miércoles, 22 de abril de 2009
Tiene barba blanca hasta el pecho
Es un viejo que acarrea una bolsa de arpillera llena de trastos desconocidos. Mide un metro sesenta erguido, pero la joroba le da forma de L (dada vuelta) y necesita un bastón para no caerse. El bastón está viejo, desteñido, con astillas y sin mango, pero le sigue sirviendo. Sus botitas veinteañeras le abren paso a los dedos y ha reemplazado sus cordones por cintas scotch. Los pantaloncitos grises van raídos por la mitad de las pantorrillas, y el chiflete que entra por allí es frenado recién a la altura de los muslos por el abultado calzoncillo de tela vieja, sucia y llena de bollitos de papel de diario. Viste también con una o dos musculosas, tan transpiradas que se incorporaron a su piel, una remera vieja de algún basquetbolista, un buzo estirado, un suetercito marca Lacoste, apolillado y con siete manchas de lavandina. Arriba de eso una o dos camperas rotosas, dependiendo si es verano o invierno, y finalmente su conocida bufanda escocesa, su boinita de lana bordó y sus anteojos sin cristales.
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