jueves, 31 de diciembre de 2009

Coleccionables

Al costao del mundo.

No sé si así se termina el año, o si así se empieza. Caramba.


Razón nº 76 para odiar el reguetón y toda música parecida: Los vecinos que escuchan reguetón (y toda música parecida) en sus jardines, suelen ser un poco deficientes mentales, y son incapaces de darse cuenta que los punchis punchis de sus canciones reguetoneras (o de toda música parecida) no están a la par. Por ende uno tiene que fumarse varios punchis punchis fuera de sintonía. Resultado: colapso cerebrovascular.

Así se van

Como volver a la casa anoche, mirar el cielo, oír mis pasos, sentir el viento, ver la luna reflejada en agua del cordón, cerrar los ojos, palpar asfalto por las zapatillas, frenar en medio de la calle. Mirar, mirar las estrellas mucho tiempo, sin nadie que te chiste, sin nadie que se gaste en mirarte, sin nada que detenga esa pausa veraniega. Porque nada detiene el verano, nada detiene a la noche, nada detiene el suspiro, nada detiene al otoño, nada detiene al que avanza conciente. Nada detiene la luna creciente.

martes, 29 de diciembre de 2009

2x1*

-¡A comeeeer!
-¡Voy! ¡Hago pis y voy....! No, mejor: ¡hago pis, me lavo las manos y voy...! ¡Hago pis, me lavo las manos, me rasco la oreja y voy! Uf, tengo las orejas re sucias: ¡hago pis, me lavo las manos, me rasco la oreja, me lavo las manos de nuevo y voy!
-¡La comida ya está servida!
-...Bueno, yo tal vez en el medio estornurne, así que calculá que en media hora estoy.


-¡Mierda, te re quemaste!
-Sí, sí, me dormí una siesta al sol, no sabés. Mirá, me pelé toda la nariz.
-Sí, se re nota, tenés cachitos de piel todavía.
-¿Qué te pasó?
-Me pelé la nariz.
-Ah, qué bajón. Mirá, yo estuve trabajando en el jardín y se me maradoná la espalda. Me arrancaba la piel a tiras después.


* PROMOCIÓN VÁLIDA DEL 29/12/2009 HASTA EL DÍA QUE CADUQUE LA INTERNET. NO CANJEABLE NI COMBINABLE CON OTRAS PROMOCIONES SALVO QUE INCLUYAN SALSA DE TOMATE Y/O/U/T BARRILES DE PETRÓLEO. SI VEN A UN NEGRO FEO QUIÉRANLO MUCHO PORQUE SEGURO SUS PAPÁS PASAN HAMBRE. PUTO EL QUE LEE. O PUTA O LESBIANA (A ELECCIÓN DEL CONSUMIDOR). NO HAY RECLAMOS DE VUELTO, NO HAY SALDO FIJO, SI LEÍSTE TODO ESTO JODETE PORQUE NO DICE NADA, PERO SI PARÁS ACÁ TE PERDÉS LA MEJOR PARTE. PROMOCIÓN VÁLIDA EN TODA LA REPÚBLICA ARGENTINA Y PAÍSES LIMÍTROFES Y NO LIMÍTROFES, SALVO RUSIA, QUE ME CAE UN POCO MAL PORQUE ES MUY GRANDE, Y CHILE, QUE CONOZCO A UN PAR DE CHILENOS RE MALA ONDA. CÓMO ESTOY DE DIÁLOGOS ESTÚPIDOS, AGRADEZCO QUE SÓLO SUBO ALGUNOS AL AZAR. EL QUE NO SALTA ES UN CAGÓN, EL QUE NO SALTA ES UN CAGÓN, EL QUE NO SALTA ES COCODRILO QUE SE DUERME ES CARTERA. FUFU Y CHUCU CHUCU CHUCU.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Condición humana XXXVI

-Se me cayó una pestaña, mirá.
-Uh, pongámosla entre los pulgares y pidamos un deseo: al que se queda con la pestaña se le cumple realidad.
-Sí, sí, seguro. Si por cada pestaña que se nos cae se nos cumple un deseo, creeme que este mundo sería mucho mejor.
-Es verdad..., pero bueno: escuché que si pedís cien veces el mismo deseo, se te cumple.
-¿En serio? Bueno, dale, de a partir de ahora hay que ir llevando la cuenta.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Do sostenido

Diógenes era ciego de nacimiento y tenía un oído extraordinario. Tenía el oído de un perro, decían, así como algunos aviadores y beduinos tienen la vista de un halcón. Diógenes solía ir a oír conciertos de música clásica, orquestas, cualquier cosa en que lo importante fuera el sonido y no lo visual; por eso no iba a conciertos de bandas pops o de rock.
Diógenes siempre tuvo buen oído y jamás creyó que eso fuera a darle alguna cualidad más impresionante que esa de oír bien. Pero esa noche, en el concierto del violinista Fidias y el pianista Ictino, él supo que algo andaba mal. El violín de Fidias producía un ruido muy extraño y frío cuando tocaba notas agudas, y se volvía turbio cuando tocaba notas más graves. Distorsiones muy molestas. Por eso, en el primer entreactos, Diógenes fue y lo comentó con alguien, y ese alguien se lo comentó a alguien de mayor importancia, y ese alguien se lo comentó a Fidias. Y Fidias, frente a Ictino, se puso muy nervioso.
Revisaron el violín y encontraron que el diapasón era hueco y que la voluta escondía una bala lista para ser detonada cuando un microafinador detectara el último do sostenido de la última canción; el do sostenido al que miles de violinistas temían; el do sostenido sobre el cual, dos semanas antes del concierto, Ictino le había preguntado a Fidias si podría hacerlo sin desafinar. "Oirás mejor que yo lo afinado de ese último do sostenido", había contestado Fidias. Pero por culpa de Diógenes, nadio oyó ese do.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Pasos no son mis pasos

