domingo, 14 de junio de 2009

Sentir como se debe

Era un día cálido de invierno, de esos que ahora con el calentamiento global y el efecto invernadero son más comunes, y el nieto se encontró con su abuela. El nieto llevaba puestos pantalones largos y una remera, más que suficiente para ese día; pero la abuela tenía musculosa, camiseta manga larga, polera, suéter, chaleco y campera: ¡al fin y al cabo era invierno!
Cuando se cruzaron, la vieja le dijo al niño: abrigate vos, te vas a resfriar. Ante esto, el mocoso le respondió con algo de descaro: vos sos la que está demasiado abrigada abuela, yo estoy bien. Y después concluyó: lo que pasa es que los viejos se acostumbraron a usar mucha ropa, y ya no sienten ni la temperatura real, ni nada. Si salieras un poco de todo ese abrigo que te ponés podrías descubrir que acá afuera hace calorcito.
Pero a la abuela le costó mucho hacerle caso, pues tenía miedo de descubrir que, abajo de su ropa, su piel se estuviera pudriendo.


Y son marcianos, sin ser campeones, son alfajores con alados dedos de algodones.
Se derrumban, después no vuelven, te dicen chau y hacen lo que siempre hacen siempre.
¡Y no, no, no no no, no quiero más, sopa no más más!
¡No quiero más, saber más de acá, no quiero más, de ella vayan todos a cagá!
¡Chachachá!

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