Por primera vez me encontré con el mendigo en el colectivo. Yo estaba sentado y él, al subirse, me vio y contento se sentó a mi lado. Yo ya me estaba preguntando si pedía tantas moneditas sólo para viajar en colectivo cuando me dijo:
-¿Ve? Una de las ventajas de ser mendigo y saber pedir con paciencia son las cosas gratis: hoy viajo gratis, y lo disfruto más que usted, ¿no le parece?
Le sonreí compromisamente y miré por la ventana, deseando que el viaje se hiciera corto y el olor no se impregnara en mis mucosas.
-Bueno, será un viaje corto por hoy -dijo, tal vez adivinando que molestaba, tal vez ya saciado de velocidad-. Nos vemos la semana que viene, y recuerde señor: hay que manguearle a la vida sin temor a que luego pida retribución. Y cuando la vida le conceda algo bueno, compártalo con quien no tiene, así cuando llega la hora de pagar será feliz al menos. ¡Parada, chofer, por favor!
domingo, 17 de mayo de 2009
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