martes, 23 de junio de 2009

Dilemas

Saber cómo va a seguir, pero hasta ahí nomás, no más de un capítulo; porque cuando lo estás terminando ya sabés cómo empieza el siguiente, y después cómo continúa. Pero de repente cerraste una situación, diste una pausa necesaria, y te quedaste en bolas: ¿cómo lo sigo, cómo lo engancho con esto otro, que viene dentro de dos capítulos, mínimo, qué puede pasar para que haya una nueva lucha, para que descubra que este tipo es el traidor? Te pasás un par de días sin escribir casi nada, con una hoja con la línea de tiempo llena de acontecimientos totalmente inconexos, buscándoles conexión. Y entonces llega la que se había ido: en un día adelantás el trabajo perdido, tengas parcial, tengas cumpleaños, llueva o truene.
Y hoy, sí madam, entré en el capítulo ocho del tercer tomo de Cimbaderos sabiendo cómo va a continuar, pero no cómo va a terminar. Qué alegría, ¿no? Brinde conmigo, por favor.

Ah, también descubrí la respuesta a mi intriga: debe ser un problema referido a los bastoncitos y esas otras células del ojo. Unas permiten captar luz diurna, otras nocturna, o similares. Hagan lo que hice ayer: viajé de Ciudadela hasta Caballito con un ojo cerrado, y al abrirlo ¡oh, voilá!, un ojo tendía al verde, el otro al rojo.
Rojo y verde... qué combinación de mierda.

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