Caminaba el 25 a la noche camino a casa de un amigo, bajo amenazas de lluvia. La vereda estaba bastante llena de charcos e iba muy atento para esquivarlos. Iba tan atento que no le di importancia a los pasos que empecé a escuchar, haciendo eco de los míos; de golpe, una cuadra después, fui conciente de que me estaban siguiendo.
El primer impulso fue acelerar el paso sin llegar a correr, y el segundo, ya casi en pánico porque los otros pasos habían acelerado junto a los míos, fue tirar la cabeza atrás como quien no quiere la cosa pero está cag*do de espanto. Me calmé un segundo al ver que no me seguía nadie. Creí ser juguete de una alucinación, así que me tranquilicé: estaba a cinco cuadras de mi amigo y nada me iba a pasar en el medio.
Seguí caminando con normalidad, y a los pocos metros volví a oír los pasos. Poc poc poc poc. Volví a mirar atrás y nada. Cada paso coincidía con mis pisadas: era alguien que se burlaba imitándome. Sereno, reduje el sonido de mis propios pies a ligeros roces de algodón, para estar seguro de que no era ninguna clase de eco. Y no, no era ninguna clase de eco.
Las cinco cuadras que quedaban las recorrí a asombrosa velocidad, seguido a la carrera por las otras pisadas. Estaba ya descompuesto de horror sobrenatural: era como ser protagonista de un cuento sicótico de Maupassant, como ser una personalidad del personaje de Identidad, y temía más que nada haberme vuelto loco, no dejaba de pensar un segundo.
Al llegar a la puerta de la casa de mi amigo los pasos acosadores desaparecieron. La humedad era espantosa. Me fui tranquilizando mientras esperaba que me vinieran a abrir: no había pasado nada, la ilusión atroz ya había desaparecido... Estaba completamente transpirado a causa de la corrida, así que, mientras aguardaba, abrí la mochila y saqué el desodorante. Lo apliqué sin escatimar y lo tiré adentro de la mochila casi vacía. Y al caer golpeó contra el mango del paraguas. Poc.


Tal vez no sean las mejores. Seguramente no fueron las peores. Pero la remera de Corre Johnson corre tras la felicidad y ver la última mitad de Dónde estás hermano me dieron la sonrisa navideña.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Desdoblamiento discursivo

Amigos y amigas con piletas no climatizadas (es obvio que quienes tienen piletas climatizadas no entran en el problema que voy a describir.) Como decía: amigos y amigas con piletas no climatizadas (además es sabido que quienes tienen piletas climatizadas NUNCA se sumergen en ellas, por lo que no disfrutan como nosotros de nuestras piletas.) En fin, seguía diciendo: amigos y amigas con piletas no climatizadas (...pensándolo, al llegar a este punto creo que es inútil aclarar el "no climatizadas", ¿no?) Entonces: amigos y amigas con piletas... (¿Amigos y amigas?, resumido quedaría mejor, fijate.) Ok: amistades con piletas... (¿qué pasó? ¿por qué te callaste?) No, nada. Amigos y amigas con piletas no climatizadas: Diciembre se está portando muy mal con nosotros: le quedan sólo ocho días para arrepentirse y darnos lindos días de sol, pero el pronóstico no le quiere dar chance. ¿Por qué tanta lluvia, tantas nubes, tanto viento sucio? Espero que nuestras quejas se oigan tan alto que enero se porte como corresponde, amigos y amigas con piletas no climatizadas...

lunes, 21 de diciembre de 2009

Coleccionables


Per le ventené.

Defifififinitivamente me estoy quedando sin fotos. Si tuviera cámara propia (si no me la hubieran robado) las cosas serían muy molto diferentes.
Para variar pongo foto súper grande.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Cosas patéticas

Hay cosas patéticas en la vida de cada uno. Por ejemplo no tener con quién llorar tus penas de siempre, porque todos ya las escucharon y se aburren de ellas. O que tu gato te haya abandonado cuando tenías seis años y no podés perdonarlo todavía. O haber roto varios regalos al día siguiente de que te los dieron y todavía sentir remordimientos. O todavía seguir pensando en ese chiste que contaron el año pasado y todavía no entendés ni te animás a pedir explicaciones. O haber estado todo el día pensando algo interesante y memorable para poner en tu blog y llenarte de firmas, y al final, sin una sola idea, recurrir a la trampita de poner lo primero que se te ocurre y contar lo patético de tu vida. Pero al fin y al cabo descubrí qué es lo más patético de la existencia: haber tenido aire acondicionado en mi propia habitación y que mis pás me lo robaran.


