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Virginia a través del cuenco del pan rallado
Agarré otra y empecé a empanar, ahora prestando atención. Con una cuchara tiré pan rallado por arriba y empecé a ejercer algo de presión. La milanesa ahora se camuflaba completamente en el cuenco. Presioné un poco más, sacudí de un costadito por si había quedado un pliegue en la carne, y volví a presionar. Parecía que la milanesa se hundía. Y de repente pasó de nuevo: mis dedos se encontraron con el fondo del cuenco del pan rallado. Ya no había milanesa, había desaparecido. Pero no me desesperé: sonreí, volví a mirar al gato, que ahora me observaba con atención, y volví a empujar hacia abajo, desde las puntas de los dedos. Más, hasta enterrar las muñecas, más, hasta sumergir los codos. Más, la cabeza entera, más, más fuerte.
jajajaj!!!!, genial enano!!!, ya quiero leer las peripecis de virginia del otro lado del cuenco de pan rallado!! (lastima que el 99,9% de mi sabe que eso nunca va a suceder..)
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