domingo, 30 de octubre de 2011

Gira yira

-¿Alguna vez pensaste cómo te verías desde el espacio mientras dormís si todas las demás cosas y el mundo fueran invisibles? Sería increíble ver una cama con un tipo dormido dando volando a mil seiscientos kilómetros por hora dando la vuelta una y otra vez.
-Más o menos lo que siento yo cuando estoy dormido.

[Con la inmersión de la cultura en Internet, en el futuro los adolescentes se enamorarán a través de fotos de la chica/el chico que no está etiquetada/o, sólo porque no está etiquetada/o.]

viernes, 28 de octubre de 2011

Cuestión de visión

Estoy mirando a lo lejos a ver si llega el colectivo. En eso veo dos flacos que se acercan al kiosko intercambiando miradas sospechosas entre ellos. Inmediatamente pienso lo peor y miro al kioskero gordo, tratando de advertirle con la mirada. Sin embargo él no me ve y se dedica a atender a uno de los dos flacos, que lo mira fijamente mientras su compañero relojea el kiosko alrededor. Está servido, pienso, pero sin llegar a ningún desenlace nefasto el pibe paga y se van los dos del kiosko. Todo tranquilo, falsa alarma. Me los quedo mirando, sorprendido, sin advertir que el kioskero barbudo, que había ido a la librería de la esquina, volvía por la vereda opuesta observando toda la escena, y especialmente observándome a mí. El kioskero barbudo llega junto a su amigo, el kioskero gordo, y le dice "tené cuidado con ese que se hace que está esperando el bondi, recién lo vi no dejaba de mirar acá, con demasiada atención".


[Con la inmersión de la cultura en Internet, en el futuro va a morir un famoso y va a pedir que su epitafio diga "Fulanito de Tal: googlealo".]

martes, 25 de octubre de 2011

Coleccionables

Un meurtrier avec des lunettes

Los vecinos de la Manzana
se quejaban y quejaban
que no veían duendes
que no veían hadas.

Que sin magia no veían
lo divertido de la vida,
que sin milagros se perdían
lo mejor, la fantasía.

Hasta que un día una vieja
se cansó y dijo bien fuerte
"pedazos de ignorantes,
brutos, forros, desmentados:
¿no sabén que la magia
toma formas de prestado?

Duendes, hadas, capricornios
son clichés del mercado,
magia en serio tiene un perro
que ladra medio raro,
magia es el sonido
de un gato en el tejado.

¡Magia, burros, chuecos natos,
hay en árboles y en charcos,
en las piedras que patearon
nenes que de viejos lloraron,
magia hay, infradotados,
en el musgo, en las tejas, en los jarros!
Magia hay en todos lados.
Magia olemos, magia usamos."

viernes, 21 de octubre de 2011

Condición humana XXXXVIII

Son esas pequeñas discusiones en la mesa las que más desgastan y emponzoñan el alma de la convivencia. Y mis papás tienen especial habilidad para charlar los temas más molestos a la hora de la cena. Como estas cosas siempre terminan a los portazos, son las charlas con amigos las que sirven de descarga y argumentación en pro y contras y las eternas quejas de todo. Y al final sólo quedan ese vago pensamiento de "por qué los hijos no pueden elegir a sus padres" y la verdad de que los padres tampoco eligen a los hijos, y el consuelo que más que consuelo es resignación, de que aunque los padres eligieran y los hijos también, el mundo no sería muy diferente.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Condición humana XXXXVII

Cuando uno ve a alguien que está parado en el colectivo casi vacío, siente una mezcla de varios sentimientos entre los que se inlcuyen pena, burla, desprecio, admiración y compasión. Yo, sin embargo, sé por qué es que hay gente que se queda parada: no tiene nada que ver con que pasen todo el día con el culo sobre una silla de oficina, o que sus piernas estén hechas para estar erguidas, o que se estén por bajar. Yo sé que las personas esas, en realidad, son románticos que quieren otro tipo de asientos, son gente que no se conforma con asientos plásticos duros, con el acolchado arrancado. Esa gente quiere su asiento mullido, limpio, cuidado, ni siquiera el asiento viejo que es blando pero se cae a pedazos. Esa gente, esos idealistas, nunca van a depositar sus nalgas sobre asientos que no sean perfectos. Ellos no se rebajan. Ellos aguantan de pie.

