Dos: Tengo gran compasión por el reino animal y el vegetal. Por eso no toleraba a mi nuevo perro, asesino rapaz de gatos vecinos. Cuando mató al cuarto decidí regalarlo a un amigo de Don Torcuato cuya vecina es una loca de gatos (tiene como treinta, ahí se justifica). Pero hace dos semanas que regalé al perro y aparecieron tres gatos más, muertitos y despanzurrados en mi jardín.
Tres: Me encuentro en mi propia habitación hablando conmigo mismo (como a tanta gente le ocurre) pero de recuerdos inventados. Cuando tomo conciencia de mi discurso de ida y vuelta, me pregunto cuándo ocurrieron esas vacaciones y de qué plata encontrada estoy hablando. Parece que me miento a nosotros mismos.
Cuatro: Desde Navidad tengo este dilema: los sueños se me funden con la vida diaria y me cuesta distinguirlos. No es que despierto y recuerdo el nuevo sueño, sino que ellos se infiltran en mi acervo inconsciente y, por ejemplo, quedo convencido de que el frente de mi casa es color cremita; recién cuando salgo a hacer las compras me doy cuenta de que no. Y tampoco puedo hablar con la gente de cosas que vi en la televisión, porque estoy soñando mucho con la tele, y los únicos indicios de que esos recuerdos fueron sueños son, por ejemplo, la vaca que pastaba a cinco metros de altura atrás de Barak Obama, o el color verde de la cara de John Locke.
Seis: Sufro una especie de dislexia o afasia extraña. Me confundo el orden de las cosas cuando escribo, mi mente se marea pero no da indicios de ello. Para ejemflipicarles, voy a escribir de acá en más como me sale y sin corregir. Le ereeo el orden a sal telras cuando no milo er detlaco, y tenguo qe mirar con acentión para duscebrir el error. ¿Un deasatre no?
¡106!
Otoño Rafa.
ResponderEliminarTus indicios
de demencia
son
geniales.
Esta
entrada es genial.
chaumefuiaverelcolordelaentradademicasa-