Y vi un a un osito poniéndole sal a su miel. Pobre su corazoncito roto roto.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Dieciocho siestas [fr]

[...]
-¿Ma...?
Murió la tía, me dijo. Su hermana. La habían internado la semana pasada en un chequeo y no llegaron a tratarla de un cáncer de hígado. Se le expandió y esta noche había muerto. Acaban de llamarla del hospital. Ahora mi mamá estaba sola: la abuela había muerto de jovencita, del abuelo no íbamos a tener noticias en un par de años, su única hermana había muerto también.
Me dijo que no iba a ir al colegio, que íbamos al funeral. Yo inmediatamente había rememorado el funeral y tuve ganas de salir corriendo de ahí. Sonaré cruel, pero la verdad que la muerte de la tía (que nunca fue la mejor tía del mundo, pero que igual me afectó) había pasado ocho años atrás. Yo ya la tenía superada, lo que más me apenaba de la situación era el estado de mamá...
Maldita voz. Podría haber elegido días mejores que los de la muerte de Joaquín y la tía. ¿De verdad habían muerto el mismo día, con dos años de diferencia? Jamás le presté atención a las fechas, ni a los cumpleaños.
No me apenó faltar al colegio. Marisa ya no estaba allá, y ni quería verla. A los diez años debía ser muy graciosa seguro. Llamé a la casa de Mati temprano y le avisé lo que había pasado. A las diez de la mañana ya estábamos en el funeral, toda la parentela triste. A la hora de la merienda la cremamos, y papá y mamá se fueron a Mar Azul para tirar las cenizas al mar.
[...]


Entrás a la casa y tiene postits amarillos por todos lados, garabateados con caligrafía diminuta. Antes de que lo viera aparecer con el cuchillo, sólo alcancé a leer uno que decía "sí la amé, la amé con todas las hormonas de mi ser".

viernes, 18 de diciembre de 2009

Pirucha zanahoria panfletera VII

En la plaza está todos los días el Beatbox Machine. A decir verdad no es una máquina, es un tocadiscos humano o algo parecido. Aunque literalmente es un gordo con enormes pulmones, voca maleable y tez morena que se encierra en una caja enorme de cartón toda pintada con estilo rapero y grafitero que dice "Beatbox Machine". Él asoma la cabeza (con gorra dada vuelta) y mira a la gente pasar como si fuera una estatua viviente; pocas veces lo vi mutar su rostro fijo, ceñudo, muy gracioso, de obeso que siente que el piso está caliente por el sol. Él se queda ahí hasta que pasa alguien y lee el cartelito que dice Incert coin. Entonces le mete una moneda (se oye cómo cae en una lata adentro de la caja) y el muchacho cambia su rostro, ahora amable. Si el transeúnte todavía no vio, el gordito simpático le señala las opciones que tiene: una carpeta con montones de canciones anotadas, como si fuera realmente un tocadiscos. El cliente generalmente se ríe bastante, lo comenta con su novia y finalmente pide una canción. La Beatbox Machine hace memoria un momento, emite un ruidito de procesador que zumba y empieza su función de pitipá pitipú pitipampam, bum bum bumbumbumbum ¡paw!

jueves, 17 de diciembre de 2009

Caharuh con Memto

Memto no pasaba un día sin evocar, aunque sea para su privado placer, aquellos cinco veranos que pasó en su juventud en la casa de Córdoba de su tío. El arroyo, los árboles, los barriletes, la pesca, las viñas, la hamaca altísima, las vacas. Todo había sido hermoso en la casa de Córdoba, cómo le hubiera gustado volver a esos días.
Ahora Memto vivía en esa casa de Córdoba: su tío había muerto y, a pesar de haberlo descuidado los últimos años, él heredó la casa. Hacía ya siete años de esto, las viñas estaban echas un desastre, el hormigón se caía por la humedad, había ratas y cucarachas por todos lados, yuyos hasta en la cocina, pero Memto se resistía a tirarla abajo. Pero no por los recuerdos, sino por uno solo, por un recuerdo en particular: el tío le había hablado, un cinco de diciembre cuando Memto tenía seis años, del tesoro de su bisabuelo. Sí, Memto sabía que en algún lugar de esa casona derruida se ocultaba un tesoro en oro, piedras, vestidos y armas. De hecho sabía exactamente que había una colección de once estocas del siglo XI, el vestido amarillo de alguna reina española de nombre Juana, casi un kilo y medio en monedas de oro de las Indias y un cofrecito de ébano con joyas y diamantes: el tío había dejado eso escrito en su habitación. Pero tras siete años de vivir y revisar todo el tiempo la casa, el tesoro no aparecía.
Entonces un día, mientras Memto pensaba que tendría que organizar una demolición cuidadosa y privada, para revisar escombro por escombro en busco del tesoro, oyó la vieja campana. Al salir a la galería vio que un niño rubio y hermoso caminaba desenfadadamente hacia él.
-Permiso -dijo Caharuh, empujándolo apenas para poder entrar a la casa, dejándolo atónito-. Estoy apurado.
-¿Quién sos?
-El que sabe dónde está lo que buscás -le contestó. A todo esto ya estaban subiendo las escaleras hacia la habitación del tío difunto.
-¿El tes...? -Memto se calló. Repensó y dijo:-. ¿Sos un primo mío?
-Se puede decir que sí... -respondió Caharuh encogiéndose de hombros.
Una vez en la habitación señaló el placard, que estaba incorporado en la misma pared. Memto abrió el placard, sacó todas las cosas y, bajo la orden del niño rubio, pateó, rompió y extrajo la madera de roble que separaba el fondo del armario de la pared. Apareció entonces el ladrillo vivo.
-¿Tengo que romper acá? -preguntó, transpirado, acelerado, muerto de ansiedad y euforia.
-Sí, sí -respondió Caharuh, sonriendo y brillando, como si en verdad eso fuera inútil, como si fuera mentira que el tesoro estaba dentro de aquel muro.
...

