domingo, 10 de mayo de 2009

Sobreponer

El linyera aprovechaba el silencio de la madrugada sin estrenar para liberar su pis a sus anchas en la plaza. Cuando pasé por su lado vi que, divertido, dibujaba una cara feliz con el chorrito, al lado del banco. Al notar que yo desaceleraba a su lado, terminó su obra y se tornó hacia mí, sin subirse los pantalones.
-¿Sabe que desde el período Magdaleniense, hace unos diecisiete mil años, el hombre utiliza la pintura como representación? -No atiné a decirle que no, me agarró desprevenido y era temprano-. Y es gracioso: aún no hemos salido de esa etapa que comenzó con cavernícolas pintando cavernas... ¿Le gusta mi dibujo? Infantil, ¿no? Y es gracioso, porque tampoco yo salí de la infancia en mi vida. Y usted tampoco, ¿o me equivoco...? ¿Alguna vez se supera lo que ya no vemos, lo que dejamos atrás...? ¿Alguna vez nos sobreponemos de las cosas que nos pasan...? Y sí, así de esa forma nos parece que las cosas están olvidadas, cerradas y conclusas, ¿no le parece? Pero no, ese no es ese el verdadero significado de sobre-ponerse, ¿cierto? ¿No estamos sobre nuestra infancia, sobre las pinturas en las cavernas, sobre nuestro pasado? ¿Y así todo desaparece?
Fue la primera vez que le sostuve la mirada tanto tiempo.
La madrugada se ensuciaba rápido y seguí mi camino sin decirle nada más, dejándolo con su pito afuera, que terminara lo que tenía que hacer.

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