martes, 30 de junio de 2009

Cimbaderos anacrónicos

Niro hacía prodigios con la iraí, el viejo Darnarias lo miraba pacientemente. En un momento, luego de que mustiara la mitad de la selva de la isla de entrenamiento, el viejo lo llamó, lo llevó hasta la cabaña y le dio allí su iraí: era una roca del tamaño de un huevo de gallina, blanca, liviana, monstruosa.
-Ten esto. Es tuya -le dijo, dejándosela en la mano.
-N...no sé si puedo aceptarla -rechazó Niro, embelesado y turbado por dentro-. Es demasiado.
-¡Vamos! Lleva veinte años sin que yo la toque. A ti te sirve más, a mí sólo me tienta con usarla... Vamos, quédatela. No necesitas ningún artilugio más si tienes esa iraí contigo.
Niro asintió, cerrando los dedos alrededor de la piedra, ocultándola para sí, humilde ante tanto poder.
-Gracias, maestro.
-Desde que llegamos aquí para hacerte Mariposa estuve dudando si dártela o no: ya ves, tuvieron que pasar doce meses para que me decida.
-¿Y por qué no se la dio a Actas?
-Él no habría podido aprovecharla completamente... Era un desperdicio de iraí, no quería correr el riesgo... Esa piedra significa mucho para mí.
-Entiendo...
-Pero ahora que la tienes, tu entrenamiento se acortará: sinceramente no sé para qué esforzarnos tratando de que aprender más magia de la naturaleza, de visualización y manipulación, si con esa iraí y lo que sabes de materialización y azar inducido alcanza y sobra. Como te dije: no necesitarás ni pulsera de vegetales, ni esa cadenita, ni nada. Tan solo conserva lo que consideres útil de la magia escondida, y nada más.

lunes, 29 de junio de 2009

Coleccionables

Reflejo podrido.

Había algo malo en el cloro, y mi mamá no ponía a recircular cuando me iba a la facu, juro que este año no fue completa culpa mía.

domingo, 28 de junio de 2009

Te extraño

Creo que te extraño.

Las lágrimas le atraviesan la cara

Hoy debía ejercer mi poder democrático pero, azarosamente, no aparecía en los padrones. Menos mal, no tuve oportunidad de impugnar mi votación.

Pensaba recién como que alguien me hablaba y me decía: vos podrías tener a la mujer más hermosa del planeta, y te quejarías porque no sabe cocinar. Y entonces me pregunté si el que una mujer sepa cocinar no la hace hermosa. Y me dije que sí: yo aprendí, hace pocos meses, que amo no sólo lo físico, sino también lo que una persona puede enseñar, aunque transmitir más que enseñar. Debe haber muchas mujeres feas que sin embargo son una belleza de vida. Ahí radica la verdad, esta búsqueda de belleza en lo femenino: la apariencia, la hermosura singular de cada rasgo, cada pedazo de cuerpo, y la hermosura de las cosas aprendidas, de las vivencias, de lo que se tiene para dar.
¿Y qué pasa con esas mujeres (que hay muchas) que no sólo son feas, sino que también son malas personas, tontas, histéricas, dañinas...? Por suerte para ellas, también hay hombres que no saben buscar la belleza.

Todo surgió a raíz de un dibujo que estaba haciendo. Cuando le saque una foto la subo en este mismo post.
Acatá.

Ja ja ja

Había perdido la reunión de la mañana por el embotellamiento me había roto el zapato mi secretaria había renunciado ya era de noche y no encontraba mi auto para volver a casa a tiempo y poder cenar en paz con mi esposa. En eso me tropecé con los pies de un mendigo y me llené la boca con basura de la vereda porteña. Mis insultos y el asco no pasaron desapercibidos en varias cuadras a la redonda.
-¡Eh, hombre, qué le pasa! -exclamó el mendigo desde el piso-. ¡Si tanto le molesta, corro ahorita mismo los pies! -ofreció, alarmado.
-¡Metételos donde quieras! -grité, atronador-. ¡¿Adónde mierda estaba yendo?! -le pregunté entonces, enloquecido-. ¡¿ADÓNDE MIERDA?! ¡¿Eh?!
-¡Cállece ya señor! -me chistó el mendigo-. Venga aquí y cuénteme qué le pasa.
-¿Qué me pasa? ¡¿Qué me pasa?! ¡Pasa que soy batman con el puto batimóvil a mil kilómetros por hora, eso pasa!
-Aaaah... -comentó, sonriendo y asintiendo-. Es eso. Pero buen, para su información, señor: todos estamos igual... -Yo me lo quedé mirando como si se tratara del guasón-. Y por cierto, su auto estaba acá sino me equivoco, pero temo que se lo llevaron unos pibes...


Ví El caballero de la noche, actualmente la última de Batman. Es genial, tanto el guión, la producción (despilfarro alarmante, pero sensacional) como la actuación del que se murió y que hace de guasón. Te muestran al villano, te lo muestran todo el tiempo y no como en la mierda de Halloween el comienzo, no. Te lo muestran para fascinarte: y he aquí lo mejor de la película, lo que más admiro: la imaginación de quienes la pensaron. Quiero ser así, quiero ser así ya. Ahora tengo que repensar al villano más villano de Cimbaderos.

sábado, 27 de junio de 2009

Quiero escapar

Qué ganas tiene el verano de hacerme escapar,
ganas que florecen en primavera, pero que aparecen ya antes:
cuando el frío tira las hojas de los árboles y deja que pase,
entre sus ramas peladas, el primer aliento primaveral.
Luego el invierno congela las ganas, pero no por mucho:
sabe a cada hora que su tiempo está por pasar.

