jueves, 22 de marzo de 2012

Esos sus chistes forros

-Está decidido. Ayer me lo avisaron -dijo Jorge, hinchando el pecho con una noble resignación-. Se van a divorciar.
Marisol y yo nos miramos a sus espaldas. Justo se oyó el ruido de una puerta y creímos que un intruso acababa de entrar al baño, y Jorge nos pescó a la mitad de nuestra comunicación visual.
-No fue nada -me apresuré a decir, algo nervioso-. Fue en el piso de abajo.
-Y che... Jor... -Marisol titubeaba-. ¿Vos qué... qué vas a hacer, ahora?
-Me voy a quedar con mi vieja, porque papá se va a mudar. Lo tienen bien planeado ya -Se sonrió de costadito-. No creí que pudieran ponerse de acuerdo tan rápido en tantas cosas.
-Es que en el fondo la gente que se quiere se pone de acuerdo -atinó a decir Marisol, y Jorge y yo la fulminamos a la vez.
-No tarada -me apresuré a hablar antes de que Jorge dijera nada-. La gente con un interés común se pone de acuerdo. Los que se quieren se pelean por placer, los que se odian se pelean por bronca, y los demás nos peleamos por costumbre.
Me quedé con las últimas sílabas en el aire porque volvió a escucharse el ruido de una puerta, y esta vez vimos a la preceptora que entraba al baño entre enojada y divertida.
-Y ustedes tienen la mala costumbre de meterse en este baño -dijo, invitándonos a salir con la cabeza-. Vamos, afuera. En mi época a un varón le hubiera dado vergüenza entrar a un baño de chicas.
Salimos sin chistar, sonriéndonos.
-¿Ya tenían baños en tu época? -preguntó Marisol con mala saña-. ¿O eran "letrinas de hombres" y "letrinas de mujeres"?
Cuando se la llevaron a preceptoría para retarla, Jorge estaba un poco más alegre. Puede que Marisol no fuera la mejor persona para hablar algunas cosas, pero sabía jugárselas para hacer reír a un amigo. Creo que era éso lo que tenía enamorado a Jorge, y lo que a mí me empezaba a gustar de ella.

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