lunes, 15 de junio de 2009

Mi amigo el lápiz

Las amistades pienso que son como lápices: algunos lápices sirven para escribir, para hacer planos trazando suavecito el papel, para sombrear, para mamarrachear todo. Algunos son cortitos y al sacarle punta un par de veces ya no están más, no se pueden agarrar para usarlos. Otros son largos, nuevitos y hermosos (pienso que los amigos ideales serían lápices eternos). Como los lápices, algunos amigos nos dan ganas de hincarles los dientes. Y también, como las amistades, los lápices pueden resistir mil caídas, golpecitos y percusiones sin mayor daño aparente, pero cuando les vamos a sacar punta de pronto el grafito en su interior está todo fracturado y, al apoyarlo contra el papel, la mina se cae. Y no sirve más, le saquemos toda la punta que queramos.


Es predecible pero inevitable: cuando corro cuesta arriba hacia la piedra gigante dispuesto a embestirla y sacarle sangre, y de repente veo que la piedra desapareció, es como encontrarse en medio de un desierto, sin camino atrás, sin camino adelante o a los costados. Es también como si la piedra gigante apretara el pecho pero se pudiera cargar plácidamente. Puedo caminar en la dirección que quiero, pero no veo nada hasta los horizontes, y todo da igual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A ver qué tenés para decir...