lunes, 17 de diciembre de 2012

Mi tercer estante está vacío

Cuando empecé a vivir en este dormitorio me armé seis estantes, uno arriba del otro. Recuerdo haber puesto mis libros en el inferior, las películas en vhs en el segundo, haber reservado el tercero para las carpetas y fotocopias del colegio, unas pocas cosas para dibujar en el cuarto, y los dos estantes superiores quedaron vacíos.
Con el tiempo metí los vhs en cajas que fueron a parar al cuarto estante, los libros aumentaron hasta ocupar los dos inferiores, las cosas de dibujo se metieron también en cajas, heredé una colección de dvds que ocupó el quinto, las cosas del colegio se fueron y aparecieron las de la facultad, en el sexto puse las cosas del skate que nunca más iba a usar, aparecieron y desaparecieron lapiceros, muñecos, aerosoles, alcancías, tarros para el cambio, un peluche viejo.
Hoy limpié el tercer estante. No más colegio, no más facultad. Eso terminó. Me quedó en el medio un estante vacío, medio gritando y medio enmudeciendo. Aturdido, le metí un pequeño tótem en el centro. No me di cuenta que el tótem suspiraba boquiabierto, como si no pudiera creer lo que ve (¿la divinidad?) o como si le hubieran golpeado el hígado y apenas pudiera enderezarse.

lunes, 10 de diciembre de 2012

La peor jugada del Cono Carrizo

El Cono Carrrizo jugó casi toda su vida para el mismo club. La gente, los jugadores, los distintos directores técnicos, todo el mundo lo amaba, fue el emblema del club durante toda su carrera. Pero para Cono Carrizo los años pasaban y, aunque siguió siendo un estratega implacable en la cancha y un experto para definir tiros al arco, las rodillas y los músculos dejaron de ser sus mejores aliados y su mente empezaba a estar más en la estancia de Córdoba que en los entrenamientos.
Por eso un día anunció que, en el próximo partido que metiera un gol, se retiraba del fútbol. Para siempre. El director técnico lo miró seriamente y asintió. Y el Cono Carrizo no volvió a jugar nunca más un partido: se pasó los demás años de su vida, hasta que la vejez lo postró, sentado en el banco de suplentes, esperando que lo pusieran unos minutos a jugar y poder ganarse la chance de retirarse con un gol, cumplir su palabra e irse contento del club de su vida.
En su lápida pusieron su nombre, su apodo entre comillas, dibujaron bien grande el escudo del club y abajo, chiquitito, un epitafio anónimo: "la mejor jugada es silenciosa y sorpresiva".

sábado, 8 de diciembre de 2012

Silly confessions from my chair

"Cuando me aburro no es culpa de la gente ni del clima, sino del clima que amontona a la gente aburrida en los mismos lugares."
"No me gusta innovar porque me da miedo olvidar lo que me gustaba antes de innovar."
"Amo las piedras grandes porque amo las cosas grandes. Las piedras en sí significan poco para mí."
"Creo que si repito una cosa poco interesante la suficiente cantidad de veces, va a terminar pareciéndome interesante de algún modo. Y si repito muchas veces algo interesante, deja de serlo."
"Lo más lindo del sol y de la luna es que aunque están muy lejos, si nos olvidamos lo lejos que están y nos acostamos un rato afuera, estiramos la mano y parece, casi parece que podemos agarrarlos y sacudirlos como sonajeros."
"Mi vida me quiere tanto porque sin mí quedaría muerta."
"Odio que la gente no cuide las cosas, más si no son sus cosas. Más si no son sus cosas, sino mías."

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Disfrutador

Nunca fui un realista, como me autodenominaba. (Era un pesimista moderado.) Hoy tampoco puedo codearme con los optimistas, ni con esos optimistas realistas, ni con los optimistas entusiastas. Diría que soy un simple disfrutador de la vida. Disfrutador de las pequeñas cosas, de las buenas historias y de los golpes bajos, disfrutador de las situaciones incómodas, de los fracasos, de la gente traidora, de los planes deshechos, de las discusiones con el mundo. No disfruto porque cueste o porque sea fácil disfrutar los tragos que nos tocan tomar, sino porque veo que puedo disfrutar las cosas que a la gente generalmente entristecen, bajonean, enojan, exasperan, matan, y a mí me produce placer. Disfruto disfrutar. Hola o chau, no o tal vez, besame o no me toques, andate o morite: digas lo que digas, yo disfruto que digas algo.

*Disfruto lo que soy
y cómo voy cambiando.
Disfruto aunque digas no,
mientras digas algo.

martes, 4 de diciembre de 2012

Plaza metafórica

La tarde se venía húmeda y ventosa, anunciando que venía una tormenta. De casualidad tomé el colectivo que da muchas vueltas; estaba de buen humor, podía distraerme viajando en vez de esperar el colectivo que va directo. En un momento del trayecto, tiene que darle la vuelta casi entera a una plaza de barrio. Es una plaza linda, pintada de colores, con árboles, flores, arbustos, bancos, los faroles ya encendidos, el cielo rosado que se oscurecía. Y me agarró en un momento de lucidez poética: en la primera cuadra que hizo junto a la plaza, había tres nenes jugando con un triciclo, y a unos metros un chico y una chica en un subibaja. Dobló en la esquina a la izquierda, encarando otra cara de la plaza, y vi sentado sobre el respaldo de un banco de cemento a un quinceañero que tocaba la guitarra cantaba con los ojos cerrados a dos chicas que, en el pasto, tomaban mate. Abajo de un ciprés, una pareja se asomaba al cochecito donde estaba su bebé. Dobló otra vez hacia la izquierda y en esta cuadra pude ver únicamente a una mujer mayor y desalineada que tomaba una cerveza mientras leía un diario a la luz de un farol, y más alejado a un viejito que parecía dormido aunque sostenía fuerte su bastón. El colectivo giró hacia la derecha, dándole la espalda a la plaza, y yo me puse de rodillas sobre el asiento para asegurarme de recordar bien cada detalle.