miércoles, 28 de marzo de 2012

Gritá, gritá

Frente a Julián apareció una figura vestida de negro. Le sacaba una cabeza, y eso que Julián era alto. "¿Qué querés?" le preguntó a la figura de negro. "¡Nada!", le gritó. Su alarido, fuerte como un grito de batalla y totalmente innecesario, le quedó timbrando en los oídos. Parecía el chillido furioso del nene malcriado. Inmediatamente la figura negra se dio media vuelta y empezó a caminar ladeándose hacia la puerta. Julián atravesó el dormitorio de de dos saltos, la alcanzó y la retuvo, agarrándole el delgado antebrazo. "¡Me hacés doler!", chilló la figura de negro, y quiso sacudir el brazo para librarse de él, pero Julián resistió. De un manotazo Julián le quitó la capucha negra y vio la hermosa cabeza de una mujer, pelo rubio y lacio, piel de rosa, labios húmedos, ojos llorando. La mujer lo miró herida y enojada, y se alejó escaleras arriba. Luego de su aturdimiento, Julián la persiguió hasta la terraza, e intentó detenerla en el borde. Ella se volvió hacia él por un instante, entrelazó sus dedos entre los suyos, y sonriendo con melancolía le partió el dedo índice. Mirando con cierto gozo en los ojos, como si pidiera perdón y perdonara todo, como si reclamara y aceptara todo, lo vio sostenerse la mano lastimada, y retrocedió un paso hacia el abismo.

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