viernes, 13 de abril de 2012

Condición humana LIII

Tengo la impresión de que cuando era chico caminaba a la par de la vida, sin preocuparme, distraído, dejando caer cosas por todos lados, sin saber qué camino transitábamos. De pronto un día me di cuenta que íbamos al trote, de que en realidad hacía ya mucho tiempo íbamos al trote. Y la vida fue acelerando el paso y se me adelantó, yo traté de alcanzarla pero cada vez ella daba zancadas más grandes. Tiraba cosas en el camino y yo no quería perder ni un centímetro de distancia ni quería dejar esas cosas tiradas por ahí. Empecé a gritarle, rezagado, que doblara para acá, que en la próxima curva fuera hacia tal lado. Generalmente la vida me ignoró e hizo lo que quiso, y yo me limité a seguirla.
Y hoy seguimos así, cada vez más rápido, cada vez más insensibles los pies que golpean el camino, haciendo equilibrio con los mil bártulos que fui recogiendo, sin dejar nunca de correr y teniendo que decidir qué dejo caer, viendo que hay cosas que se me escapan de las manos. Sin embargo tengo la impresión de que cada vez aumentan más mis energías, que a cada paso respiro más profundo, aplacando la fatiga. Y de que en cierta forma el camino que la vida fue eligiendo es el adecuado para mis piernas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A ver qué tenés para decir...