martes, 24 de marzo de 2009

Día de feria

Lo que me llamó la atención fueron esos heroicos ángeles de alas doradas y candelabros torcidos. Torcidos y desparramados, como un castillo de naipes un segundo antes de desmoronarse, torcidos y desparramados como si las velas no estuvieran hechas para soportar el peso de las lámparas eléctricas y los portalámparas metálicos. El lugar retumbaba y algunos profesores sabían lo que hacían. Había una especie de persona que tendría que haber sido fraile en El Zorro, pero que estaba allí, y un coro con un tecladito. Luego subimos, luego me quedé callado por horas, luego me fui. Y en el viaje leía Algunos no hemos muerto (qué libro largo).

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