lunes, 30 de abril de 2012

Hola señor colectivero

Uno evoluciona. Uno evoluciona, y sus relaciones con las cosas también. Por ejemplo, vamos a analizar cómo se relaciona uno, a lo largo de su vida, con el colectivero. Me pongo a mí de ejemplo: de chiquito viajaba con mi mamá, ella hablaba y pagaba, yo colgaba de su mano, ni enterado de nada. Cuando a los ocho empecé a viajar solo al colegio, me subía, mostraba bien alto mi pase escolar, mirando directo a la cara huraña, barbuda, mal afeitada, raramente alegre del colectivero, para asegurarme que viera mi credencial, y me ponía en puntas de pie para dejar caer los diez centavos. Cuando era secundario ya estaba más canchero y decía en voz media: secundario. Cuando empecé a ir a la facu, le agregué un hola adelante: hola, uno cincuenta. Después un por favor atrás, así: hola, uno cincuenta porfavór. Con un dejo de pregunta en las últimas sílabas.
Hoy en día me subo tranqui, lo miro francamente al flaco, saludo con un buenos días, titubeo: eeeh... uno diez, por favor, tan amable. Y si me bajo por adelante, lo saludo con un suerte y nos vemos. También sé que dentro de unos años, sólo para charlar más, en vez del importe le voy a indicar mi destino. Y ya cuando esté canoso probablemente sea de los que se sientan atrás del tipo, o ahí nomás al costadito, y le dé charla. Con suerte voy a ser de los que cuentan historias divertidas y no de los que se quejan hasta de las hormigas del vecino de la otra cuadra, pero aún así, si estás considerando ser colectivero de la 216, pensalo dos veces, que yo sigo evolucionando.

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