Bloggadas y raro triunfo

knoffult dekjddly (la más complicada que vi en mi vida, lo juro por mi plenden) sionesac forma (sí, lo juro también, forma me tocó) deptewes aftioug jekimes


Si el Arco del Triunfo servía para rememorar y celebrar una victoria militar, era una forma de representación del paso o la marcha del militar: "aquí pasó Fulanito, aquí pisó Fulanito". Es como decir que el Arco de Triunfo es el arco del pie de Fulanito. ¿Y si el Arco se cae, se vence el arco del pie de Fulanito? Sería la peor deshonra: vencerse un Arco de Triunfo.

Vecina asesina

Doña Rupa vivía sobre Brandsen desde antes que el coronel Brandsen naciera. El año pasado tenía como 99 años y la vieja iba de acá para allá haciendo compras, visitando viejas y viejos, dándole de comer al linyera que la iba a ver. Pero una semana de invierno el barrendero dejó de pasar, y se formó un verdín denso en el cordón de la vereda, frente a la casa de Doña Rupa. Y ella se patinó y se rompió un hueso. Lamentablemente no pudo más vivir sola ni hacer todas las cosas que usualmente hacía, y la hija (la única hija, la que no veía desde siglos atrás) la tuvo que meter en el asilo de viejitas que quedaba a dos cuadras, también sobre Brandsen.
Uno creería que ese fue el fin de la anciana, pero no: Doña Rupa tenía buena madera y aguantó como un mes en el asilo sin perder el humor, a pesar de que no se podía mover, a pesar de que las visitar mermaron. Pero un día sí, llegó el golpe fatal: una vecina vieja, chusma, de mala entraña, embustera y con tintas de bruja adivina, la fue a ver y le dijo que la hija (esa que la había internado ahí) le acababa de poner la casa en venta. Doña Rupa la miró triste, clavándose dos lágrimas en los ojos, y no dijo nada. A la semana murió y la casa se puso en venta recién entonces. La hija de Doña Rupa recibió una llamada pronto de la inmobiliaria: una vecina de la zona compraba la vieja casa de Doña Rupa.


Casa rosada, casa robada, llagas en el país, pibes sin padres, madres sin hijos: juegan a no poder.

martes, 15 de diciembre de 2009

Plantita rodadora VII

Y pasa fugaz fugaz fugaz
De cola patrás patrás patrás
Una rodadoraaaaaaa...
Con flores y esporaaaaaaa...s

(Hoy: Plantita rodadora, el musical)

Prehistoria, Lascaux, Lespugue, Egipto, Nemes, Amenofis IV, Summer, el Gudea, leona herida, ladrillo policromado, Apadana. Recién empiezo ahora con la cabeza de Amorgos. Nos vemos el sábado.

Coleccionables


Baño oscuro (quiero creer que esta no la subí ya, ando corto de fotitos).
Ahora, compositivamente criticando, hubiera sido mejor trazar la diagonal opuesta, a menos que muchos japoneses y chinos pasen por este blog... Habría que analizarlo.


Labios secos,
nunca un beso.

Condición humana XXXV

El cemento se derramó a un costado y ya secó. Alrededor los peones no saben qué hacer, discuten entre ellos, se ponen nerviosos. El patrón está lejos de la obra e ignora todo. Viene alguien y dice:
-Ya basta de echarse la culpa unos a otros: lo importante ya no es encontrar la causa del derramamiento del cemento, ni poder castigar al que lo dejó secar. Lo vital ahora es remover el cemento duro y conseguir uno nuevo, para poder terminar la obra antes de que el patrón se muera.

Abuelos en desuso

De repente tu hermano viene y discursa: "Si Papá y Mamá, que tienen 50 años, tuvieron su primer hijo a los 20 (es decir que el mayor de sus seis vástagos tiene 30 actualmente) y todavía no son abuelos... ¿Qué deparará para esos seis hijos, que pasando los 30 no tienen ningún hijo? ¿Llegarán a conocer nietos?"

Entonces: "Si a los 40 tienen hijos como última instancia, y esos hijos a su vez tienen hijos a los 45, se puede esperar que los Padres originales conozcan a sus nietos a los 60 o más tarde, y que los primeros hijos sean abuelos a los 85. Por la regla matemática [Edad de Abuelación = Edad de Abuelación anterior x coeficiente de Abuelación Generacional (1,887)]*, la siguiente generación tendrá 160 años al momento de ser abuela. Más vale que la longevidad llegue a esos parámetros entonces, sino vamos a estar fritos."

*Matemáticas sin comprobar.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Camas

Qué miedo tendremos a soñar (y con razón) que no existió civilización capaz de no amoldar el sueño a un límite perimetral. Ya sean camas, colchas, hamacas o agujeros, todos temieron la libertad del sueño entero. ¿Por qué no disponer de enormes habitaciones, espacios sin fin, chatos, placenteros, para rodar y rodar según exija el sueño aventurero? Pero no: no sea cosa que se suelte por completo y nunca más despierte, no sea cosa ir tan lejos que el camino de vuelta no se encuentre. Evasión alternativa es la del sonámbulo, que se para y, a la deriva, de la noche hace su canto.


