jueves, 19 de marzo de 2009

Algunos no hemos muerto, Carlos M. Ydigoras

Sucedió anteayer. Sería entre la página 16 y la 32, no recuerdo bien, que encontré un pelo. El libro era Algunos no hemos muerto, Carlos M. Ydigoras el autor. Atravesando unos renglones en la página amarronada con su sencilla voltereta, un pelo molestaba la vista.
Rápidamente noté que el pelo no estaba suelto, pero tampoco adherido por ningún tipo de pegamento. Tan sólo era un compuesto más de la hoja: hacía muchos años, cuando fabricaban ese papel, alguien había perdido un cabello que había terminado allí. Ante mi vista.
Con cuidado, utilizando una uña mal recortada, me encargué de levantar una punta sin dañar el texto. Con menos cuidado tiré de ella, y el pelito se salió por completo, intacto, al igual que el papel.
Lo miré con cuidado. ¿Dos centímetros? Cuanto mucho tres. Y haciendo una espiral que casi daba la vuelta entera. Era grueso; no sé si sería del cuero cabelludo, más probablemente... un bigote.
Lo puse sobre una hojita blanca suelta y lo sujeté con un lápiz para que no se volara. Volví al libro y me fijé en las primeras páginas: no decía años. Fui hasta el fondo y leí: “Este libro se terminó de imprimir el día 20 de enero de 1957 blablabla...”. Lo cerré y me quedé varios segundos contemplando a mi amiguito, mecido por la brisa de la ventana abierta.
Aquel pelito era mucho más viejo que yo, y había sido parte de una persona. Había surgido de lo que esa persona había comido, había sido observado, frente a un espejo, por su propietario, ¡quizá hasta alguien lo había señalado por desprolijo, por pasar la raya!, y estaba allí... 1957. Probablemente fuera más viejo que mi mamá (que mi papá difícil). Era simplemente extraordinario.
Lo alejé un poco de mí, con respeto, lo puse al resguardo de la PC y seguí mi lectura (libro aconsejable la verdad).
Recién hoy me volví a acordar del pelito, pero la hoja había desaparecido, el lápiz que lo sujetaba había retornado a su lapicero ¿y el pelo? Mi olvido y mi descuido lo habían revoleado al piso, donde se había mezclado entre uñas, otros pelos menos dignos, y mugre, mucha e invisible mugre. ¡Qué triste final para ese hidalgo y bizarro cabello! Pensar que en la vida y la historia tantas veces pasa lo mismo...

1 comentario:

  1. Claro... pensar que pasa eso con tantas cosas en la vida, hay muchos como ese pelo...
    Pero que emocionante debe haber sido encontrar ese pequeño tesoro dentro del libro!
    Un abrazo Rafa :)

    ResponderEliminar

A ver qué tenés para decir...