Quiero escapar, quiero escapar, quiero escapar, fugarme y regresar.

viernes, 26 de junio de 2009

Some things are better off alone

A veces el sudor viejo tiene olor a té. Mis eructos saben a té. Los eructos hacen vibrar la caja torácica (qué palabra chota) como unos parlantes gigantes. Unos parlantes gigantes tienen imanes gigantes. Yo tengo siete imancitos de viejos auriculares y un celular. Me compré nuevos auriculares geniales y a la semana un pibe me vino a robar el mp3 (incluidos los auriculares) y lo mandé a cagar: sigo con mis auriculares. Siempre que me mandan a cagar digo "ya fui hoy, gracias", pero a veces es mentira. Cuando me mienten no me doy cuenta, así que tampoco cuando me dicen la verdad, pero por algún motivo altruista o simplista decido que todo el mundo dice la verdad, salvo que sean muy evidentes, como para querer más a las personas. Sócrates creía en una Verdad suprema y, aunque muy capo, terminó suicidándose, no sé si de capo total o de chistoso que es el destino, que dejó vivitos y coleando a los sofistas. La gente que no entiende nada se convierte en neosofistas, y llega a decir que el coraje no es propio del ser humano, no es natural. Es natural que llueva, que salga el sol, y que usemos paraguas. El diminutivo de paraguas es paragüitas, y no sólo suena a bromita, sino que además lleva diéresis. Diéresis lleva tilde. Mi mamá llevaba dos bolsas para hacer los mandados cuando vivíamos todos juntos, y volvía siempre cargado, por eso tiene tanta fuerza como un patovica. Los patovicas se dan con papota en el mejor de los casos, y una vez conocí a uno que toma sus "complementos" con té de manzanilla. Y era chistoso, porque como decía, el patovica, todo sudado, tomaba té, que a veces tiene el mismo olor que el sudor viejo.

Por la tarde

Iba caminando apurado porque llegaba tarde a la facultad. Eran las cuatro y media y la calle estaba bastante vacía. De repente, previo un diminuto silbido, un Ranger aterrizó en la esquina: justo en el cruce de las dos calles desiertas. Juro que me aterrorizó: la máquina de cuatro metros y medio de alto y dos toneladas había agrietado el piso al caer. Por cinco segundos no se movió, permitiendo que yo y una chica que venía por la misma calle, pero del otro lado, lo admiráramos: con sus dos brazos rígidos, con cien puertitas cerradas tras las cuales se escondían montones de metralletas; su casco refulgente, protegiendo al menos veinte cámaras y censores; las patas, formidable basamento para semejante monstruo, con sus amortiguadores hidráulicos, mangueritas y engranajes haciendo ruiditos. El Ranger se quedó quieto cinco segundos y luego miró hacia todos lados, como buscando algo. ¿Qué hacía un Ranger ahí, tan lejos de la Capital? Creo que la chica se preguntó lo mismo que yo, pero no se lo pregunté cuando se fue la máquina, porque vi que era muy linda y me inhibió. El Ranger avanzó unos pasos hacia delante y estiró un brazo. Yo creí que iba a cortar uno de los lirios que la vecina cuida en su vereda, pero no: justo antes se detuvo y, sin conceder un respiro, despegó, desapareció. La chica y yo nos miramos y seguimos camino: yo estaba apurado. Pero fue extraño, no se puede negar, que un Ranger cayera en nuestro barrio a esa hora, sin motivos.


Barbados, Antigua y Barbuda, Puerto Príncipe, ¿algo más?, ¿qué me está faltando, eh? Ah, Antropquía.

jueves, 25 de junio de 2009

Coleccionables

Noche blanca.

Lo siento, no pude contenerme.
Es divertido esto de no contener cada tanto. Aunque moleste, aunque cueste, cantar alto los fluídos que acarreo me acelera los latidos.

miércoles, 24 de junio de 2009

Qué frustración

Frustrante es que suceda el siguiente diálogo:
-¿Te gusta hacer tal cosa?
-Mmm, no, en realidad no. No me fascina.
-¿Por?
-¿Yo qué sé? Nunca me gustó, no me sale...
Ahí está, el no me sale determina el no gustar de tal cosa.
Pero también frustra un diálogo como el siguiente:
-¡Mirá, mirá! ¿Te gusta lo que hice?
-Ehh... Sí, ¿qué es?
-¡Tal cosa!
-¡Aah! Claro, claro... Está bueno, pero fijate... tal vez si hacías esto así quedaba mejor.
-¿Te parece?
-Sí. Bah, creo, yo no tengo mucha idea...
-Puede ser... Buen, gracias.
Eso también es frustrante. Así que algo no te salga, te guste o no hacerlo, siempre es frustrante. Y sin embargo qué placer perverso me da cuando algo me sale de taquito (o paragüitas, depende la nacionalidad) y no me gusta hacerlo. Aaaah... Qué regocijo el mío.

Mis sauces lloran al verla pasar

Si ya nada será igual, revolcón y cuenta nueva,
si nada de lo que será me regalará unos anteojos,
creerán que quizá no quiera volver a verla.
Y es mentira o es verdad, no hay más alternativas,
es mi antojo el que domina todos los ríos del mar.

Me salvó un sauce llorón de la aluvia asesina,
con una rama sin flores, sin aromas, mil calores,
y le pregunté señor, ¿para dónde está la vida?
Y el sauce sólo lloró, de alegría, de alegría.

Mas qué estúpido que fui por no querer verla,
ella es el sauce alegre, y yo su primavera,
ella es roca y metal, ella es Roca, es manantial.
Ella es la pieza de puzle que encaja justo acá,
es la única que falta para terminar,
pero este puzzle es de 500, y ella de uno con mil más.

Mientras me mienten las pilas

Soy un nuevo genio, con sólo 21 años, lo sé, me lo dicen tanto que terminó por ser cierto. Soy un nuevo genio y debo admitirlo, sobre todo por dos genialidades de esas que me encandilaron a mí mismo. Una fue mi resolución al conocido problema de "¿por qué engordan tanto las palomas si sólo comen miguitas?" aplicando la tercera ley de la termodinámica. La otra es este poema, galardonado El Poema 2007, llamado Mientras se cargan las pilas:

Aquel poeta golondrina
que ha alcanzado ya su cima
debe preguntarse si su rima
no se ha vuelto empalagosa,
pues debería dedicarse a la prosa
o sino,
a otra cosa.


