lunes, 19 de marzo de 2012

Hormiga unicornio

En el fondo de mi casa circula la leyenda de la hormiga unicornio, la incazable hormiga blanca, la mobydick de los insectos, la devoradora imparable de flores. Jamás fue vista por ningún bicho bolita, las mariposas creen haberla visto desde lo alto, los pájaros temen encontrársela, las arañas ruegan que sus telarañas nunca se crucen en su camino. Cada tanto se descubre el cadáver de alguna gata peluda, de una vivorita ciega, el esqueleto de alguna rata, y todos saben en el fondo de mi casa que la hormiga unicornio volvió a cobrarse otra víctima. Dicen que vive en lo más profundo del patio, pasando el camino de lajas y la zona de barro del agua del lavarropas; dicen que su guarida, inlocalizable, se esconde en el hueco más oscuro de atrás de la leñera, en la región donde nunca, ni en verano (a causa de los frondosos manzanos y el ciprés), se posa el sol. Los grillos nunca se acercan a esa parte del fondo ni de noche ni de día. Algún viejo osado cuenta que en los días de su juventud se aproximó a la leñera con sigilo, ansiando ver a la legendaria hormiga blanca, pero que en cuanto oyó el chasquido siniestro y poderoso de sus pinzas rompiendo el exoesqueleto de algún pobre insecto, se dio la media vuelta y escapó despavorido. Sé incluso que la familia que vivió antes en esta casa tenía un nene chiquito que buscaba a la hormiga blanca para quemarla con una lupa, y que cierto día, nadie sabe por qué, pasó de ser diestro a ser zurdo y que no volvió a hablar nunca más con nadie.
No hay hormigas en el fondo de mi casa. Ninguna, a parte de la hormiga unicornio. Dicen que hace ya años ella destruyó los hormigueros de todas sus hermanas, que devoró a todas las reinas, que se batió sola (y venció) a interminables huestes de hormigas soldados. Todavía se pueden encontrar cuerpos mutilados en los niveles más profundos de los hormigueros abandonados, silenciosas ruinas de esplendores del pasado, por donde la hormiga blanca suele pasear, taciturna y melancólica.
Me dijeron que el día en que finalmente muera la hormiga unicornio, las demás hormigas volverán a poblar el fondo de mi casa, repoblarán sus hormigueros y construirán nuevos caminitos. Ese será un triste día de luto en mi casa, y será el día en que llame al fumigador.

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