Y acá se terminó la noche de inspiración.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Condición humana XXXIV

-Mirá que hay que ser tonto para ladrarle a los fuegos artificiales todas las Navidades -dijo el humano que treinta mil años antes aullaba cada vez que caía un rayo cerca de su cueva.


La otra noche tardé mucho en dormirme lo que se dice bien dormido. Una de las causas de mi largo desvelo fue que cada quince minutos no cronometrados se me ocurría una idea para el blog y tenía que prender la linternita y anotar dos o tres palabras claves que al día siguiente me retornaran la idea completa. Y fue ahí, al momento de anotar la última idea fugaz, cuando logré capturar ese instante en que la lógica sobria se funde con la lógica fluctuante del sueño, y anoté esto: corazones futuro deformes. Me refería a que en el futuro, por alguna razón, la gente no iba a saber dibujar corazones como se debe, iban a ser corazones deformes, como por ejemplo "una pirámide con orejas de conejo" o corazones terminados en puntas o con forma de ojos. Sí, muy lindo, pero no tiene sentido estricto. Era un sueño despierto, una lógica inventada, una transición.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Caharuh con Suhi

Suhi era la poeta maldita de la familia. Descubrió su vocación en los versos a los diecinueve años, cuando le regalaron un libro de Rubén Darío. Pero la primera poesía de Suhi quedó décadas atrás, y ahora, con cincuenta años, tenía una agudeza con las palabras, un calibre con la métrica, una soltura con la expresión y una rapidez con la muñeca verdaderamente envidiables. Dos placares en su casa estaban repletos de cuadernos y hojas sueltas, mamarrachos y libros con los márgenes garabateados. Cada año que pasaba Suhi soñaba con sumar otro volumen a su bibliografía. Pero sabía que, si alguna vez alguno de sus poemas era publicado, iba a ser de forma póstuma. Llevaba treinta años acercando sus escritos a editoriales, agentes literarios, amigos, diarios, concursos, radios, amigos con imprentas... Jamás, jamás había tenido éxito.
Sin embargo Suhi no perdía ánimos. Creía que cualquier día podía ocurrir un milagro. Y un día un niño rubio tocó el timbre de su departamento marrón. Ella abrió la puerta, extrañada, esperando que el niño le pidiera alguna monedita o le quisiera vender algo. Pero Caharuh le sonrió desde allí abajo, como si le acaban de dar las gracias por algo.
-Esto es suyo, ¿verdad? -preguntó, extendiendo un papelito amarillento cubierto con la firuleteada caligrafía de Suhi. Ella estiró una mano para recuperarlo, pero se detuvo a mitad de camino.
-Ese es mi primer poema -respondió-. ¿De dónde lo sacaste?
-Lo encontré -dijo Caharuh-. Y me gusta. ¿Acaso...? -comenzó a preguntarle, mirándola incisivamente- ¿Acaso te gustaría...? -acercándose a ella, pasando la línea que separaba el afuera del adentro del departamento, invadiéndole el aire que no alcanzaba a respirar, avasalladoramente, con el papelito en alto, mientras Suhi sentía que se desmayaba.

Pirucha zanahoria panfletera VI

Sacaron los asientos comunes en esos vagones. Ahora el tren está lleno de subibajas de colores (azul, rojo, verde, amarillo y naranja). Están de forma transversal y llegan casi a la altura de las ventanillas, apenas con espacio para que las personas circulen detrás en hileras de a uno. Suben y bajan, es mucho más divertido. Pero nadie quiere ser la pareja de algún gordo muy grande o de una nenita llorosa. En la hora pico, cuando va todo el mundo a Capital o vuelve todo el mundo de Capital, llega a haber hasta cuatro personas sentadas de cada lado en cada subibaja, y aún así aguanta. Nadie sabe de qué madera están hechos, pero tanto la metalurgia como las tablas de los subibajas son terriblemente resistentes, se espera que duren años y años.


Dichoso sea el que difícil se alegra y fácil se entristece, pues cada sonrisa es como ganar la guerra.
Indiferente sea el que sonríe siempre, pues tanta alegría olvida lo que siente.
Y desdichado sea el que fácil se alegra y fácil se apena, pues fácil pierde toda humana certeza.

Coleccionables



DSCN1883 y DSCN1884.
(Si no eres de armas tomar, no sabes qué nombre poner.)


No dejen de pasar por la genial página de Facundo Ríos: Konichiwa Facu.

Condición humana XXXIII

"Soy invulnerable, como cualquier cosa", pensaba en nene cuyos familiares seguían todos vivos desde que él naciera. Pero una noche descubrió lo que era una linterna de leds, y no tuvo mejor idea que apretar el foco contra la palma de la mano y ver, por el reverso, las venas, los huesos y carnes rojizas. A través de su mano invulnerable, como cualquier cosa, pasaba la luz de esa pequeña lamparita. "No soy más invulnerable", pensó entonces el nene, sin entristecerse mucho, "la linterna me dañó".