martes, 18 de octubre de 2011

Duchada

Uno, en lo que va viviendo, aprende muchísimas cosas diminutas, muchísimas cosas que jamás aparecerán en ningún tipo de libro, cuento o anécdota siquiera. Recuerdo bien la mirada cómplice y picarona con que me miró mi mamá esa mañana que me escuchó cantar en la ducha: hacía una semana que había conocido a Soledad. Y por eso no necesité preguntarle a nadie por qué mamá tenía esa cara tan fea la mañana en que desde toda la casa se lo escuchaba cantar a papá.

domingo, 16 de octubre de 2011

Ahídondequerésir

Dije que no se me ocurría dónde llevarte, pero era mentira, poque sé de mil lugares que te encantarían: podría llevarte a la selva donde se fabrica la leche chocolatada, o podría llevarte a un país con navidades blancas donde no existen los donantes de hígados. Tal vez te guste más ese cine donde proyectan nuestras vidas, y se me ocurre que para la segunda cita te va a encantar el Egipto que una vez soñé en el jardín de infantes. Buciemos en un mar con tiburones de caramelo, escalemos un volcán que escupe estrellas, cenemos en una confitería servida por robots melancólicos y emborrachémonos en una plaza llena de jirafas.
Te comento que también, como plan B, tengo entradas para el recital del sábado.

viernes, 14 de octubre de 2011

Sueño que camino

Distraído miré mis manos sucias de tierra y me acordé, como en un relámpago viciado, que anoche soñé que se había quemado la lamparita de mi baño, y que después en el colectivo habían habilitado el pago con tarjeta. Cuando la realidad se inmiscuye demasiado mientras dormimos, los sueños deberían tener otro nombre, pensé mientras reanudaba mi tarea de cavar tumbas para pajaritos.

jueves, 13 de octubre de 2011

Podemos ver el cielo

Un murmullo infantil recorrió el colectivo: después del estacionamiento iluminado por reflectores del supermercado, la calle se volvía más negra que una angustia. Y a una cuadra no se hubiera podido ver ni una angustia bailando; parecía que el corte de luz llegaba hasta el mismo fin de la civilización. La gente se pegó contra las ventanillas para mirar el negro espectáculo. Varias personas se bajaron en la primera parada que hizo el colectivo aunque estoy seguro de que a muchos les correspondía bajarse después. Los demás, los que seguimos adelante, intercambiamos miradas que, si no fuera por el redoblante de la inseguridad que se nos venía a la mente, nos hubieran causado mucha gracia. ¡Cuidado que no te violen! se despidió una amiga de la otra.
Ya veinte cuadras dentro del lobo mis pupilas se habían acostumbrado a la noche, pero así y todo me costó reconocer dónde bajarme. Después de que el colectivo arrancara crucé la calle y quedé encandilado con un auto que circulaba con las luces altas. Al pasar dejó fragmentos brillantes que titilaron en rejas, ventanas, pomos de puertas, canaletas, envoltorios brillantes, agua del cordón. Y cuando se me fue la ceguera, miré para arriba y me detuve: se veía el cielo. Digo, se veía el cielo de un violeta noche con estrellas vangoghianas que en la esquina era un mar sin fin ni fondo, y que a mitad de cuadra era un río con copas negras de árboles como orillas, y que de pronto iluminaba y daba tanta confianza que el millón de veces que la palabra inseguridad se escuchó en la radio, no significó nada. Con las estrellas como techo caminé, contento como pocas veces, las cinco cuadras hasta mi casa, en donde por algún milagro había electricidad y una computadora que me esperaba para escribir.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Coleccionables

The awakening of all your nostalgia

En su cara arde un fuego que no quiero que nadie apague.
En su fuego nace un ave que no quiero que nadie cace.
En ese pájaro hay un lamento que no quiero que nadie escuche.
En ese lamento hay una verdad que es mi verdad.

¡Ne!