Últimamente estoy primerapersonista, lo siento. Me molesta ese egocentrismo que tiene la literatura: ¿cuál es la primera persona?: yo. ¿La segunda?: el de acá. ¿Y tercera?: yo qué sé, esos. Doli, vuelvo a vos.

martes, 23 de junio de 2009

Recuerdo repentino

Yo tendría pocos años, era un nene, no frecuentaba calesitas pero me gustaban. Una sola vez había un tipo con sortija y me acuerdo que era en un lugar grande, una calesita linda. Estaba por lo menos con mi papá y mi mamá, no sé qué sería de mis hermanos. La cosa es que doy un par de vueltas y ¡zás!, la sortija es mía. ¡Qué alegría!: mamá y papá me vitoreaban.
Dicen que de peque uno idolatra a sus progenitores, que los cree capaces de todo. Pero que después viene la desilusión porque se da cuenta que ellos no tienen las soluciones para todas las respuestas y que actúan contradictoriamente. Bueno, yo tuve una fuerte etapa de deificación mater/paterna, pero terminó bastante rápido: era muy preguntón y las hacía difíciles. Así que era chiquito ya cuando el ¿pero y cómo no sabés eso, mamá? sonaba diariamente en la cocina. Sin embargo, creo que mi desilusión comenzó antes. Esa noche de la calesita y la sortija.
Cuando yo la agarré me felicitaron. Di una vuelta y me volvieron a saludar, contentos. Yo les sonreía: sí, recién había agarrado la sortija. A la segunda vuelta me seguían saludando, aunque era pasada la gloria: no importaba, eran mis papás y yo era su hijo, era obvio que me saludaran todavía. Y sin embargo, a la tercera vuelta, no me saludaron. Ni me miraban. Entonces, consternado, miré hacia atrás: la pequeña mocosa del caballo atrás mío se había adueñado de la sortija en la vuelta anterior, eran otros los padres que saludaban.
Está bien, yo ya no tenía el poder, ¿pero era suficiente para que mami y papi no me miraran más? Fijate cuán traumado quedé que todavía lo recuerdo frescamente, y encima yo, que intento ser breve brevísimo, me mandé un post largo, larguito. Chau, mamá y papá, todavía los quiero.

Dilemas

Saber cómo va a seguir, pero hasta ahí nomás, no más de un capítulo; porque cuando lo estás terminando ya sabés cómo empieza el siguiente, y después cómo continúa. Pero de repente cerraste una situación, diste una pausa necesaria, y te quedaste en bolas: ¿cómo lo sigo, cómo lo engancho con esto otro, que viene dentro de dos capítulos, mínimo, qué puede pasar para que haya una nueva lucha, para que descubra que este tipo es el traidor? Te pasás un par de días sin escribir casi nada, con una hoja con la línea de tiempo llena de acontecimientos totalmente inconexos, buscándoles conexión. Y entonces llega la que se había ido: en un día adelantás el trabajo perdido, tengas parcial, tengas cumpleaños, llueva o truene.
Y hoy, sí madam, entré en el capítulo ocho del tercer tomo de Cimbaderos sabiendo cómo va a continuar, pero no cómo va a terminar. Qué alegría, ¿no? Brinde conmigo, por favor.

Ah, también descubrí la respuesta a mi intriga: debe ser un problema referido a los bastoncitos y esas otras células del ojo. Unas permiten captar luz diurna, otras nocturna, o similares. Hagan lo que hice ayer: viajé de Ciudadela hasta Caballito con un ojo cerrado, y al abrirlo ¡oh, voilá!, un ojo tendía al verde, el otro al rojo.
Rojo y verde... qué combinación de mierda.

lunes, 22 de junio de 2009

Condición humana XVII (el eslabón perdido)

Se enteró que era como una cerradura un tanto falseada. O mejor como una puerta con muchas cerraduras un tanto falseadas. Cada llave correspondía a un solo cerrojo, pero una vez adentro podía dar vueltas y vueltas infinitamente y a la velocidad que se le antojara. Nunca iba a tener un tope, siempre abría, cerraba, abría, cerraba, abría, cerraba, abría, cerraba.

Coleccionables

El que no conoce el Instituto Inmaculada de Castelar y no ha disfrutado de su terraza, placer ya cortado a las nuevas generaciones, no puede imaginarse el placer que tuve al momento de que me sacaran esa foto. Sobre todo porque dos años acumulé ganas de subirme. En fin, la foto es una caca, pero no tenía otra. Tal vez momentáneamente se corten las coleccionables. Esta no va a la colección.

El apodo pelotudo III

Que hay gente boluda que no sabe guardarse una pregunta o analizar las situaciones, es sabido. Pero que un tipo como Luciano venga a preguntarle por qué le decían así al Pulpo Barrabás... Justo Lucho, el del dedo cortado, que vive haciendo chistes sobre el dedo pero que si vos, por una de esas, llegás a hacerle un chiste, te mira como el orto. Después se ríe y se relaja, pero no creo que de verdad no le moleste. Él puede hacerte creer que el dedo se lo comió una jirafa de chiquito, que se lo cortó con el helicóptero a control remoto del papá o que fue un calamar gigante (y mirá que hubo gente que sigue creyendo esas cosas eh), pero si vos le decís "che Luciano, guarda con esa tijera", se pudrió... Que justo Luciano venga a preguntarle por qué le decían Pulpo Barrabás, eso no tiene lógica, no tiene razón de ser.


Hay situaciones imaginarias (y espero que sigan así) que siempre me aterraron: ¿qué pasaría si tus papás y el resto de tu familia mueren todos en un accidente? ¿qué pasaría si te arrancan una pierna, oquedás cuadriplégico ? ¿qué pasaría si te hacen elegir cuál de tus amigos muere? ¿qué pasaría si te ponen entre mis medias sucias y una pared llena de clavos? ¿si te dan un mes de vida? Sobre esto último hay más cosas escritas y filmadas, pero aún así.

domingo, 21 de junio de 2009

Ituzaingó te amo

Yo no hago, después me arrepiento. Cantaría un regrets, I've had a lot, but then again, too much to mention. Así que suelo no arrepentirme de nada de lo que hago, porque por lo menos hice algo (y ahí viene el problema con las confesiones). Antes decía que me gustaría volver atrás y hacer cada una de las mil cosas que inhibí; ahora pienso que me gustaría cambiar sólo algunas. Pero por el momento me conformaría con hablar con cada una de esas personas que involucran mis no-acciones y ver, tratar de descubrir qué habría pasado si hubiera vuelto en el tiempo y modificado las cosas. Y sin embargo tampoco lo hago, y no me arrepiento tanto de no hacerlo. Porque sé que cuando sí intenté, una fuerza mayor a la humana me lo impide. Y que acá estoy, comenzando a no arrepentirme, pensando en mi próximo intento de revisión hablada del pasado. Por algo será.


Anoche vi Paris je t'aimé, larga eh, pero hubo algunas (cinco o seis creo) historias que me gustaron mucho. En especial la del negro y la negra, la de los dos viejos divorciándose, la del ciego y Natalie Portman y la de la turista vieja, gorda, fea y felizmente infeliz. Otros me desagradaron, ¿pero para qué mensionarlos?

sábado, 20 de junio de 2009

La noche más larga

-¿Qué hacés?
-Preparo croquetas de sal y el café más fuerte que puedas imaginar.
-¿Para vos?
-No. No me gusta el café.
-¿Y entonces?
-Es para la noche más larga del año. Pasa una vez al año como los reyes magos y eso, pero nadie le deja nada para que aguante despierta, y eso que es la más larga de todas.
-¿Sabés que tenés razón? ¿Cómo se hacen esas croquetas de sal?


