miércoles, 11 de abril de 2012

Lo que el tornado me contó

En Once, las dos únicas plataformas habilitadas estaban llenas de gente, y con dos enormes lagunas en el medio del andén. No había trenes. Un grupo grande de ese tipo de personas bulliciosas que viajan en el furgón apuraban a un par de empleados que a los gritos intentaban explicarles que en Castelar e Ituzaingó la tormenta había inundado las vías y cortado el suministro de energía eléctrica. No había trenes hasta nuevo aviso.
Yo pasé por al lado de ellos, me metí en el tren mejor iluminado y saqué Islas en el Golfo, de Hemingway, y me puse a leer y hacer tiempo. Quería distraerme. ¿Casa inundada? Me costaba pero me lo imaginaba, el piso de parqué arrugado como los dedos de un nene en el baño. ¿Habría llovido sobre mi compu? Si le había pasado algo a mi pc había perdido cientos de gigas que representaban horas y días de entretenimiento que no podría disfrutar, y días y semanas de trabajo que había perdido.
Pasó más de media hora sin novedades. Llamé al celular de Miki, que con suerte ya se había mudado a diez cuadras de Once, pero me atendió el contestador de movida.
Entonces llamé a casa.
-Hola.
-Hola pa. ¿Ustedes están bien?
-Sí, bien por suerte.
-¿Y mi compu?
-Intacta. Tu pieza es la única que no se inundó.
-Menos mal. Acá los trenes no salen, ¿me pasás la dirección de lo de la tía Adela?
-Esperame un segundito.
-Che, ¿de verdad un tornado? ¿Un tornado tornado?
-Eso es lo que dicen. ¿Anotás?
Salí de Once y caminé por Jujuy. Hacía frío y yo no tenía más que un suetercito finito. No había previsto el bajón de temperatura. Por suerte lo de la tía Adela quedaba a siete cuadras nomás. Eran pasadas las 23. Empezando a tiritar, tuve que tocar timbre cuatro veces hasta que se enteraron que estaba en la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A ver qué tenés para decir...