Hay pirulines de colores, hay cosas que hacen que vos llores, hay gente que se muere joven: ya vas a entender...

jueves, 10 de diciembre de 2009

Carraspeando

Tenés el encanto de una voz perdida
que no quiere dejar de cantar.
Si ya sabemos que todos estamos locos,
la mejor alternativa es disfrutar la locura que tocó tu vida.
A mí no me afligen tus caídas ni le tengo miedo a tu despertar;
Yo conozco tus miércoles pesadillas y quiero conocer tus noches
tardes y mañanas de lunas rotas. Ya pasó el mejor verano.
Ya pasaron tantas cosas en vano que no quiero que dejes otra vez
que te pise hasta el que no te quiere pisar.
No hagas más como el agua sucia del mar,
que la escupe y la vuelve a tragar.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Del amigo a la amiga

-Mirá estos labios: me tengo que poner colágeno.
-No seas boluda, otra vez lo mismo. Tenés un cuerpo y una cara perfecta, no jodás.
-Vos decís eso porque nunca me miraste de cerca. Yo todas las mañanas mientras me cepillo los dientes me encuentro diez mil defectos.
-Seguro.
-Ay... vos no entendés nada.
-Tonta eh, tonta. Yo todas las mañanas apenas abro los ojos porque así es más fácil encontrar uno o dos atributos que me ponen contento y me levantan el ánimo. ¿Para qué defectos inexistentes en ese cuerpo de diosa que tenés, boluda?
-... ¿Qué hay de malo que quiera mejorar mi cuerpo?
-Que primero: tu cuerpo no necesita ni veinte horas de gym por semana ni colágeno, segundo: que con sólo escuchar cómo te alagan los demás debería bastar para tener buen ánimo. Y listo, basta. La próxima vez que te mires al espejo ponete contenta de tener labios finos (o peor, de no tener labios como morrones) y no me rompas las pelotas, ¿querés?

Testamentus

Esto es mi testamento para cuando sea alguien viájado, léido, fámoso, millónario y feliz: si muero sin haber publicado algo escrito y terminado, mis herederos tendrán que hacerlo editar a la fuerza, carajo. Y si muero con algo escrito por la mitad: ¡más aún! Deben hacer publicar las cosas inconclusas, pero sin concluírlas. Siempre tengo dando vueltas algunita línea que trata de cada perra historia: eso deberá ir como conclusión.
Cuando sea un escritor próspero y auténtico, mi regalo póstumo va a tener que ser incentivar al máximo la imaginación ajena: mediante historias inconclusas.
Tan inconclusas como todo lo que está en este blog.


Y si te como a besos (tal vez) la noche sea más corta (no lo sé, no lo seeeé).

Recordé de qué manera posteaba mil cosas por día: escribía cada mermelada boludés.

martes, 8 de diciembre de 2009

Caharuh con Aulil

Aulil era una persona triste sin cabida a la duda. Sin novios ni aventuras por más de veinticinco años, llegaba a su cincuentenario sin esperanzas de pasar otra Navidad en el Banco. Aulil trabajaba en el Banco Nación sobre calle Padua desde que le empezó a desaparecer el acné, y seguía allí y seguiría allí. Había visto toneladas de desempleados en varias crisis nacionales y sin embargo su superficial amistad con el gerente (amistad basada en fealdad mutua y pena profunda por Aulil) la mantuvo siempre en su caja, detrás del vidrio, con los codos sobre el mármol, sentada en un taburete de funda roja. Todo el mundo la conocía, los viejos clientes y los viejos empleados, el viejo policía y los verduleros de la otra cuadra, donde Aulil pasaba siempre al salir del Banco.
Pero otra Navidad como voluntaria recluida en el Banco no. Otra vez la dejarían a ella cerrando las cajas, cerrando las cuentas, cerrando todo, sola, sin llorar pero sola. Le delegarían por única noche todas las responsabilidades y lo haría todo perfecto. Esta vez haría todo perfecto.
Firmó las últimas cosas por firmar, celló, pegó, dobló, cerró cajones. Cerró cajas y, tras echarle un último vistazo a los locales por cerrar de la calle Padua, bajó la cortina metálica. Y cerró la puerta desde adentro. Apagó las luces y el polarizado de los vidrios la envolvieron. Caminó con melancolía injustificada hasta su taburete y se sentó en él. Sacó un Phillip Morris del bolsillo, dispuesta a fumarlo, pero se arrepintió. Hacía catorce años no fumaba, no quería que hubiera sospechas sobre el tabaco sobre su muerte. Desde donde estaba estiró la mano y tanteó el sitio de su compañera y abrió su cajón para guardar los cigarrillos robados. Después se desperezó y cuando volvió a buscar en su bolsillo la cajita con la píldora, escuchó nudillos contra el cristal.
Era un niño rubio y hermoso, un querubín extraviado en Navidad, con párpados de haber llorado y sonrisita de que ve las cosas mejorar. Sin más lo hizo pasar. Y el niño la tomó de la mano, la llevó hasta su taburete y amablemente le pidió que se sentara.
-¿Qué buscás, querido?
-Unos cigarrillos -dijo Caharuh, inocente, sacando los Phillip Morris del cajón de su compañera y sentándose en el taburete de al lado-. Tomá, fumate uno -ofreció.
Y luego, cuando Aulil prendía el cigarro, temblorosa, creyendo ver al ángel de la muerte en vez de al cupido hermoso, Caharuh se extendió sobre ella, como para darle un abrazo. Tenía los bracitos extendidos pero no hacia su cuello. Y ya sobre ella, mientras le sacaba la cajita con la píldora (mientras Aulil daba la primera pitara inconsciente), deslizó, a su vez, un objeto metálico, pesado y cargado dentro del bolsillo ajeno.
...