Así es, hay que estar preparado, pero no esperarla despierta.
A propósito, no sé si es esta noche o la de mañana. Tendría que cronometrarlas.

El Invenenable

¿Que al emperador de Roma no le hace efecto ningún veneno? ¿Son salames todos ustedes? No, al senador McCorps no le importó que hubieran intentado envenenarlo quince veces, usando desde serpientes de la India y África, hasta cicuta y cigarrillos ponzoñosos de la lejana América. Él fue en su carruaje preferido y le vació un cargador entero de su 9 milímetros. ¿Tan estereotipados eran los corruptos de aquella época que si no era por veneno no mataban ni a una rata? Chupate ese venenito, le dijo al cadáver del emperador de Roma mientras pisaba el acelerador.


Tengo tres pelotas. Son de pool. Una es la blanca, la otra es la 1 amarilla, la otra la 3 roja. Son geniales. Ayer una casi me rompe el pie haciendo malabares.

viernes, 19 de junio de 2009

Peregrinación al Killyinmandjharo

El sultán de Valparaíso estaba sorprendido de seguir allí: ese pequeño fortín debería estar ya reducido a escombros. ¿Cómo diantres hacían a devolver todavía bala por bala? ¡Todos allí dentro deberían estar muertos! Con voz sangrante y el mameluco corrido ordenó recrudecer el ataque, no escatimar pólvora, y diez minutos después vio alzarse, a través de la ventanita más pequeña, una larga banderilla blanca.
Dejó pasar un minuto antes de gritar el cese el fuego, justo cuando una esquirla tronchó el asta del paño. Entonces embarcó en una chalupa, que bogó hasta tierra y lo depositó en la orilla arenosa. Su rostro irradiaba felicidad: ¡Valparaíso era finalmente, en su totalidad, su sultanado! En el nuevo silencio que inundaba el reciente campo de batalla, el sultán dio la órden de salir a los vencidos.
Y para su asombro, vio desfilar, desde adentro del fortín, a una vieja con gorro colla tirando de una llama, un par de indios maoríes pequeños y asustados, un elegante caballero con armadura y plumas rojas en el yelmo, un bufón haciendo vueltas carnero, una viuda borracha, sostenida por un viejo marinero pirata, y un terrier con una botella en la boca, con un pergamino adentro. Hisculpe don, dijo la vieja con la llama, ¿sabe pa ónde queda un tal Killynmandjharo? El sultán, obviamente, no supo contestar, pero su lugarteniente señaló, boquiabierto, las montañas a su espalda.

jueves, 18 de junio de 2009

Cuestionario

Yo pregunto y quiero que vos me respondas. Sé que más o menos cinco personas pasan por acá cada día, así que media pila (y no son sieeempre los mismos, también lo sé).
Acabo de descubrir que mi ojo derecho capta los colores más verdosos, y el izquierdo, los rojos. Es decir: cierro el ojo izquierdo y una pared "blanca" la veo con suaves tonos verdes. Cierro los párpados derechos y la pared parece teñida por la luz del ocaso. Lo mismo pasa si me miro las manos: con un ojo parecen pálidas, con el otro, llenas de sangre.
Entonces mi pregunta es: ¿a todo el mundo le pasa algo parecido, a unos pocos, o soy algo totaltotaltotal mente anormal?
Ya, si leíste esto, respondé, no tengo ganas de buscar en la wiki. Además, si nadie responde, se corre el riesgo de que el príncipe vuelva. Ojo al piojo.

Coleccionables

Follow me.

Sígueme, antes de que el sol se caiga. Sígueme que no debemos demorar más: nuestro tiempo vale diamantes. No lo malgastes atándote los cordones, correremos descalzos adonde vamos. Aprisa, que se escapa. Sólo agarra tu pluma, un pañuelo, varias hojas y a correr. ¡Tú sigue mi rastro luego, será baba de caracol! ¡Cuida bien la pluma y los papeles: si te topas con los baberisos, pide parley y escapa antes que te devoren!

La Vieja Cartago

Lord Carnarvon iba a toda vela en su rastrillo mecánico, surcando los médanos que sepultaban la Vieja Cartago. ¡Yeah, arre, iouhou!, exclamaba alocado mientras el veloz viento desértico lo impulsaba a velocidades imprudentemente excitantes. Tenía mucha prisa, pero más allá de eso disfrutaba enorme del viaje. ¡Arre, iouhou!
Comenzó a desacelerar al ver, tras la cresta del último médano, las excavaciones en las que su fiel Carter estaba trabajando desde hacía siete años. Gracias a su ingenio y el esfuerzo de doscientos treinta chinos, ya el templo de Puntacara estaba al descubierto, como en viejos tiempos. ¿Para eso lo había llamado Howard? ¿Para que viera otra vez el maldito templo que lo haría famoso si es que, como él sospechaba, encontraban al fondo el cofre con las ciento diez piezas de oro que ofrecían a la diosa anualmente? ¿Para eso la prisa?
Pero no. Apenas estacionó su rastrillo mecánico junto a una columna lotiforme, cuidando de que las cuchillas inferiores del aparato no rasguñaran la roca del piso, se encontró con un chino emocionadísimo que lo condujo con apuro a la parte posterior del templo. Allí vio Lord Carnarvon una pequeña pirámide, de un medio de lado en la base, que salía del suelo. Alzó la vista y vio montones de esas pequeñas pirámides. ¿De qué se trataba eso? El chino lo condujo más allá, donde habían profundizado las excavaciones. Y vio que, treinta metros bajo el nivel del piso, se erguía un enorme obelisco ocre... ¿Cada una de las pequeñas pirámides era la punta de un obelisco, entonces?
-Sí señor -le respondió Howard Carter, ansioso y estrujando su sombrerito de paja entre las manos-. Pero eso no es todo... Mire aquí, estos jeroglíficos... ¿aprendió a leer jeroglíficos, señor? Ah, bueno, pues lo que dice este cartucho es, simplemente, "Hengis Khan I". Gengis Kan, señor, Gengis Kan Primero... Y aquí está él con un ank en la mano izquierda y la Perla de la Sabiduría en la mano derecha. Mano derecha que tiene sólo cuatro dedos, señor... Por eso lo llamé, creo que es urgente: estamos prontos a hallar el Loto del Mundo, estoy seguro de ello… Deberíamos comunicárselo a Bonaparte cuanto antes, señor. Estamos ante algo grande.

