martes, 1 de septiembre de 2009

De besos rosas y abrazos

Había un pibe muy despistado, pero no mala onda ni forro, sino despistado nomás. Era de esos que parecen tímidos pero que en realidad no ven cuándo tienen que hacer una cosa y cuándo no. Por ejemplo, siempre confundía las situaciones de dar abrazos y las de besar (es así que se chapó a su mejor amiga cuando le internaron al papá; y ni que hablar de cuando metía un gol en fútbol y le hacían el abrazo grupal). También, una vez, una chica muy, muy fea pobre, le quiso dar un beso y él la abrazó y se fue corriendo… pero esa vez no cuenta porque fue a propósito…
Después de salir a comer a algún lugar lindo o de ver una película con alguna chica, él tampoco sabía cuándo podía darle un beso en la puerta de su casa o su departamento. Había visto la película y sabía que si hacían sonar las llaves, era porque querían besos, cosa que en la realidad pocas veces pasa, e igual él nunca tenía idea de nada. Y es más, cuando se casó, de no ser porque el cura dijo puede besar a la novia, él se habría ido de la capilla sin dale el beso.

(sos osas azos)

-¡Juguemos a la canasta!
-¿A la canasta o al pinakola?
-A la canasta, acá están las cartas.
-Pero fijate que no sé si los dos mazos están completos, son las cartas del nono.
-Ahora me fijo. ¡Anahí, te juego una carrera a ver quién ordena su mazo más rápido!
Blum bururubún rasagabúm.
-¡Terminéé!
-Uh, por poquito...
-¿Saben algo...? Esas cartas estaban en ese orden desde la última vez que jugó el nono.
-Ah... Ahora no sé... no quiero jugar.
-¿Vemos una peli?

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