Pasé apurado por la parada de colectivo y lo vi ahí. El vagabundo bailaba con ojos cerrados bajo la lluvia, desnudo y sonriente. Le apretaba tanto el cuero desnutrido que le iba a quebrar las costillas. Esta vez era mi oportunidad de enseñarle algo, pensé.
-Imaginar fantasías está bien –dije colocándole mi paraguas en su mano a la fuerza-, pero imaginar realidades hace mal.
Ahora cada tanto lo veo bailar tap con mi paraguas negro como bastón, desnudo y sonriente. Hay naturalezas que no pueden aprehender simples enseñanzas.
Para Rafa, mi más grande e insoportable admirador, y más enfermo y sonriente soñador que conozco.
jueves, 5 de marzo de 2009
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