miércoles, 21 de marzo de 2012

Esos sus poemas calladitos

-¿El verano se retira abatido? ¿El invierno lo invade?
-No -dije, saliendo de la ventana-. La Tierra gira inclinada.
Jorge había faltado a clases hoy. El baño de mujeres parecía más vacío que de costumbre.
-Qué aburrido que sos. Te falta poesía.
-¿Qué acusación es esa? -reproché mientras me deslizaba con pereza hasta el inodoro más cercano-.  La tuya es poesía barata de estribillo. Además vos sos la que la otra noche dijo que no le gusta ver la estrellas.
-Dije eso por decir... Uno no siempre es dueño de sus palabras -suspiró circunspecta.
-Entonces... ¿qué hubieras querido decir realmente en ese momento, en vez de esa boludez?
Sentía que esa era mi forma de poesía. Un poema directo, sin jodas.
Sentí que Marisol se apoyaba contra la puerta abierta de mi cubículo. Vi sus zapatillas rotas y sus piernas flacas al otro lado, en el agujero inferior de todos los baños. No decía palabra.
La otra noche Marisol, Jorge y yo nos quedamos tirados en la plaza del viejo hasta el amanecer. Ella llevó cervezas para Jorge y para mí, nuestras primeras cervezas.
-¿Este silencio también esconde lo que realmente me querés decir?
Vi que las piernas delgadas que pisaban fuerte y se alejaban a paso raudo hacia el pasillo.
-¡Sos un tarado!
Eso... había sido poco poético de su parte.

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