Espejos y relojes

En mi familia, especialmente en mi casa, siempre se habló del tipo del reloj. Mi viejo lo veía tan seguido que lo ignoraba, mi mamá hacía años que no lo veía, pero mi hermano todavía cada tanto lo volvía a ver. Mi hermano decía que el tipo del reloj actuaba como un espejo que tiene un gran imán atrás, y nunca entendí a qué se refería porque yo nunca lo vi al del reloj. Y porque mi hermano siempre demostró estar un poquito chapa.
Sin embargo ayer el tipo del reloj me hizo una visita. La describo de forma rápida para no volver a sentir el pánico que me dio: eran casi las nueve de la noche y ya estaba todo oscuro afuera, las luces de la calle estaban prendidas. Estaba muy nublado y el cielo tenía aspecto de invierno triste, aunque ya es primavera. Entonces estaba yo saliendo del baño, con el mp4 en las orejas escuchando Bitter Sweet Symphony una vez más, cuando al llegar a la cocina lo vi. El tipo del reloj (le decimos así porque tiene un suéter de lana con un reloj dibujado en el pecho, al estilo Dalí) estaba afuera de la cocina, mirando hacia adentro por la ventana del costado. Se le veía desde la cadera hasta la cabezota enorme que tiene, toda despeinada. Fue un instante que lo vi y me horrorizaron sus ojitos perdidos y celestes, que no saben lo que miran ni qué buscan. Creo que fue un segundo. El mp4 se apagó de golpe (se le terminó la batería, juusto de casualidad) y yo reaccioné con un respingo. De un salto estuve junto a la puerta que de la cocina da al patio interno, y con fuerza la abrí. Hizo mucho ruido, como siempre que se la abre rápido; y de cinco pasos estuve afuera, junto a la ventana de la cocina, donde había estado el tipo del reloj. Pero ya no estaba más, ni rastro de él. Con el corazón todavía retumbando chequeé el mp4 y vi que la batería estaba agotada, y me quedé tranquilo. Después de todo nunca había hecho nada malo el tipo del reloj... Suspiré y di dos pasos más, hasta quedar en el exacto lugar donde había aparecido el tipo. Levanté los ojos y lo vi, así como me había visto él a mí, adentro de la cocina. Estaba con su suéter desteñido y sonriendo, los ojitos celestes le brillaban de alegría enfermiza: había encontrado lo que buscaba.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Coleccionables


Vías 3 (1 y 2 son iguales eh).


Senderito al costao 'el muuundo por ahí eh de andar, buscándome un chumbo, ser manco en esta sociedad... el tuerto es reeey... (pau pau... parara, ¡pararaaá!).

Crónica de hoy

Hace varios días pasa lo mismo: duermo mucho y al momento de despertar sigo acostado una hora más. Una modorra falta me acosa. Luego me levanto de golpe y sin pereza, enérgico. Desayuno alegre y empiezo la primera labor del día. Entonces en menos de media hora vuelvo a quedar en estado vegetativo. Cansado, aburrido, inanimado. La cabeza me pesa, el cerebro descansa entre algodones craneanos, las manos tienden al suelo, las rodillas se doblan en busca de un asiento. No sé si puedo seguir viviendo así.


Hay peras acarameladas, hay padres que ya no se aman, hay cosas que no son exactas ya vas a aprender.

sábado, 5 de diciembre de 2009

La cara de toda la gente que nos cruzamos

Mediante canciones y películas y cuentos y novelas y historias que te cuenta la gente o tu propia imaginación podés hacerte una idea bastante precisa de cómo se siente tener una relación amorosa con la chica/el tipo ideal. Podés sentir la voz y la piel y el pelo y el perfume y las yemas de los dedos y el espacio físico de su cuerpo y su ropa y el maquillaje y cómo se descalza y los chistes que hace y su manía de apoyar su nariz en tu cachete y el sonido de sus pasos en la vereda mojada y cómo señala a la gente graciosa y la forma en que habla de su familia y sus pestañas y su llanto con hipo y su primera cana desubicada y sus sueños de irse a vivir al sur. Podés estar seguro de cómo es todo eso incluso de cómo te sentís después de que cortaron y la extrañás y creés que no vas a volver a respirar nunca más el mismo aire. Lo tenés todo perfectamente teñido pero eso nunca deja de ser una fantasía y lo recordás cada tanto. Y esperás con ansias y miedo al día que esa relación amorosa y esas manos que se agarran de tu manga no sean imaginadas y puedas sonreír sin mentirte.
Entonces vas a haber olvidado las fantasías y no las vas a poder recordar por esfuerzo que hagas porque el amor que te infló el corazón sacó todo lo anterior y no tiene espacio para lo demás. Y lo vas a haber olvidado ya. No vas a poder comprar.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Norita viaja en tranvía