miércoles, 17 de junio de 2009

La casa del príncipe

Cierto día de aburrimiento, el príncipe de Antropquía hizo llamar a sus dos mejores arquitectos. Se me antoja una casa perfecta, dijo el príncipe, y debe tener estas características: debe ser una casa firme, maciza, pero no cuadrada y sin movimiento; debe fluir, debe dar gusto el recorrerla, pensando qué vendrá más adelante y sin poder olvidarse lo que uno acaba de caminar; debe tener tres pisos y un pequeño subsuelo para tres autos; la sala de estar debe tener de uno a dos desniveles armoniosos; debe tener un torreón más alto con espacio suficiente para muchos libros y ventanas siempre soleadas, para leer; debe tener una cocina con un comedor próximo, de excelentes proporciones para fiestas y reuniones; debe tener una terraza muy amplia con vistas a un jardín espléndido, con tres quinchos vidriados; y una escalera exterior; mi habitación debe ser muy grande, pero fácilmente calefaccionable; sobre el lecho, cuya cabecera debe apuntar al norte y a la puerta de entrada; debe caer un rayo de luna; de acostado debo poder ver las estrellas también; no quiero que el sistema del inodoro del baño haga ruidos que perturben la paz de mi dormitorio (odio eso); y por último, quiero una veleta negra con un dragón sobre el torreón, una parrilla afuera del tamaño suficiente como para asar un buey; un buzón azul y una plairum con tele de dos metros de largo.
Los dos arquitectos asintieron seriamente y, apenas estuvieron lejos de la vista del príncipe, huyeron del reino.


Uh qué bueno, un post más y mando a volar la foto de la tapa concreta con una fotudeada nueva. Me hice adicto a esto de subir fotos y escribir teletubeses. Que mi enemigo me aniquile por la espalda antes de sucumbir. Que mi enemigo me, que mi enemigo me, .

Mix de mousse

Ando buscando un cuello esbelto, femenino, largo y sensual. No busco una deformidad tan voluptuosa como una Nefertiti, pero tirando en esa onda. Busqué en páginas amarillas y no encontré nada; tampoco supe por dónde empezar. Me muero de dolor de panza.


¿No tienen las palabras su propio ser que difiere de sus denominados? ¿No seré yo también un amante que ama lo no enamorado? Porque está lleno de niebla el camino que debería unir estos poblados. Está lleno de mierda y patina la cochina consciencia de saberse desenjaulado.

lunes, 15 de junio de 2009

Te odio como primavera a la flor

Te odio como los pájaros su nido.
Te odio como al olor a piel.
Te odio como hielo al frío.
Te odio como la abeja a la miel.
Dije que te odio como cerveza al borracho.
Que te odio más que a escribir.
Te odio como tenista a su brazo.
O como al día que te conocí.
¿Mensioné que te odiaba tanto
que llegué a ponerle tu nombre al sol?
Más de una vez desperté agitado
después de tener una pesadilla con vos.
Y ahora que siento que te odié suficiente
como para diez décadas recordar,
otro sentimiento da un paso al frente
y cambia mi odio, quizá por algo más.

Mi amigo el lápiz

Las amistades pienso que son como lápices: algunos lápices sirven para escribir, para hacer planos trazando suavecito el papel, para sombrear, para mamarrachear todo. Algunos son cortitos y al sacarle punta un par de veces ya no están más, no se pueden agarrar para usarlos. Otros son largos, nuevitos y hermosos (pienso que los amigos ideales serían lápices eternos). Como los lápices, algunos amigos nos dan ganas de hincarles los dientes. Y también, como las amistades, los lápices pueden resistir mil caídas, golpecitos y percusiones sin mayor daño aparente, pero cuando les vamos a sacar punta de pronto el grafito en su interior está todo fracturado y, al apoyarlo contra el papel, la mina se cae. Y no sirve más, le saquemos toda la punta que queramos.


Es predecible pero inevitable: cuando corro cuesta arriba hacia la piedra gigante dispuesto a embestirla y sacarle sangre, y de repente veo que la piedra desapareció, es como encontrarse en medio de un desierto, sin camino atrás, sin camino adelante o a los costados. Es también como si la piedra gigante apretara el pecho pero se pudiera cargar plácidamente. Puedo caminar en la dirección que quiero, pero no veo nada hasta los horizontes, y todo da igual.

Haciendo espacio y pochoclos

Cuando no tengo nada que decir, ¿vale la pena poner algo?
Digo, yo soy de esos que en reuniones y debates siempre se queda callado, se guarda todo lo que podría aportar, y que cuando se decide a abrir la boca, justo cambian de tema o algún gritón lo interrumpe.
Ahora, acá que nadie me calla ni habla más fuerte que yo (ni habla siquiera), ¿qué pasa que no tengo nada para contar, decir, explicar, inventar?
Originalmente este planteamiento iba a durar lo que dos renglones, pero ya se extendió.

Nota mental (ya no más mental): tengo que acordarme de apagar la luz cuando a la noche me voy a sacar el pulóver sintético, y de mantener los ojos abiertos para ver la maravilla ignífuga de la estática liberada.

domingo, 14 de junio de 2009

Coleccionables

Otra vez mi felicidad vuelve a depender del clima diario.
¡Qué gran día, deberían publicarlo en internet, en algún diario!
Y pensar que es tan sólo la puertita de algo tan maravilloso que,
tirado en el piso me observa, me mira atento.
Qué misterio, qué fantasía, a abrirla ¿quién se atrevería?

