lunes, 9 de abril de 2012

Lo que el tornado me contó

Habían anunciado la tormenta para un par de días antes. Todavía me acuerdo que esa tarde del lunes (lunes feriado) yo había quedado solo en casa, con la música fuerte mientras dibujaba encerrado en mi pieza, y que en un momento escuché un portazo. Sabiendo que seguro se trataba de una persiana abierta, bajé disimuladamente el volumen de la música, agarré mi puñal de guerra, me calcé bien las pantuflas y salí al pasillo. El viento sacudía los árboles afuera, la canción de un opening de animé sonaba lejano, mis pasos hacían eco en la casa. Me sentí protagonista (víctima) de una película de terror.
Pero la tormenta se desató el miércoles de Semana Santa, mientras yo estaba en la facultad. Cuando se hizo la hora y el profesor de dibujo seguía hablando, pedí disculpas y me despedí. Corrí a la parada del 132 para no perder el bondi, porque si me atrasaba dos minutos iba a perder el tren local de 22.11 que salía de Once. Las veredas estaban llenas de charcos y cada tanto relampagueaba feo, pero por suerte ya no llovía. El 132 tardó bastante en venir y cuando pasábamos frente a la Faculta de Medicina consulté el reloj del celular: eran las 22.10. No iba a llegar al local. Por ende, iba a perder el colectivo en Castelar, iba a tener que esperar media hora en la parada e iba a llegar a casa cerca de medianoche.
Levanté la vista y vi a una chica parada justo en el acordeón que articula las dos partes del colectivo. Pelo negro en colita de caballo, perfil de líneas rectas, campera negra, morral. Muy linda. Le quedaría natural llevar una katana. Sí, era una de esas bellezas flexibles que con una katana podría hacer un papel interesante en Kill Bill.
Tenía el celular todavía en la mano cuando me di cuenta que estaba sonando. Llamaban desde casa. Miré de vuelta a la chica de la colita de caballo, pero un gordo que se subió se interpuso entre los dos. Qué raro que llamaran desde casa, pensé.
-¿Hola Rafa?
-Hola pa, qué pasa.
-Llamaba para avisarte que hubo una tormenta acá y se inundó toda la planta alta.
-¿Qué qué?
-Hubo un tornado acá en Ituzaingó –me dijo-. Una rama atravesó el techo y se llovió todo adentro. Los trenes no andan, así que fíjate si podés quedarte a dormir en lo de la tía Adela.
-Okay.
Cortamos. Mantenía la calma exteriormente (no quería que la chica de Kill Bill pensara mal de mí, claro está). Adentro mío algo se preguntaba si de verdad había habido un tornado en Ituzaingó.

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