sábado, 14 de abril de 2012

Nonita tijeras

-Jaja nonita, ¿quién te cortó el pelo? Tenés un tijeretazo más chanfleado que el bigote del tío...
La vieja se dio media vuelta y me miró perpleja, y mis demás hermanos me miraron desde atrás con pánico en sus caras y diciéndome en silencio que abortara lo antes posible... Pero parecía tarde.
-¿Qué cosa, qué tengo? -preguntó, casi ofendida. Siempre había sido una coqueta y decirle que tenía mal aspecto era más insultante que tratarla de vieja gagá.
-¿A ver? Dejame ver -dije, obligándola a darse la vuelta otra vez. Tenía un corte en diagonal a mitad de la nuca más visible que la muralla china-. Ah no, me confundí, no es nada -mentí, haciendo como que le arreglaba el pelo-. Te debió quedar así desde la mañana, se ve que no te peinaste bien hoy...
-Ah, puede ser, no me puse los anteojos apenas me levanté como suelo hacerlo.
Y ahí quedó el tema, o eso pensamos todos. La verdad es que la nona, cuando volvió a su casa, fue derecho al baño y prendió la luz, agarró el espejo de mano y se lo puso atrás de la cabeza para verse la nuca: ahí estaba el tijeretazo. Tendría ochenta y nueve años, pero nunca era tarde para aprender que no se puede criticar a la peluquera mientras te está cortando el pelo. La próxima vez tendría más cuidado.

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