Tuve 2007 posibilidades de volver a vivirlo

Me acuesto boca arriba en la cama escuchando Bowling for Soup y siento que mi cuerpo no ocupa todo el largo que en realidad está ocupando. ¿Será por eso mismo que siento ganas de leer Harry Potter y que visualizo tan bien las caras de Jack Sparrow y de Barbosa, con sus voces y sus movimientos? Tal vez también es por eso que escuché Árbol hoy a la mañana y tuve ganas de salir a saltar de edificios, andar en snake por el colegio, reírme de Fiore y Guadalupe y muchas otras mariposas asombrosas. Tal vez por eso siento que estoy con la ventana abierta y que el aire entra y sale puro entre los barrotes (barrotes que siempre quise eliminar), que la noche es de luna llena despejada, apenas con una brisa palpitante, eterna y extensible hasta más allá del horizonte. Tal vez sea por eso que esta noche sabe tanto a 2007. El aula donde nos sentábamos siempre, las personas, los nocsas, el parkour después de la escuela, entrar a casas abandonadas, ¡escalada y la genial genial genial gimnasia artística de noche en el gimnasio solitario!, Árbol a grito pelado en el aula y la calle, La Vela Puerca, Kevin Johansen para mí, Bowling For Soup, Blink182!, BBK, ¿qué más? Tantas cosas tan copadas que se saborean de nuevo esta noche, en este éxtasis (orgasmo diría un escritor contemporaneidista, u orgía en su defecto), este éxtasis tan divinizado.

I'm just an asshole sometimes (8).

La lucha de los teletubis

-Ey, cuidado.
-¿Qué te pasa?
-Que tengas cuidado por donde caminás. Recién casi me llevás puesto.
-Y qué me importa, yo camino por donde quiero, teletubi.
-¿Qué mierda decís, pelotudo?
-¿Qué? ¿Te pasa algo, teletubi?
-Mirá forro, aprendé a mirar por donde caminás y a cuidar lo que decís, pelotudo, si no vas a terminar hecho tubipapiya.


Dedico este momento especial de boludés para conmemorar al 2007, sin duda alguna el mejor año de mi vida, el mejor mejor mejor, espero que no insuperable pero sí el mejor. Y punto, porque podés estar sin chica pero no sin tus canciones que matan, uouo-o, canciones que matan.

Sentir como se debe

Era un día cálido de invierno, de esos que ahora con el calentamiento global y el efecto invernadero son más comunes, y el nieto se encontró con su abuela. El nieto llevaba puestos pantalones largos y una remera, más que suficiente para ese día; pero la abuela tenía musculosa, camiseta manga larga, polera, suéter, chaleco y campera: ¡al fin y al cabo era invierno!
Cuando se cruzaron, la vieja le dijo al niño: abrigate vos, te vas a resfriar. Ante esto, el mocoso le respondió con algo de descaro: vos sos la que está demasiado abrigada abuela, yo estoy bien. Y después concluyó: lo que pasa es que los viejos se acostumbraron a usar mucha ropa, y ya no sienten ni la temperatura real, ni nada. Si salieras un poco de todo ese abrigo que te ponés podrías descubrir que acá afuera hace calorcito.
Pero a la abuela le costó mucho hacerle caso, pues tenía miedo de descubrir que, abajo de su ropa, su piel se estuviera pudriendo.


Y son marcianos, sin ser campeones, son alfajores con alados dedos de algodones.
Se derrumban, después no vuelven, te dicen chau y hacen lo que siempre hacen siempre.
¡Y no, no, no no no, no quiero más, sopa no más más!
¡No quiero más, saber más de acá, no quiero más, de ella vayan todos a cagá!
¡Chachachá!

sábado, 13 de junio de 2009

Calma calma caramba

La calma. No hay viento, no hay olas. El mar es un espejo hasta cada uno de los infinitos puntos que componen el puto horizonte. No hay nubes, el sol mata, se termina el agua potable, la comida, la bebida. Ojalá hubiera algún enemigo cerca para hacerse matar, ojalá hubiera algo, un pájaro. Nadie habla porque la garganta parece arcilla seca, y se quiebra al intentar mover las cuerdas vocales. Es una locura, prontamente todo se convierte en locura, en espejismos que no han comenzado, en gente que se tira al mar. Los pocos sonidos fuertes rompen el silencio como un yunque y un martillo, como los que se tiran al mar. Todos juntos esperamos en azote divino que nos saque de la calma.
Lo peor, decididamente lo peor es cuando, con un largavistas viejo, se mira el horizonte y se ve, o se cree ver, una vela diminuta de un barco, apenas reconocible, que avanza... Nosotros llevamos desplegado todo el maldito velamen pero desde que comenzó la calma, no avanzamos ni un milímetro. Sí avanzamos: sabemos que la Tierra gira, la Tierra gira... ¡pero da la casualidad que nosotros estamos en el mar! Así de terribles son las calmas. Ojalá se murieran vaciándoles uno toda la santabárbara encima.


La vida ya no es dulce ni es salada, ni pica ni hace nada. Es toda toda una cagada, como vinagre en una ensalada. No, esto es una pavada, por las barbas de Neptuno ya no siento el alma ni... los pies.

viernes, 12 de junio de 2009

Final de un cuento que nunca existió

-Aquí nos miran de forma diferente -dijo Zipi horadándose la nariz, a lo que Curú respondió que sí-. Aquí la gente no nos puede asimilar a su realidad... Fíjate cómo nos miran -Y seguía con el dedito en la nariz.
-Tienes razón, y es raro -continuó Curú, con esos dos ojos enormes y celestes que tenía-, porque dentro de poco tiempo (si es que no nos vamos) antes, nosotros terminaremos asimilándolos a ellos a nuestra propia realidad.
Y los dos niños se quedaron allí, sentados sobre el cadáver de su padre, hasta el mediodía, cuando les dio hambre y fueron a mendigar un pedazo de pan.

miércoles, 10 de junio de 2009

Aburrimiento crónico

Empezó siendo una pequeña molestia de domingos. Mes a mes se hizo más fuerte, pero no le prestó atención. Notó que el problema avanzaba recién cuando un jueves a la noche le agarró una punzada insoportable. Sin embargo tampoco hizo nada entonces, y lo dejó a sus anchas: pronto también los miércoles a la tarde, mientras veía tele, y los martes, los sábados, los lunes. El colmo fue cuando se completó la semana seguida, incluido el viernes. Ese viernes, mientras llegaba al trabajo y peor cuando salía, se dio cuenta que debería hacer algo al respecto. Era como un quiste enorme, o un monito colgando de su piel, adentro de su cuerpo, desplazándose perezosamente y ocupando toda su atención.
Pero de eso ya van dos meses y sigue igual. Se despierta y ese malestar, ese reflejo de espasmo muscular ya está instaurado en la cadera, en la espalda, encorvándolo. No lo deja levantarse, le cuesta mucho, y lo acompaña al baño, mientras se lava los dientes, y mientras desayuna. No lo abandona hasta el momento de acostarse. Obviamente le retrasa el sueño, no lo deja dormir como quisiera, pero una vez que pasa a la inconsciencia... se olvida de su padecimiento. En la incoherencia onírica su malestar no existe, ahí es libre, ahí no se aburre.

