Raúl acomodaba ramas secas de Liquidámbar en la leñera tranquilamente. Le faltaba poco cuando entre las ramas ya acomodadas brotó, a la carrera, una hermosa araña negra. No era muy grande, pero era brillante y peluda, con patas fuertes, aterradora. A Raúl casi le dio un infarto, pero reaccionó y de un ramazo la mandó a volar. Le quedaba acomodar pocas ramas, pero fue un padecimiento: ante cada roce y cada frito de liquidámbar que se movía, Raúl tenía un espasmo que le tomaba manos, hombros, cabeza, lo que se viera afectado. Era el resultado del fantasma de la araña. Y lo acosó hasta que se fue a dormir la siesta.
A mí me encanta ese espasmo. Y me encanta el color del liquidámbar cuando está rojo, naranja y amarillo. Lástima que este año raro estaba mitad otoñal, mitad verde, mitad pelado y mitad brotando. No le pude sacar una foto.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
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