jueves, 3 de septiembre de 2009

A little bit of Sandra in the sun

No soy original al comprobar mil veces que la cama destendida (medianamente destendida) es más calentita que la prolijamente tendida. Tampoco creo ser original al pensar que dedico demasiado tiempo de mi vida a imaginar lo que en ella nunca va a ocurrir. Pero quizás sí soy más original cuando me pregunto cuándo fue que se hizo pasado lejano aquel tiempo en que lloraba por cualquier cosa, como por estar aburrido; aquel tiempo en que me sentía superior por contener el aire en la boca sin tener que cerrarla; en el que criticaba los monigotes de mis compañeros; en el que la mano de la maestra era tan suavecita que me daba confianza; en el que creía que los picaflores tenían hélices en vez de alas. ¿Cuándo fue que eso se volvió mi infancia, si yo recuerdo más o menos bien el día siguiente a que esas cosas pasaran, y el mes siguiente cuando mi mamá contaba lo que había pasado un mes atrás (sí, cuando rafa se colgó de la mano de la seño Marisa y no se soltó)? ¿Cuándo fue que mi mente lo archivó en un cajón de neuronas con el rótulo de "cosas que pasaste y pisaste", o "cosas que no van a volver ni a ganchos", "cosas que parecen de otra vida"? La vez pasada caminando hacia casa vi el estrecho espacio entre un auto estacionado y el portón de madera. Y decidí pasar por el otro lado, no jugármelas a que podía escurrirme entre el auto y el portón. ¿Tan viejo me volví?

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