sábado, 19 de septiembre de 2009

Penas, angustias, III

Esta pasó hace pocos meses. Era invierno ya y hacía frío y llovía con mucho viento. Volvía de la facultad y mi papá me estaba esperando en la parada del colectivo con la camioneta para ahorrarme la posibilidad de un resfrío. Me subo a su lado y le digo que espere un par de minutos, que en el colectivo que venía atrás del mío podía venir mi hermana. Pasaron pocos segundos y el Tuqui, un vecino conocido y más bueno que miguita de pebete, pasó camino a la parada de colectivo con su paraguas. Yo lo saludé, él a nosotros, pero mi viejo no lo vio.
Entonces llegó el bus que venía atrás del mío, y se bajó una chica. Yo miré en la penumbra y pensé que podía ser mi hermana, pero no: era la novia del Tuqui. Al ver que no era mi viejo arrancó y listo. A una cuadra yo le dije: "No era Mar, era la novia del Tuqui." "¿El Tuqui?" "Sí, ¿no viste que nos saludó?" "Ah no, no vi. Lástima, podríamos haberlos llevado hasta su casa." Y así terminó la cosa, pero yo quedé con un remordimiento que se aferró de hasta lo unicelular que vive en mí: de haber hecho el comentario unos metros antes, les habríamos ahorrado esas horribles cuadras al buen Tuqui y su novia. No pude evitar imaginármelo, avanzando con su paraguas bajo la lluvia y el viento cortante, comentándole a la novia lo garca que era mi papá, que no lo saludó y que arrancó rápido la camioneta apenas ella llegó, para no llevarlos.

Si school rumble, facu no rumble. Quiero volver a la locura del school, que rumble. La facu no, no rumble (carita triste.)

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