Coleccionables

El dorado 1 y 2.

Lady lady crazy, lazy crazy lady.
I don't need you, no you don't.

[Pedazo]

Cimbaderos III, capítulo 4: Erdinos

[...]En el pueblito había cuatrocientos hombres apiñados y bien armados, con cuatro catapultas de cataplasmas y suficiente comida como para aguantar tres semanas. Actas pensaba quedarse allí a esperar alguna noticia de Lmara, pues no podían adelantarse más sin entrar en los peligros del enemigo, el desierto y el hambre. Imprio había ido a visitar una aldea vecina, debería volver esa misma tarde, ojalá con alguna buena nueva.
-Cuánto... -suspiró Actas, secándose la frente con su pañuelo rojo-... cuánto calooor...
El aire de las dunas estaba pesado, cálido y denso. Corría una brisa mínima que no alcanzaba a agitar las plumas de los gansos que, sobre un murallón, glugluteaban burlándose de los camellos. Aunque se había acostumbrado mucho, ese calor lo mataba, desde pequeño había odiado ese tipo de clima.
Actas había sido ascendido a suboficial en su última batalla, junto a Imprio, y gozaban de ciertos placeres: tiempo, una cama (debían sacar turnos, pues había sólo cinco en la aldea), agua, faisanes y estar lejos de las trincheras. Le agradaba no ser un cabo raso, pero mucho más contento estaba al no ser responsable de la vida de mil hombres y de la defensa de Neorkraton contra los nánnumas. Allí, en esa torreta de vigilancia, Actas se encontraba a gusto, como no lo había estado desde que salieron de Casabún. Podía pensar en Barda, en el Cimbader, en su vida de Mariposa... Con amargura y gracia se preguntaba constantemente cómo había sido tan, tan idiota.
[...]

martes, 9 de junio de 2009

Escribir

Siempre escribí, desde que tengo memoria escribí. Pero recién ahora me puse a pensar con qué escribo: palabras, y otros signos que no vienen al caso. ¿Pero qué son las palabras? Sirven para designar cosas, acciones y características, generalizando. ¿Pero sirven para algo más que mencionarlas? ¿Les dan u obtienen de las cosas, las acciones y las características la verdad? ¿O son sólo una mentira, un invento audaz que elimina la esencia de la realidad? Ante estas inquietudes no encontré todavía respuesta, y tiemblo al pensar que lo escrito, las palabras, no puedan tener algo noble en sí mismo. Por ese mismo motivo yo, escritor, nunca más volveré a

lunes, 8 de junio de 2009

Transmigración de almas

Con una cocina, es decir una habitación grande separada del resto de la casa y dedicada a cocinar y comer; con cajones con cubiertos, una heladera con comida, alacenas llenas de latas, paquetes y cosas brillantes; con puertitas que esconden vasos, platos haciendo juego, limpios; con una mesa con mantel; con ventanas y vidrios; con una mesada esas de mármol en la que se apoya un juego de cinco cuchillos profesionales, una batidora, un microondas, un palito con papel higiénico del grande, papel de cocina. Con todas esas cosas yo también le haría el desayuno a mis viejos, ¡todos los días! No me costaría nada levantarme temprano, como lo hago ahora por el frío, poner una pava a calentar sobre una hornalla, controlar que el pan no se tueste demasiado y esas cosas. Serían buenos padres y yo tendría muchas cosas, ¿qué me molestaría dedicarles media hora por día para el desayuno, teniendo todo el resto de la vida como se debe?
Sí, eso pensaba el sábado a la mañana mientras le preparaba el desayuno a mis viejos, tratando de ponerme en la mentalidad de un extraño muchacho de la villa que, cagado de frío, pensaba en mí mientras se apretaba la panza con las dos manos, entumecidas.

domingo, 7 de junio de 2009

Mosquito

-Mirá: ¿eso de ahí es un mosquito o una mancha?
-¿Dónde?
-Ahí atrás, a tu derecha.
-Ah... Es un mosquito... ¡Ht! Ahora es una mancha.
-Jajaja.


(Soñar, solía soñar, pero por ti yo ya ni duermo... ni duermo ni como ni bebo me mustio por dentro me mata el silencio. No quiero... no quiero.)
Reflexiones sobre la existencia de las palabras ligada a la necesidad de una definición excluyente para cada cosa; un palito de brochette y una flauta unidos en un trompo inestable; Melendi; Facebook; una merienda desubicada de panes con miel y una lágrima casera; "volúmenes" para geometría, todo ello rejuntado para una tarde improductiva. También vi High fidelity, pero esas dos horas valieron la pena.

sábado, 6 de junio de 2009

Divagando para escapar del estudio

¿Qué es la antropología entendida por un escritor, un poeta novato? No sé, pero eso me lleva a pensar que la poesía es algo meramente humano. ¿Por qué? Porque no es animal, mineral, vegetal ni divino. Dios es pura poesía, pero no tiene otra forma e ser; incluso su no poesía es "humanamente" poética. Convengamos que la existencia de algo no es que requiera de su contrario (no soy pitagórico, aunque me gustan las estrellas), sino que requiere de la no existencia (o ausencia) propia (de sí mismo). Sino estaríamos en un Todo medio raro. Pero, como dice al costadito ahí a la derecha: ¿se puede creer que la no existencia de algo se comprueba con las pruebas de existencia de otras cosas? O peor, ¿se puede creer que la no existencia de algo está determinada por la falta de pruebas de su no existencia? Obvio que no, qué divague: algo que no existe no da pruebas. Aguante el rocanrol, la hiperlógica y los recuerdos imaginados.

Di vagando tres veces y no sucederá nada. Dí beettlejuice tres veces y verás.

