jueves, 18 de junio de 2009

La Vieja Cartago

Lord Carnarvon iba a toda vela en su rastrillo mecánico, surcando los médanos que sepultaban la Vieja Cartago. ¡Yeah, arre, iouhou!, exclamaba alocado mientras el veloz viento desértico lo impulsaba a velocidades imprudentemente excitantes. Tenía mucha prisa, pero más allá de eso disfrutaba enorme del viaje. ¡Arre, iouhou!
Comenzó a desacelerar al ver, tras la cresta del último médano, las excavaciones en las que su fiel Carter estaba trabajando desde hacía siete años. Gracias a su ingenio y el esfuerzo de doscientos treinta chinos, ya el templo de Puntacara estaba al descubierto, como en viejos tiempos. ¿Para eso lo había llamado Howard? ¿Para que viera otra vez el maldito templo que lo haría famoso si es que, como él sospechaba, encontraban al fondo el cofre con las ciento diez piezas de oro que ofrecían a la diosa anualmente? ¿Para eso la prisa?
Pero no. Apenas estacionó su rastrillo mecánico junto a una columna lotiforme, cuidando de que las cuchillas inferiores del aparato no rasguñaran la roca del piso, se encontró con un chino emocionadísimo que lo condujo con apuro a la parte posterior del templo. Allí vio Lord Carnarvon una pequeña pirámide, de un medio de lado en la base, que salía del suelo. Alzó la vista y vio montones de esas pequeñas pirámides. ¿De qué se trataba eso? El chino lo condujo más allá, donde habían profundizado las excavaciones. Y vio que, treinta metros bajo el nivel del piso, se erguía un enorme obelisco ocre... ¿Cada una de las pequeñas pirámides era la punta de un obelisco, entonces?
-Sí señor -le respondió Howard Carter, ansioso y estrujando su sombrerito de paja entre las manos-. Pero eso no es todo... Mire aquí, estos jeroglíficos... ¿aprendió a leer jeroglíficos, señor? Ah, bueno, pues lo que dice este cartucho es, simplemente, "Hengis Khan I". Gengis Kan, señor, Gengis Kan Primero... Y aquí está él con un ank en la mano izquierda y la Perla de la Sabiduría en la mano derecha. Mano derecha que tiene sólo cuatro dedos, señor... Por eso lo llamé, creo que es urgente: estamos prontos a hallar el Loto del Mundo, estoy seguro de ello… Deberíamos comunicárselo a Bonaparte cuanto antes, señor. Estamos ante algo grande.

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