domingo, 29 de marzo de 2009

Como soñar sin despertar

Hay un águila
revolcándose
y es dorada.
El polvo alrededor
y sus plumas
de oro
se embetunan con
su sangre.
Con un catalejo
se ven sus
entrañas
que comienzan a
brotarle del vientre.
A un costado,
las rosas blancas
que la hirieron,
ya marchitas,
retroceden cuanto le permiten
sus raíces
agarradas a las piedras.
Al otro costado,
un ratón asesino,
con dos peniques en
la boca, aguarda
su oportunidad
de devorarla.
Más lejos un cuervo rosado
llora mientras ríe
tras un pañuelo
de lunares: esperará a que
el águila suplique
para ir
a auxiliarla y
beber su sangre.
El águila
dorada
se revuelca y
agoniza a silenciosamente.
No se atreve a
gritar ni chillar
como cualquier
otro animal.

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