jueves, 30 de agosto de 2012

Condición Humana LVI

Las promociones son tentadoras, Carlos lo sabe. Pero Carlos es pillo, nunca lo van a agarrar desprevenido. Carlos sabe, Carlos conoce, Carlos entiende la pérfida mentalidad de los que crean las promociones. Hoy te dan dos al precio de una, dentro de una semana te dan tres, dentro de un mes pagás un poquito más y tenés tres y un alfajor. La cuestión, se dice Carlos, es saber esperar. Porque siempre va a venir una mejor promoción que la que te están ofreciendo ahora. Clavado que va a salir algo más conveniente. Si son así estos tipos, y pretenden tomarte por boludo.
Y al final Carlos un día estiró la pata sin haber aceptado una promoción ni una puta vez. Ni una. Carlos se murió y nadie supo quién fue. No se acordaron de él ni los del call center que mil veces intentaron engatusarlo. Sí, engatusarlo a Carlos.

Crucemos los dedos, crucemos crucemos

Un hombre con cara de abatido, párpados abatidos, bigotito mustio, espalda caída, labios masticando las mil réplicas que nunca dijo. El arcoíris infinito que destella en la hoja llena de stickers brillantes que me dio un nene y que no compré. Un flaco en moto, al lado de las vías, esperando que levante la barrera, su casco negro refleja todo el cielo. El sonido que no me llega pero que imagino del envoltorio de un alfajor hecho un bollo y que rueda por el piso del tren cuando abren la puerta del otro vagón, y que va de acá para allá, de acá para allá. Una mujer muy gorda que deja caer su monedero, que no puede agacharse a levantarlo y que agradece, colorada, al chico que se lo alcanza. Después el olvidado sonido de unas monedas cayendo dentro de la máquina del colectivo. Esa noche, al volver a casa, había otra vez internet. Uno tiene que estar atento, todo el tiempo, bien despierto, soñando pero atento, ligero pero lento. Nunca sabemos cuándo lo que vemos resultó ser importante.