domingo, 21 de diciembre de 2014

Como vos sabrás

Hay momentos en lo que sólo queda dolor. Un dolor casi insulso, un esqueleto reseco sobre el pasto que creció gracias a la descomposición de todo el resto que ya no está.
Un dolor que no duele, pero pesa.
Un dolor que quema. Un dolor que de improvisto puede explotar. Un dolor que consume vidas enteras, un dolor que marchita.
Un dolor que aprendí a besar.
Y no fue más dolor.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Gargantas secas

Como se disfruta un nuevo manjar, simple y sabroso, un único sabor que desconocíamos y que permanece en la boca mientras extraemos una mayor comprensión con cada masticación y se acentúa nuestra afición con cada gota de saliva segregada.
Como se deleita el oído y la piel con las notas precisas de una canción, no demasiado elevadas ni prolongadas, sino justas acertadas, perfectas.
Como se extasía la vista y se seca la garganta ante la pintura que tiene cada pincelada meditada y ejecutada con una osadía siempre joven.
Así, como eso, siempre vos, lográs eso.

Tanta honestidad

Cuando llegamos al grado de intimidad en el que pude decirte que me encantaba la forma en decías "ps", tan gutural y afrancesada a la vez, y entendiste por qué me sonreía tanto cada vez que hablabas de algo hispter. Cuando llegamos al nivel de sinceridad en el que pude hacer referencia a la partitura de lunares de tu espalda, mientras mi dedo batuta dirigía la orquesta entre omóplatos. Cuando alcanzamos el estado de desenfado en el que me permití reír infantilmente de tu ridícula forma de girar la cabeza cuando te mirabas en el reflejo de las ventanillas del colectivo.
Ahí. Ahí debí haber intuido tus intenciones de escapar de mí. Ahí debí haber parado. Ahí debí haberte dejado, yo a vos, con tus hispters guturales, con tus lunares corcheas, con tu flequillo colgando, con mi demonio galopando alrededor.

miércoles, 2 de julio de 2014

Fichizeiru (inicio)

"Veía las nubes grises y aburridas y buscaba un pedacito de cielo celeste en un agujero entre las nubes. Pero hacía como un montón de minutos había visto el último y después nada. Qué flacidez, pensé para mis adentros, y dudé sobre si había usado bien la palabra flacidez.
Inestable era otra palabra que me traía problemas ese día. [...]"

Así empieza Fichizeiru, al que recién terminé de escribir, en la Biblioteca Pública de Manchester Street, Christchurch, Nueva Zelanda, después de aproximadamente un año de parto. Primer tomo de la futura saga de las aventuras de Eduardo Lowry, espejo inesperado de algunas complejidades de mi infancia. ¿Satisfecho conmigo mismo? No del todo, pero más de lo que esperaba.

miércoles, 11 de junio de 2014

Desarrollo de la Mala Espina

Es algo parecido a un calambre que nace en las rodillas o en la ingle, y es diminuto, un filamento acalambrado que sube hasta el esternón y hace temblar el estómago casi como el hambre extenuada. Hay un momento en la vida en la que se empieza a hacer presente, y se hace frecuente, y se vuelve reconocible. Puede suceder cuando uno es chiquitito o cuando es viejo ya. Es una intuición. La mala espina. Antigua consejera, oráculo repentino, amante de imprudentes y tirana de cobardes. No hay que temerle, sino mirarla como a un estornudo o un dolor de espalda, agradecerle, y tratar de respetuosamente ignorarla.

jueves, 20 de marzo de 2014

A Quai

Que la realidad no siempre se siente. Que lo inminente a veces se oculta a sí mismo. Que el cambio más drástico de tu vida puede pasar desapercibido en el tacto de las sábanas húmedas de todos los días, en la forma de ponerte las zapatillas, casual, como de costumbre, en el acto de cepillarte los dientes. Es como si el cambio todavía no estuviera ahí. Como si los copos con leches de esta mañana de víspera tuvieran el mismo sabor de los mil que los precedieron. Como si un día fuera igual a los demás, a pesar de que se sabe que mañana va a ser distinto. Se sabe, pero no siempre se siente. Lo contrario a una premonición. El gesto cotidiano permanece indiferente.

lunes, 17 de febrero de 2014

Necesito alejarme de todo eso

Vuelvo a tomar el colectivo de las seis y media de la mañana y encuentro las mismas caras que cuando empecé a viajar solo al colegio en tercer grado. Las mismas pero con barbas, canas, maquillaje. El mismo flaco (ya no flaco) que corre porque se quedó dormido, el viejo que para el bondi desde el puesto de diarios, la mujer con el mismo uniforme de secretaria, esa flaca que recuerdo con el buzo de egresados de séptimo y que ahora lleva a su nene con su buzo de egresadito. Vuelvo a tomar el tren que no tomo desde hace cinco años y encuentro a las mismas personas, los mismos guardias, los mismos pasajeros que suben y bajan en las mismas estaciones, las mismas publicidades en los boletos del mismo color.
Pesan demasiado, me hacen doler el cerebro. No sé si ellos son incapaces de registrar los rostros y las costumbres como lo hago yo o si simplemente sus cerebros no les duelen de hacer lo mismo tantos días tantos años seguidos, pero yo no puedo más. Necesito alejarme de todo esto.

miércoles, 12 de febrero de 2014

No importaba

Tengo un recuerdo muy viejo. El primer recuerdo que tengo yo. Estaba sentado en el sofá, sacando relleno por un agujero del almohadón. No hacía nada en particular, no sabía que el tiempo ya contaba ni me importaba. No sabía casi nada y no me importaba, sacaba gomaespuma y la tiraba. No sabía que estaba mal ni me importaba, fuera del sofá y donde mis pestañas vagaban, no existía nada. No sabía que me iban a castigar ni me importaba.

martes, 11 de febrero de 2014

Con días de tanta lluvia

La pileta reverdece como una Alaska en primavera.
Se marchitan los paraguas,
se humedecen las cortinas,
se enmohecen los abrazos.

martes, 21 de enero de 2014

Tu muerte en prosa

Me pasó el libro con cuidado, como si fuera una taza hasta el borde, y me dijo que probara. Yo probé: abrí una página cualquiera (ciento ochenta y seis), le pequé una ojeada, metí el dedo y cerré y volví a abrir.
Era otra página. Antes había un diálogo entre dos lechuzas de campo sobre un granjero malo, ahora había un resumen de la Segunda Guerra Mundial, del Marne y París. ¿Qué onda?
Me sonrió por arriba del libro, no necesitaba decirme "te lo dije" en voz alta.
-Una vez que lo abrí -añadió-, leí ahí mismo que si lo abrís seiscientas cincuenta y cuatro veces, vas a poder leer tu propia muerte.
-¿En serio...? Ya voy dos. Tres, cuatro, cinco...

domingo, 19 de enero de 2014

Buenos Aires, país tropical

El sol se mete vertical en la pileta como si fuera aire, transparente y embriagado en burbujas doradas. Las chicharras cantan a medianoche. Una tormenta de primavera mojó el paisaje y se evaporó. Una bandada de pájaros migrando hace muchedumbre en las copas de los robles, y en la vereda la gente se apresura para esquivar las cagadas. Un trapito se sienta en una sombra, no hay autos. Una luciérnaga solitaria consiguió compañía después de una semana, ahora pasean por el jardín. Mi dormitorio permanece cerrado, hasta que por capricho lo dejo respirar, cuando llueve, sólo cuando llueve. Mi sonrisa se endurece en el dolor hasta que la dejo respirar, cuando llora, sólo cuando llora.