Mientras se enjugaba las lágrimas que estaban atrapadas en sus pestañas, la pobre viejita descubrió una de esas verdades, como las de Murphy o del Rafa Núñez. "Todo es susceptible al cambio", pensó. "Especialmente cuando uno se aleja un tiempo."
Una semana de vacaciones, la primera en cuarenta y tres años, y al volver a casa de sus patrones encontró que los liquidambares de la vereda ya no estaban. Sólo encontró, de casualidad atrás de unos ladrillos, una pelotita de pinches, y se la guardó en la cartera para recordar siempre que debe atesorar lo que tiene, y especialmente lo que deja antes de irse.
Mientras tanto, lejos del pueblito de los patrones de la vieja, el linyera me confesaba al oído: "Los ganadores en esta vida son los que hacen una victoria cada vez que pierden, no los que ganan siempre."
Mientras tanto, lejos del pueblito de los patrones de la vieja, el linyera me confesaba al oído: "Los ganadores en esta vida son los que hacen una victoria cada vez que pierden, no los que ganan siempre."
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