Aguante el rocanrol



Viento y sol, primeras nociones. Luego mar: hasta el horizonte, mar azul, verde, impactante, atrapante sobre todo. Olas suaves y salvajes que hacen lo que quieren. Cielo diáfano, limpio y perfecto, con alguna nubecita tropical deshilachándose como azúcar a lo lejos, con su sombra recorriendo el suelo del mar. Luego la tercera noción del recuerdo imaginado: el sonido del viento golpeando las velas del velero; tiene su propia música, sin ritmo, su compás que no respeta a nadie, su plaf, su caída, y el suave susurro de los cabos que se estiran al hincharse. El revoltijo de la proa cortando el agua, como si cantaran niños o hadas, es el órgano de fondo. Y finalmente la noción de la propia identidad en este recuerdo: con ojos entrecerrados que apenas dejan ver la maravilla tropical, con largos pelos al viento, sentado en el suelo, espalda contra la borda, cómodo y caliente a la sombra del velero, con manos en el instrumento apeado a las cuerdas, encorvado y laxo, disfrutando como si se tratara de un aroma que desaparece al dejar de oler, sin detener el rasgado y sin ponerle alto a los dedos infatigables, se toca la canción que marca ese, el momento de la siesta, el lleno de esa nada que embriaga en emoción. Pasajera, pero que en el alma queda, y que vuela a la imaginación.

viernes, 5 de junio de 2009

Coleccionables

Ratones 1, Ratones 2.
Manchas de luz en el piso, calma, sol; manchas de luz entre el follaje, entre ramas, que con el viento son: una orquesta; sinfón, mayor, flamenco melancólico mirando al sol, viéndolo en orejas de ratón; cada partícula, la partitura sin amor, lo refleja, manchas de luz en la tierra son.
Manchas de luz en la tierra.

Costumbres

Una vez canté: somos animales de hábito, somos monstruos de nostalgia, somos duendes verdes que sólo se ven cuando ya no ves más nada. Pero me importa sólo el primer verso.
Es tal la costumbre que me distraigo con otras cosas cuando siento que manos con uñas de bruja le quitan a tirones la piel a mi corazón. ¡Duele tanto, es tan lento, tan ardiente!, y sin embargo vivo.
Tal es la costumbre que estoy en la página 99 (por cuarta vez en mi vida) y me agarra el bloqueo: ¡antes habría escrito blablablas con tal de pasar a la 100! Pero no, estoy en 99 y espero, tranquilo, a dar un paso tal vez interesante.
Y me acostumbré también a mirar las noches de luna llena (o casi llena), a notar que suelen ser noches despejadas, me acostumbré a ver los aros azules y rojos que se forman al rededor de ella. Y quizás lo haga toda mi vida: es hermosa la luna llena. Sé que aunque pasen mil cosas, una vez por mes me acordaré de esta sensación de tener el corazón pelado a tirones.

jueves, 4 de junio de 2009

La historia no se repite

No señor. Ya dejé que me robaran la cámara sin poner oh resistencia. Ya no: menos el mp3 ahora que le puse 25$ en nuevos auriculares (¡bendición el sonido que emanan!). Seré un loser con L mayúscula pero no para tanto. Así que vos, nene con chupetín en la mano, tu fea hermana mayor pidiendo moneditas y demás chorros de Buenos Aires: no se crucen con el emisario de Antropquía que anda de atar.
¡Un chupetín tenía en la mano, entendelo! Un empujón y a la mierda, chau.

Problemas técnicos

En la terminal dos hombres corrían hacia el mismo lugar (el baño de varones), pero venían en sentidos opuestos. Y ambos se encontraron en la puerta misma del baño.
-Disculpe -dijo el primero de buen talante y sonriendo-, pero estoy realmente apurado, no puedo esperar.
-También yo estoy apuradísimo -terció el segundo, sin quitar su mano del picaporte-. Le aseguro que haré mis necesidades más rápido que nadie.
-Sepa perdonarme -retrucó el primero, haciendo un mínimo pero perceptible movimiento violento sobre el picaporte-, pero yo gané el Decimoquinto Concurso Anual de Inodoros Flash. Dudo –fanfarroneó- que sea más rápido que yo.
-Quizá tenga razón, pero de todos modos yo crucé esta línea de baldosas antes que usted: me corresponde a mí por principio de llegada.
-¿Y quién determinó que esa era la llegada? Yo crucé antes esta otra línea de aquí; lo que pasa es que usted tiene piernas más largas y dio una zancada más amplia que la mía.
-¡Por eso mismo! -concluyó-. Yo soy más alto, por ende mis fluidos corporales vienen bajando desde más arriba que los suyos; en consecuencia tienen una mayor aceleración: ¡no querrá que, con la velocidad que tomaron, mis fluidos se desparramen aquí afuera frente al baño!
-¡Por supuesto que no, hombre, ni pensarlo! –gritoneó el otro, frunciendo el ceño-. Pero justamente, como yo soy más chiquito, mis fluidos tienen menos camino por recorrer, con lo cual se encuentran ya próximos a la salida.
Mientras tanto, dentro del baño, cinco inodoros libres oían la apasionada discusión...

miércoles, 3 de junio de 2009

Tan solo entre la gente

Para el hombre que el amor
no lo deja estar contento
encontré una solución,
placebo momentáneo:
sólo madera y un hacha,
y hachar, por supuesto,
es como escuchar el corazón
del muerto en un entierro.
Llorar sentado es peor,
con una mano en la cintura
y otra ocultando el sol
de tu cara de tormento;
yo pienso que es mejor,
y lo pienso a mi manera,
que el llanto del leñador
puede prender una hoguera.
Sabe que será otra historia,
sabe que habrá otro amor,
aunque astillas en su alma
le dan todo su sabor;
y quizás sólo se engañe,
quizá muera infeliz,
quizás no conozca a nadie
pero el hombre llora así.



Tan grande el paraíso y yo he escogido tu manzana.
Cómo se bailan los tangos, cuanto me duele tu amor, cómo robaste mis besos a punta de corazón. Preso llevo tu recuerdo que es el dolor que hay en mí. Vivo a tres palmos del suelo desde el día en que te vi. (Melendi)

martes, 2 de junio de 2009

Dos puntos

¡La reconcha de los puercos voladores: quiero ser libre!, grité hoy al despertar, fue terrible el sueño. Después, amodorrado en la cama sin querer levantarme, con el sol recalcitrante calcinando las calcinadas puertas de mi placar o clóset, pensé en que extrañaba, pero no, era simple ilusión. La fuerza del sentimiento no residía, como suele hacerlo, en emoción, sino en lógica, razón: no extrañaba: necesitaba. Así fue que, sin remedio, comencé a cantar de acostado, con los ojos cerrados y los párpados rojos (no olvidar el sol recancitrante), sabiendo que mi lógica era inexpugnable: ¡el arte tiene mi vida: que alguien me libere!

Gosh dude.

Condición humana XXIV

Sacó una de acá. Sacó una de allá. Y antes que se diera cuenta lo partió a la mitad.


Sí, creo que así funciona.