miércoles, 10 de junio de 2009

[Pedazo]

Cimbaderos III, capítulo 4: Erdinos

[...]En el pueblito había cuatrocientos hombres apiñados y bien armados, con cuatro catapultas de cataplasmas y suficiente comida como para aguantar tres semanas. Actas pensaba quedarse allí a esperar alguna noticia de Lmara, pues no podían adelantarse más sin entrar en los peligros del enemigo, el desierto y el hambre. Imprio había ido a visitar una aldea vecina, debería volver esa misma tarde, ojalá con alguna buena nueva.
-Cuánto... -suspiró Actas, secándose la frente con su pañuelo rojo-... cuánto calooor...
El aire de las dunas estaba pesado, cálido y denso. Corría una brisa mínima que no alcanzaba a agitar las plumas de los gansos que, sobre un murallón, glugluteaban burlándose de los camellos. Aunque se había acostumbrado mucho, ese calor lo mataba, desde pequeño había odiado ese tipo de clima.
Actas había sido ascendido a suboficial en su última batalla, junto a Imprio, y gozaban de ciertos placeres: tiempo, una cama (debían sacar turnos, pues había sólo cinco en la aldea), agua, faisanes y estar lejos de las trincheras. Le agradaba no ser un cabo raso, pero mucho más contento estaba al no ser responsable de la vida de mil hombres y de la defensa de Neorkraton contra los nánnumas. Allí, en esa torreta de vigilancia, Actas se encontraba a gusto, como no lo había estado desde que salieron de Casabún. Podía pensar en Barda, en el Cimbader, en su vida de Mariposa... Con amargura y gracia se preguntaba constantemente cómo había sido tan, tan idiota.
[...]

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