-Es un nene -dijeron de él, en público y a sus espaldas-. ¿Qué puede hacer un nene? -se preguntaron con destellos irónicos pegados a las pestañas-. Un nene no hace nada. Un nene es dependiente. Un nene es lo que le dicen, sabe lo que le dicen, un nene conoce lo que le contaron y piensa lo que le pensaron por él.
Pero eran sus corazones los que, una vez de niños, recibieron el castigo de escuchar "es un nene". Este nene, en cambio, los escuchaba hablar y no entendía, veía las arrugas alrededor de sus bocas y sólo veía arrugas viejas. Él tenía un corazoncito que latía solo y una canción que lo hacía pasear sobre el lomo de un elefante centenario.

domingo, 9 de octubre de 2011

Sin chispero no hay tu mula

No hay chispa. Busco algo en el pelaje de mi gato y no hay chispa, busco abajo de la cama, no hay chispa. ¿En el estante más alto? Nada. Salí a correr por el fondo y no hubo ni una chispa. Miré durante quince segundos la pileta vacía, la hamaca rota, la mesa oxidada sobre la que falleció la antigua dueña de esta casa, miré con enojo fútil la estela de humo que, detrás de la medianera, mi llorona vecina iba dejando, y no hubo ni una sola chispa. Derrotado volví a mi cuarto y prendí la compu. Me saqué las zapatillas y cuando fui a calzarme las pantuflas, descubrí que un duende perdido las había adoptado como cueva.

Tren quieto

Llevan varados más de una hora. El sol de pleno corta el vagón en rombos de cuarenta y cinco grados. Afuera la ciudad bulle, distante, sembrada con columnas de humo, sirenas, olores. Pero adentro la gente espera que el tren reanude su marcha.
Parado junto a la puerta, un hombre con la cara no tan arrugada pero sin un pelo que no sea cana, mira el reflejo del sol en los rieles, y mientras lo hace piensa en su vida. Lo difícil que le fue llegar hasta donde está, que no es la gran cosa pero que sí lo es para él. Una vida dura, sacrificó muchas cosas, tiene muchas otras todavía pendientes, pero se conforma con pensar que puede alimentar a su familia y, tal vez, cumplir alguna. El hombre sonríe, de pie, junto a la puerta.
Sentado de espaldas a él hay un universitario de dieciocho años. Piensa que le quedan dos días para terminar el trabajo que tiene que entregar, pero también piensa en que no vale la pena preocuparse por tanto: apenas está en el CBC. También piensa en que si no se toma en serio el CBC puede malacostumbrarse y no tomarse en serio la carrera de medicina, y si no hace eso nunca la va a terminar. También, mientras pasan los segundos, piensa en una chica que quiere conocer.
Sentada frente a él, tejiendo una bufanda de un verde chillón, está una mujer de veintinueve años, casi treinta. Su hermana (son mellizas) tiene un hijo malcriado y le pidió que se hiciera cargo de él durante el fin de semana. Lindo regalo de cumpleaños. Ella por lo menos le está tejiendo una bufanda. Lo bueno del fin de semana que le depara es que, cuando termine, va a poder hablar mal de su hermana durante horas con su mejor amiga, Adela.
Junto a ellos dos, estirando las piernas sobre el asiento vacío, un chico de catorce años se durmió escuchando ACDC. Uno de los auriculares se deslizó fuera de su oreja y su zumbido llega hasta la mitad del vagón.
El tren de pronto se mueve pero se detiene al instante. Todos interrumpen sus pensamientos e intercambian miradas cortas. Vuelve a moverse, y esta vez arranca, avanza.

sábado, 1 de octubre de 2011

Consumerism

Ese celular es un monstruo. Un monstruo, por Dios, y pensar lo ansioso que estaba la semana que tardaron en traérmelo. ¡Pensar que me costó un año de ahorrar y ahorrar, y ahora que lo tengo no puedo ni usarlo! Jamás creí que un aparato, que un simple celular, pudiera ser algo tan diabólico. Es un arma perversa, es algo inhumano. Cuando llamé al representante en Argentina de los fabricadores supe que era algo más allá de lo que yo podía imaginar. La voz macabra del gerente me heló el pecho y destrozó mis esperanzas. No había devolución, el aparato no estaba estropeado. El celular era lo que era, yo ya lo había comprado. Ahora no hay escapatoria, no va a parar hasta consumirme. Pensar que quería cambiar mi iPhone porque tenía un rayoncito... Lo que daría por volver a tener sólo mi iPhone rayado. ¿Y por qué tuvo que pasar esto? ¿Por qué, dentro de todas las fatalidades, tuve que dejarlo por última vez en la mesita al lado de las llaves, ahí, custodiando la única puerta del departamento? No tengo alternativa. Son quince pisos. No tengo forma de llamar a nadie por ayuda, los vecinos están de vacaciones. Estoy solo en mi departamento, con el celular. No queda más alternativa que sacar el mosquitero del lavadero y saltar.