jueves, 5 de marzo de 2009

Prosa del desgarrado

El rasgado (desgarrado) del papel es algo bien conocido, un sonido común y a veces temido, pensé mientras revolvía el café, soplándolo. Pero no es tan frecuente, no es algo que se oye necesariamente todos los días. Sin embargo aquel rasgado, el de los sobrecitos de azúcar… es diferente. No cruje como cualquier papel, quizás por la delicadeza: al tomarlo con la punta de los dedos y jalar, con fuerza medida procurando que, el eliminarse la fuerza normal, no salte el azúcar en todas direcciones; eso le da un toque especial. Es suave, indecoroso, últimamente bastante plastificado, pero es un sonido apacible, tanto que desearía ser más goloso… Yo sé que, después de ese único rasgado de papel, se me enturbiará la saliva con el néctar matutino del snakbar.

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