Victorino de la Plaza hizo varios avances en el siguiente año. A parte de la estategia de pagar por las trenzas rojas, por diversas fuentes y medios se publicitaron los tatuajes. Y desde entonces hordas de jóvenes bavianos, varones y mujeres, acudieron a casas de tatuadores para estar a la moda. Esos tatuajes, escandalosos al principio, al cabo de los meses perdieron su sentido (incluso para los mulanos heroicos) y bavianos y mulanos se fusionaron cada vez más.
Para entonces a Norita no le quedaban más que dos trencitas rojas. Sabía que pronto se quedaría sin dinero. Entonces no le quedó más remedio que resignarse: una semana atrás había abierto, sobre Córdoba y Esmeralda, un pequeño restorán, el Bar Castelar, atendido exclusivamente por mulanos conversos; y otros locales lo habían emulado. Norita sabía que llegaba el turno de conseguir un trabajo, como todos alrededor de ella, como los bavianos, como los niños y las niñas de menor edad, como todos los ciudadanos de la nueva Argentina. Resignada le preguntó al verdulero cómo llegar al Bar Castelar y caminó hasta la parada del tranvía. Llegó, vio subir gente y, atemorizada por el sonido vibrante, se subió de un golpe. Allí adentro se sintió apretada y asfixiada, rodeada de esa vibración de transporte, y presa de pánico se acurrucó en un lugar oscuro, ignorando las risas de los demás. Entonces oyó que alguien le quería cobrar un pasaje. Y Norita, colorada, asustada, indignada de que la tuvieran que ver así (¡a ella, hija de mulanos heroicos!), asintió quedamente y sacó las tijeras. Inmediatamente a su alrededor se despejó un círculo temeroso, pero Norita, simplemente, cortó la anteúltima trenza y la ofreció, sin levantar la cabeza, escondiendo sus lágrimas, al cobrador del boleto.


Sí, hace rato no se sabía de Norita, así que por acá les dejo link a sus andanzas ulteriores.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Caharuh con Emila

Elima veía pasar trenes y trenes, sentada en la estación. A esos arsenales humanos, Villa Luro aportaba muy pocas municiones. Elima era una sombra oscura sobre un banco en la estación más sombría de todo el recorrido. Los pasajeros apenas si miraban afuera al pasar por Villa Luro, y si alguien detenía un segundo su vista en Elima no vería más que otra penélope, otra mujer triste y caída envejeciéndose en la estación fantasma, otra alma sin salvación, otra araña enclenque sin boletos para salir de su telaraña.
Y prácticamente así era Elima. A lo largo de los doscientos metros de la plataforma de Villa Luro (nadie sabía por qué doscientos metros) había por lo menos otras siete u ocho víctimas llorosas que veían pasar trenes. Todas esas penélopes habían visto a alguien querido subirse al tren y no volver. Y todas ellas sabían (si no lo no estarían allí) que ese ser querido jamás volvería. Todas esas mujeres marchitas como rosa patética que se seca dentro de un libro apolillado, todas esas ancianas de ropas cubiertas de polvo y humedad, todas ellas no esperaban al amor perdido o al hijo arrebatado, sino la muerte. Pero Elima no, Elima esperaba a alguien que jamás había visto antes.
Elima tuvo un sueño diez años atrás. Soñó que un hombre con traje negro bajaría del tren y la haría su esposa. Sabía con certeza que era sólo un sueño y que su carga de premonición podía ser nula, pero aún así no tenía nada mejor que esperar.
Entonces un día el tren, como de costumbre, frenó en Villa Luro. Era de noche y por prudencia los pasajeros decidían mirar el piso o las luces del techo, a su acompañante o sus bártulos. Bajó un muchacho del tren, pero más que un muchacho, entre tantos fenómenos, parecía un angelito o un cupido disfrazado. Bajó casi a la mitad, y caminó con aire despreocupado entre varias penélopes como si ni las viera. Se detuvo frente a Elima y la miró, como diciendo con los ojos ¿y, qué esperas?
-Soy Caharuh -dijo desenfadadamente-. Y sé lo que esperas...
-Lo que espero -preguntó Emila, despertando su voz-, ¿se cumplirá?
-No sé decirte. Pero tengo esto -agregó, y fue acercando su cara a la suya con lentitud y conteniendo una risa, con la expresión clara de quien no va a dar un beso, sino algo inesperadamente más bello. Sus dos manitas, entrelazadas bajo la espalda, se retorcieron de alegría.
...

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Plantita rodadora VIP

Hace tiempo esto no se daba pero ya encontró lo que buscaba.
Suficiente espacio vacío para rodar haciendo lío:
deambule tranquilita que por ahora nadie mira,
haga porquerías que total... total... tal.


Esta es la entrada 500 me tira el bloggo.
Nada mejor que una planta rodadora para celebrarlo.
-Pamplinas...

¡Serpentinas!

A life that's full

-No llores por nadesas -me dijo el linyera, y creí odiarlo esta vez mientras me hablaba desde sus cartones-. No te amargues por sus aires de grandeza. Lo importante es lo bailao. Lo importante es saber que se tiene (o se tuvo) una vida llena. Eso es lo que cuenta, con llanto ma sin llanto. ¡Míreme a mí sino! Tan vacía siento mi vida, tan llenita de nadesas, que cada tanto me dan ganas de matarme la cabeza (ignorando la ironía, amiga mía). Vaya y siga caminando -aconsejó al final-, que donde está me tapa el sol. Vamos, amigo: andando.

martes, 1 de diciembre de 2009

Coleccionables

Techito casita.

Hay una teja en mi casa que dice 43 con una mancha de musgo o líquen o lo que caca fuere. ¿Satélites, Kevin Johansen, CIA, FBI, el kraken, Jack Johnson, Walt Disney, la InterPol? ¿Quién puede saber? Yo por las dudas no la toco, que no sospechen de mí.

Pisacelera

Qué rápido pasa el frío y
qué veloz llega el invierno.
Qué parpadeo oculta incierto
el momento de caer las hojas,
caen pétalos y brotan
pimpollos y pichones muertos.


Y por ahí daba para más, pero se me pasa volando y quiero hacer otras cosas. Ahora que volví a Cimbaderos, obvio que a Cimbaderos.