Y se pasó la pasión, comenzó el verdadero amor.
Imaginó un diálogo de amistad sincera y vidas unidas por aventuras y caídas.
Glorificó la persona ajena, abrazó su silueta perdida y pensó
cómo decirle esas cosas que tanto sentía.
Yo na pasión, sino verdadero amor.
Y viajó feliz pensando que todo lo podía:
que después del error le sonreía la vida.
Y entonces se percató de que en la imagen surcó el más grave error:
no podía decirle lo que sentía, ya no pasión, sino verdadero amor;
no podía decirlo, y esa idea lo angustió.
Pero en definitiva: ¿qué importa el destino? ¿qué cambia creer en maldiciones? ¿qué caso tienen las cábalas? ¿quién asegura que no será así?
martes, 14 de abril de 2009
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