cuando afirmás y no afirmás. Me gusta cuando suspirás y no suspirás. Me gusta cuando tirás lejos y no tirás. Cuando me atrapás y no me atrapás. Cuando evadís y no evadís. Me gusta cuando sos vos y sos vos.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Condición humana XXXXIX

Entre las serpientes y víboras todavía se cuenta que la primera noche después de ser expulsados del Edén, Adán y Eva durmieron mal y al despertar conocieron por primera vez los dolores de espalda. Se malhumoraron y se reprocharon uno a otro el haber comido la fruta prohibida. Cuentan las serpientes que todo ese día estuvieron peleados pero que, al hacerse de noche otra vez, Adán hizo un fuego y se fue a buscar madera; al volver la encontró a Eva esperándolo, se perdonaron, se abrazaron y se durmieron tarde, después de haber recordado todas las cosas divertidas y hermosas que habían hecho en el Edén antes de ser expulsados, y que nunca más iban a disfrutar, que ninguno de sus hijos iba a conocer jamás.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Coleccionables


  En Antropquía todos saben
  que la felicidad tiene mil nombres
  y no responde a ninguno de ellos.
  En Antropquía todos saben
  que la desgracia es sordamuda
  y una experta cocinera.
  Y a todos en Antropquía
  les chupa todo un huevo.