viernes, 11 de septiembre de 2009

Agua viva

Hoy veía el uniforme militar de abrigo del tío, chorreando en la ventana. Increíble que esa campera y ese pantalón tan geniales soporten temperaturas frizadas y sigan así. Chorreaban en la terraza, colgados del cable, duchando el suelo rojo, brillando porque el sol brillaba. Junto con esos hilos de agua se les iba lavando la vida que guardaron con ellos, los campos que atravesaron, los lagos congelados, la sangre, el temor que se impregnó en sus fibras y su tejido. Ese agua que se escurría entre los pliegues y terminaba estrellándose como fuego artificial en la baldosa roja tenía fósiles de experiencias agonizantes.
Bueno, en realidad eran la campera y el pantalón de snowboard de mi hermano. Pero la poesía... la poesía...

Sé breve como si la vida perdida fueran los segundos de lectura, no las horas de pensamiento.

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